diciembre 5, 2014
En una escritura de la iglesia mormona, en DyC 19:31, el Señor Jesucristo ordena (y tácitamente además):
“… Y de dogmas no hablarás, sino que declararás el arrepentimiento y la fe en el Salvador y la remisión de pecados por el bautismo y por fuego, sí, por el Espíritu Santo.”
Allí, la palabra ‘dogma’ está marcada con la ª, y esa referencia, abajo, lleva a otro libro de la iglesia, el Nuevo Testamento: 2ª Timoteo 2:23-24:
“…Pero desecha las cuestiones necias e insensatas, sabiendo que engendran contiendas. Porque el siervo del Señor no debe ser contencioso, sino amable para con todos, apto para enseñar, sufrido; que con mansedumbre corrija a los que se oponen, por si quizá Dios les conceda que se arrepientan para conocer la verdad, y escapen del lazo del diablo, en que están cautivos a voluntad de él.”
La experiencia enseña que llevar el Evangelio de Jesús a las personas, sin bondad en nuestro corazón, produce rechazo en quienes nos oyen. La falta de bondad se percibe aunque se intente ocultar, pues emana como carta de presentación, debido al egoísmo, mezquindad y mala espiritualidad interior. Si no se es bondadoso se es incapaz de sentir compasión, y eso lo recibe la persona con la cual hablamos. Así no se puede ser soldado de Cristo.
La falta de bondad en un evangelista no cultiva buenos frutos de almas arrepentidas para el Salvador de la humanidad, sino desconfianza, rencor y odio: condiciones que impiden anclar en ningún corazón el mensaje de perdón de Jesucristo. Todo lo que es contrario a la simpatía y a la amistad frena el diálogo; predispone contra quien ha decidido, sin amor, servir al Señor. La falta de bondad nos presenta como insensibles y nos hace indeseables. En esas condiciones no se puede predicar el Evangelio.
La carencia de humildad y bondad, son los factores más útiles al diablo, pues llevan a un fruto contrario al arrepentimiento de quien escucha… y el bautismo sin arrepentimiento es inútil. Sin un corazón bondadoso jamás se será eficiente en la labor evangelista; el mundo recibe mejor la ‘actitud’ que el ‘discurso’. Es decir: jamás seremos buenos evangelistas si antes de hablar del Evangelio de Cristo no nos hemos desprendido del lastre de soberbia, vanidad y egolatría que incapacita para trasmitir bondad.
Pero también es peligroso el dogma, por apartarse del verbo de Jesús. Por estar sujeto a la gloria de hombres, no a la Gloria que viene de Dios, tergiversa el Evangelio original fijando doctrinas de ‘autoridad’ humana que alteran el diáfano, potente, y tácito discurso de Jesús de Nazaret… única verdad incuestionable y única vía de salvación del alma.
El Señor no necesita dogmas ni ‘traductores a la carta’ según iglesia y denominación; ni ‘cánones’, ni ‘concilios’. Quien le ama no debe ‘traducirle ni interpretarle’ con lógica humana, sino ‘repetirle con fidelidad’. “Sé fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida” -Dijo Jesús en Apo 2:10… o sea, advierte: “No seas fiel y no podré dártela.”
El cristianismo no necesita ‘teólogos’, sino una fiel “Restauración del Evangelio Original del Señor Jesucristo”. Los teólogos imponen dogmas que crean trincheras contrarias al Evangelio escrito del Hijo de Dios, y conducen al error y a las sectas. Del Señor recibí hace pocos años: “Quien siembra en campos del error, solo recogerá frutos de error.”
Hay muchas sectas, pero una en particular hace durante siglos un mal uso del Evangelio. Antes de su ascensión, Jesús dijo, según Mateo 28:19:
“Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén.”
O sea: manda a romper el ocio, las telarañas en las piernas, y a llevar Su Palabra por todo lugar. Jesús no ordenó estar estático, ni hacer un castillo y llenarlo de joyas, jerarquías, y sedas, sino a ‘salir y predicar’ al mundo como Él lo hizo, para salvar almas condenadas al infierno. Yo fui llevado a un área de ese sitio y observé desfiles de ‘tronos’ ocupados por demonios que ejercían dominio y castigo sobre almas de cristianos que murieron en error.
Y sé que el Señor está muyyyy enfadado con quienes tanto daño han hecho y hacen a Su causa mediante sediciosos ‘dogmas de fe’. (Dogma viene del griego δόγμα «opinión o creencia”; nada que ver con la Verdad, que ‘Es’, tal cual nos fue legada, sin someterse a opiniones ni credos.)
¿Qué logra satanás con los teólogos dogmáticos? Que se pierda la sencillez y rotundidad del Evangelio por el cual dio la vida el Hijo de Dios: “Cree en mí, arrepiéntete de tus pecados, sé luego fiel hasta la muerte, y al morir, serás salvo del infierno y de la muerte espiritual. ¡Vivirás!”
El ser fieles al Cordero de Dios nos obliga a decir lo mismo que Él expresó, sin alterarlo. Y él dijo que nuestras obras en vida determinarán qué sitio ocuparemos en nuestra muerte. Lo advirtió bien a sus iglesias, en Apocalipsis 2:23:
«…y todas las iglesias sabrán que yo soy el que escudriña la mente y el corazón; y os daré a cada uno según vuestras obras.”
¡Obras! ¿Acaso dijo que la fe es suficiente? ¿Por qué alterar SU discurso, conduciendo a la complacencia y a la falsa seguridad? ¿Qué parte de SUS palabras no entendemos? ¿Qué parte demanda ‘traductores o reinterpretadores’? Y la pregunta quizás más importante: ¿Quién gana con las reinterpretaciones de las advertencias de Cristo? Solo su enemigo.
Satanás sabe que su tiempo se acaba, e hizo, hace, y hará, todo lo que tenga a mano hacer para arrastrar con él a la mayor cantidad de almas que pueda. Y por lo visto, no lo tiene muy difícil: cada desobediente, cada oído rebelde al legado del Señor, más atento a teólogos tergiversadores, intentando crear un evangelio diferente, una metódica evangelista diferente, o un discurso distinto, constituye un formidable candidato.
Pero esto es lo que dice SU Evangelio que prediquemos:
1- Quien muere en pecado muere en impureza, y como por ley celestial lo impuro no puede habitar donde habita la pureza, su espíritu va al infierno.
2- Hay que arrepentirse en vida de los pecados cometidos, con todo el corazón, el espíritu y la mente, o sufrir más allá de la muerte.
3- Se debe reconocer al Señor Jesucristo como el Salvador y Redentor. Él es el Salvador… porque salva del Infierno y del sufrimiento que provoca.
4- Se debe probar la fe en Él haciendo lo que Él hizo: Sumergirse en las aguas mientras un sacerdote suyo bautiza en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo, sin dudar que es imprescindible para lograr la vida eterna en presencia de Dios y bajo el gobierno de Cristo.
5- Y luego: ¡obrar según la fe! Pero guardando sus mandamientos, recordando: “Estaré con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.”
¡Qué difícil nos lo ponemos nosotros mismos! Sin embargo, ¡es tan fácil! Solo decir y hacer lo que dijo Jesús, repitiendo sus promesas y sus advertencias sin alterarlas. Si lo hacemos así, al llegar el día de vernos frente a Él, nos sentiremos cubiertos:
“Señor, creí en ti, te reconocí como mi único Salvador, me aferré a tu Evangelio, me negué oír cualquier insidia humana que pretendiera contradecirte… y te fui fiel, predicando Tu Palabra.
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Escrito por jolimu