EL PLANETA INDECISO.

Febrero 12/2008

LA CIENCIA NO SE SUSTENTA EN CASUALIDADES.

Érase una vez un planeta, en el que la ambigüedad y la casuística imperaban sobre el diseño y la inteligencia. Allí todo era un sin sentido: un ente marino encallaba en una playa e iniciaba un largo proceso de reconstrucción biológica, durante millones de años, hasta convertirse en un gran mamífero.

Es cierto que precisó adaptar su sistema respiratorio, su piel, su sistema digestivo…todo su metabolismo, para sobrevivir en el nuevo medio. Luchó mucho; incorporó nuevos cromosomas, desechó otros, su síntesis proteica sufrió una variación tremenda, para conseguir un propósito inexplicable, pues recuerden que hablamos de un planeta sin sentido… dicho de otra forma: un sitio donde la selección ‘natural’ (jamás estaré de acuerdo con la acepción que le han dado a esa frase) era la encargada de generar todas las especies existentes.

¡Ah!, perdón, se me olvidaba decir que, por necesidad, debió ocurrir una doble casualidad; allí debieron coincidir dos entes: macho y hembra, si se acepta la importancia de los cromosomas, como la realidad obliga a hacerlo. Urgía una procreación que proporcionara que la ¿evolución o involución? (esto es un lío) pudiera tener lugar, luego de millones de años, ya que ningún ser sexuado único soportaría tanto tiempo de vida sin procrear, manteniendo su especie…

¿No les suena a rollo? A mí también. Pero esperen, porque no para ahí:

El soberbio mamífero resultante, luego de eónicos esfuerzos, un buen día regresa a la playa y su corazoncito se llena de nostalgia:

– ¡Oh, cuántas olas, qué mar tan lindo! ¡Cuánta agua salada y plancton!… ¡Aquí me quedo!

Se introduce entonces en el océano y, gracias a un maravilloso sortilegio, comienza a convertirse de nuevo en un ente del mar: pierde sus patas traseras, las delanteras se convierten aletas… ¡y a nadar!

Pero, ¿y el futuro?, porque llegará el momento de su muerte; el ‘sin sentido‘ dejará de serlo. Eso constituye un problema… ¡no pasa nada!, porque junto con el/ella, estaba su consorte, que se unió a la aventura, también nostálgico (ambos estaban allí y pensaron lo mismo; y si no, se les obliga, que para eso el papel aguanta todo lo que le ponen).

Tuvieron crías y se llegó a ese fabuloso mamífero marino al que llamamos ballena, que, si mantiene la indecisión del principio, en cualquier momento regresa a la tierra y vuelve a su vida amamantada, lejos de una humedad que le produce artrosis y que es: ¡muy fría y húmeda!

Pero entonces le da por no conformarse con su aspecto, y decide crear 40 tipos diferentes de ballenas. ¿Qué cómo? Averigüénlo, ese no es el problema de mi teoría; yo solo me dedico a soltar situaciones sin sentido ni evidencias.

¡Todo es muy fácil! Solo tenemos que imaginárnoslo, darle una apariencia coherente con unas buenas palabras científicas, (mejor si se portan solemnes gafas que proporcionan credibilidad) y tenemos el cuento fabricado. ¡Ala, aquí lo tienen, no necesitamos a Dios!

Seguimos en el planeta de las vacilaciones: Existe otro animal, cuyo primer ancestro puede ser el mismo de la ballena u otro (eso no importa, el sin sentido lo permite todo), que repta por la tierra, y un buen día divisa el cielo con sus ojitos abatidos; observa la belleza azul del firmamento, las nubes que disfrutan su paseo matutino y entonces la congoja corroe su cerebro y piensa:

– ¡Allá quiero estar yo!

Pensado y hecho. Sus escamas comenzaron a convertirse en plumas, toma el control sobre el calor corporal, su sangre se vuelve caliente y estable, le salieron alas, o cambió sus patas en ellas, (según la teoría, pues hay contradicciones también en esto; no se ponen de acuerdo los seguidores) y un buen día, ¡estaba volando!

¡Qué fácil lo hacen todo, verdad! No importa que científicos como el Profesor David Menton, anatomista, pongan en tela de juicio esa posibilidad. Su única congruencia hallada entre escamas de reptil y plumas de ave, fue que están compuestas por la proteína keratina… también existente en el cabello, uñas y piel humana, así como en muchísimos animales distintos; lógico si se interactúa en un mundo diseñado por un solo Creador.

Hay un sector que afirma que el fósil Archaeopteryx es nexo entre reptiles y aves. En Eichstätt, Alemania, (1984), se dio una cumbre científica especializada en evolución de las aves, la Internacional Archaeopteryx. Hubo discrepancias en casi todo lo expuesto, pero al final concluyeron que el Archaeopteryx fue un ave. Solo una pequeña minoría pensó que en realidad se trataba de los diminutos y ligeros ‘dinos’ llamados coelurosaurios.

El Archaeopteryx tenía dientes, mas no es la única ave fósil con ellos; unas tenían, otras no. ¿Cómo prueban los dientes una relación con los reptiles, cuando muchos no tienen? Los caimanes y familia, son el único grupo de rastreros con dentadura bien desarrollada. Incluso algunos mamíferos no tienen. En la mayoría de los saurios, la mandíbula inferior se mueve, pero en las aves (incluyendo al Archaeopteryx) lo hace la parte superior del pico. 

Hay otra diferencia fundamental: la pluma crece de un folículo, una depresión tubular de la epidermis que penetra dentro de la piel; hasta el hueso, en el caso de las plumas primarias. Y este tubo produce la pluma dentro de sí. La escama de los reptiles no tiene absolutamente nada que ver con los folículos; no es más que un engrosamiento de la epidermis, mientras que las plumas nacen en su propio folículo.

El sistema respiratorio del ave es totalmente distinto al de los seres que se arrastran; está ‘diseñado’ para el vuelo, que demanda gran ventilación del organismo. Tienen sacos aéreos, (entre seis y doce, según la especie) prolongaciones pulmonares que penetran algunos huesos (huecos) y órganos, que también ayudan a reducir el calor producido al volar. Mírenlo como lo miren, la perfección del ave para volar, no es azar, sino diseño.

Aunque la mayor parte de los biólogos aceptan el evolucionismo como un hecho, también es cierto que una gran mayoría lo hace sin un verdadero examen de la cuestión, siguiendo fielmente la corriente impuesta en esta disciplina por el contexto cultural y académico; un adoctrinamiento en una visión particular del mundo, origen y diversidad de la vida, fundamentado en la casuística.

La sola posibilidad de un Creador o la existencia de un Ser Sobrenatural trascendente es excluida ya de principio. En palabras del astrofísico Carl F. von Weizsäcker, leemos:

No es por sus conclusiones, sino por su punto de partida metodológico por lo que la ciencia moderna excluye la creación directa. Nuestra metodología no sería honesta si negase este hecho. No poseemos pruebas positivas del origen de la vida ni de la primitiva ascendencia del hombre, tal vez ni siquiera de la evolución misma, si queremos ser pedantes.

Es decir, desde el inicio se buscó un camino contradictorio y alternativo al seguido por pioneros de la ciencia como Newton, Pasteur y muchos más. La razón por la que se acepta en la actualidad el evolucionismo de una manera tan mayoritaria, es que nuestros científicos y profesores de biología son producto de un sistema educativo dominado por esta filosofía naturalista y mecanicista.

Cuando el evolucionista topó con el código genético, contenido en el ADN, debió haber visto las inmensas señales de STOP que estas implicaban. Allí mismo tenían que haberse hecho la pregunta: ¿Quién lo codificó? Pero se trata de un inmenso tren cargado de plomo: ¡que pare el que tenga frenos!

Partieron de un hipotético ser, ya existente y salido de los mares; es decir, sacaron una paloma del sombrero, pues les resulta imposible arrancar en cero, el verdadero origen de la vida: un camino que posiblemente les llevaría a Dios. ¡Sería algo totalmente inaceptable! A partir de ahí comenzaron a tejer su tela de araña. Cuando llegaron al impresionante diseño de la molécula de doble hélice y vieron las órdenes codificadas que contenía, no se detuvieron allí para intentar explicarla, sino que dieron otro salto parecido al inicial, y continúan en su terco hilvanar de una red que cada día pierde más adeptos.

El origen de la vida fue como enseña la Biblia; no la consecuencia de un sin sentido, sino la respuesta a un plan. Tuvo un principio y tendrá un final en el que todos seremos contrastados, según nos instruye la Palabra de Dios, siempre coherente consigo misma, en dos versículos que pese a distar entre sí 740 años, resultan un vaticinio de lo mismo:


«Porque he aquí que yo crearé nuevos cielos y nueva tierra; y de lo primero no habrá memoria, ni más vendrá al pensamiento». (Is 65:17)


«Vi un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra pasaron, y el mar ya no existía más».(Ap. 21:1)


Sed buenos: el Señor viene

    

 
 


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4 Responses to EL PLANETA INDECISO.

  1. jolimu dice:

    Si admite que ‘no sabe quién codificó el ADN’, está de hecho admitiendo un codificador. Enfrenta una pregunta ante la que se queda sin respuesta, y la reacción es mirar hacia el otro lado diciendo que eso no tiene importancia. ¡Pues sí la tiene! Tiene tanta que echa por tierra el concepto del ‘azar’ que constituye todo el fundamento de la selección natural que predica la teoría evolutiva.

    Hay inteligencia si hay codificación; no se trata de un ‘almacén de información’ como ud. pretende presentar, sino de un dechado de información. Son más de 12 mil millones de bits, que describen, de forma CODIFICADA, cada una de las operaciones necesarias para la creación de un ser vivo, su desarrollo, evolución, mantenimiento, reproducción, hasta la muerte. Aminoácido por aminoácido, y proteína por proteína.

    Y no se vaya por las ramas, yo no he mencionado extraterrestres, sino ‘inteligencia’, posicionándome frente al criterio evolutivo que enseña en las escuelas que todo surgió por ‘casualidad’. Eso es lo que combato: la mentira educativa.

    Lo razonable y lógico, desde el punto de vista científico, no es obviar esa inteligencia necesaria, sino reconocerla con humildad, aceptando así mismo que la sabiduría humana está muy lejos de aquella que dio lugar a esa enigmática maquinaria que constituye el ADN,

    La evolución no es ciencia; es tirar piedras y hacer encajar piezas según conveniencias. Parten de un hipotético ser sacado en un punto x del eje del tiempo; vayan al punto cero y se toparán con el mismo que diseñó el código genético, los monos, las jirafas, las ballenas, las montañas, los mares, y el firmamento.

    Que usted no pueda verlo no significa que tiene la razón, sino que está ciego y ha escogido el camino más complicado.
    El ADN presente en cada uno de los individuos que componen millones de especies distintas, incluyendo las plantas, es todo un Programa Informático que instruye, codifica y regula cada metabolismo presente en todo ser vivo, desde su proceso embrionario hasta su muerte. El ADN humano consta de 12 mil millones de bits de información, unos tras otros, perfectamente secuenciados y separados por codones que fijan su principio y fin de secuencia.

    Y eso señala hacia un Diseño Inteligente, no hacia el azar. Un diseño inteligente no se fragua a sí mismo ni sale del azar; exige inteligencia. Y lo inteligente es reconocerlo, no negarlo. ¡De cajón!

  2. Yo no le descalifico, estimado Jorge, faltaría más. Usted es el que se califica (sin prefijo) con sus ingeniosas ocurrencias

    Mire, le repito que mi intención no es descalificarle, sino señalarle que es imposible discutir sobre lo que no se conoce. Verá que no yo me atrevo a hablar sobre si dios es uno o trino, porque escapa de mis conocimientos teológicos, pues lo mismo le ocurre a usted con la biología.

    Le puedo responder a lo de quien codificó el ADN, pero no servirá de nada: NO SE quien codificó el ADN, de hecho, no sabemos con seguirdad si el ADN fue el primer sistema de almacenamiento de la información genética, si previamente fue el ARN o si ambos evolucionaron de un «código» proteico.

    Como ve, no pasa nada en ciencia por decir que no sabemos algo, en eso está lo divertido y es lo que abre camínos de investigación. Ante un desconocimiento, nosotros no nos paramos en decir, ¡uy! si no se como se hizo es que lo creó un ser sobrenatural, y nos quedamos parados. Si hiciéramos eso, aún pensaríamos que el Sol da vueltas alrededor de la Tierra.

    No conocer el origen de una estructura no significa tener licencia para inventártelo. Usted dice «como es muy complejo y no conocemos su origen, debe ser obra de un ser inteligente: dios». El mismo razonamiento sería «como es muy complejo y no conocemos su origen, tiene que ser obra de un ser inteligente: los extraterrestres».

    Eso no es falsable, luego no es ciencia, por lo que cada uno puede creer en las mitologías o religiones que desee, mientras no impida que sigamos investigando.

  3. jolimu dice:

    No responderé a lo de magufo, yo doy datos: pérdida de información genética; usted defiende una teoría que está basada en suposiciones y en datos alterados en varias oportunidades. Usted trata de descalificarme, pero no responde a la simple pregunta de ¿Quién codifícó el codigo ADN?

    Lo entiendo, en su impotencia por responder sustancialmente, acude a la descalificación; sin embargo, quien ha seguido este debate, que permanece escrito, conoce las intenciones y los medios usados por cada quien.

    Si ud. se ampara en Darwin, que nunca demostró nada, yo lo hago en Dios, quien desde un principio se dio a conocer y no se ha escondido ante nadie; sus obras hablan por Él. Ustedes parten de un ente que sale del agua, pero ese era un ente procariota, y toda la vida animal y plantas del planeta, casi dos millones de especies, se componen de células eucariotas. ¿En qué laboratorio del planeta se ha demostrado ese paso? Yo les diré: en ninguno; sin embargo, uds. siguen propugnándolo en las aulas como hecho probado. Es la base de toda la teoría evolutiva, y falla.

    Luego llegan a la molécula de doble hélice y, cuando descubren su código genético, dan un salto y comienzan a averiguar sobre lo ya creado. En lugar de detenerse ante tal evidencia de diseño e inteligencia y pararse a meditar, ustedes especulan. ¿De qué ciencia me habla? La teoría evolutiva es a la ciencia, lo que los periodistas de la prensa del corazón son a la noble carrera de periodismo investigativo y de información.

  4. Como escritor de cuentos es bastante mediocre, pero si lo que pretendía es hacer una crítica irónica de la evolucón, permitame decirle, sin ánimo de ofender, que com crítico irónico es simplemente patético.

    En lugar de gracia, lo que ha dado esta historia es pena. Pena porque sin tener ni repajolera idea de biología se lance a criticar procesos biológicos. Pena por atreverse a clasificar el reino animal sin tener claro ni un concepto de zoología. Pena por lanzar tópicos que hasta los parapsicólogos han dejado de usar hace años. Pena, por mezclar agua con aceite.

    ¿Que quiere, que le argumente como se parece el esqueleto de un ave al de un dinosaurio? ¿para qué? ¿para que una vez que se lo demuestre me vuelva con la tontería de la ballena y su novio?

    Al menos sea honrado, y en sus post escriba solo el título: «LA EVOLUCIÓN NO EXISTE PORQUE LO DICE MI DIOS». Así, le aseguro que nadie perderá el tiempo en rebatirle lo que no está discpuesto a discutir. No se empreñe en subrayarlo con un lenguaje que, ni es el suyo, ni domina, ni llega a entender. Yo no entiendo la profundidad intelectual de las citas bíblicas que pone, por lo tanto, no las discuto (y mucho menos con su lenguaje). Haga usted lo mismo con lo que no comprende, o bien estudie, que nunca es tarde.

    Pero da igual, si ya se ve cual es su rollo, el de tantos magufos que proliferan por la red: no pretende aclarar nada, no pretende hacer pensar a nadie, solo pretende confundir, desinformar y engañar para lanzar sus diatribas dogmáticas.

    Tiene usted un morro que se lo pisa.