EL EVANGELIO DE JESUCRISTO
En la actualidad hay un indeterminado números de confesiones cristianas de distinta denominación: católicas, metodistas, ortodoxos, testigos de Jehová, evangelistas, adventistas, bautistas, mormones, anglicanos… etc. Sin embargo, todas tienen algo en común: un único Evangelio… salvo la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días (mormones) que además del Antiguo y Nuevo Testamento, tienen las Escrituras que José Smith recibió por revelación en el año 1829: Libro de Mormón, Doctrinas y Convenios, y la Perla de Gran Precio, donde siempre es Jesucristo la figura principal, el único Redentor y Salvador.
Y si uno solo es el fundamento de esas confesiones, si la esperanza y la fe se concentran sólo en Jesús de Nazaret, ¿por qué entonces hay tantas versiones del modus operandi del Evangelio?
La respuesta es sencilla: Porque la iglesia actual, a nivel universal, pese a que el Señor dejó la figura del “Espíritu de la Verdad” rectorando a toda la comunidad cristiana, la misma está dirigida, desde hace bastante tiempo, por hombres inconscientes que se han dejado perturbar por el diablo. En el 2007, el Señor me presentó tres palabras encadenadas como agentes destructores de Su Iglesia: EgoSoveVani; la egolatría, la soberbia y la vanidad, encadenadas por su significado etimológico que las hace dependientes a cada una de las otras dos, han permitido a Satanás destruir la unidad del pensamiento cristiano a través de la gloria personal de dirigentes y líderes de las congregaciones cristianas que, paulatinamente, fueron tergiversando los principios básicos del Evangelio de Cristo según declinaciones personales.
Luego, mientras analizaba lo recibido comprendí que, efectivamente, el ególatra es igualmente soberbio y vanidoso; que el soberbio sucumbe ante la egolatría y la vanidad, y que a la par, el vanidoso tampoco puede separarse de su egolatría y su soberbia.
Sólo tenían que ser fieles al Evangelio de Jesucristo; no era tan difícil convertirse en eco del Señor. Pero la humildad es un artículo de muy difícil adquisición en el corazón humano; la tendencia de toda la humanidad creyente ha sido durante los dos últimos milenios, y sigue siendo hoy, de sentirse capaz de mejorar el Evangelio legado por Jesucristo.
Sin embargo, en Mateo 11:27, y Luc 10:22, Jesús dice: “Todas las cosas me fueron entregadas por mi Padre; y nadie conoce al Hijo, sino el Padre, ni al Padre conoce alguno, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo lo quiera revelar.” Y en Juan 3:35: “El Padre ama al Hijo, y todas las cosas ha entregado en su mano.” Asimismo, en Juan 8:28: “Les dijo, pues, Jesús: Cuando hayáis levantado al Hijo del Hombre, entonces conoceréis que yo soy, y que nada hago por mí mismo, sino que según me enseñó el Padre, así hablo”.
Y si esto es así, y sabiendo que en el Padre Celestial está la Plenitud del Conocimiento, la Sabiduría, el Discernimiento, la Psicología, la Pedagogía, y la Didáctica, ¿cómo puede algún ser humano imaginar siquiera que puede ‘mejorar’ lo que ha venido de la perfección?
El Evangelio que hoy se da en todas las confesiones cristianas es el Evangelio del 50%; el de la música romántica de la promesa y las nanas que adormecen; incluso en la iglesia católica, que otrora fue una amonestadora implacable. Ninguna iglesia habla del infierno; todas se comportan como facciones políticas en busca de votantes, con la idea de confeccionar un partido distinto y salvador. Y la razón es que el diablo necesita una iglesia narcotizada en la complacencia de la tolerancia.
Quien estudia la Biblia puede ver que se compone de dos partes indivisibles: 50% promesa, 50% advertencia. Antes de ser echados del Paraíso, Adán y Eva fueron advertidos en Génesis 2:17: «mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás.» Desobedecieron la advertencia, comieron, y vino el castigo, siendo echados para siempre del Edén.
Más adelante, en el capítulo 6 de Génesis se leen los hechos del arca de Noé. Los hombres y mujeres se volvieron liberales y decidieron vivir sin tener en cuenta los mandamientos de Dios. Se les avisó mediante profetas de las consecuencias de sus actos, pero desoyeron los avisos, y les sobrevino la tragedia del diluvio. Hechos históricos ratificados por el propio Señor en Mat 24:38-39 y Luc 17:27; así como por el Apóstol Pedro, en 2ªPed 2:5.
También puede verse en Gen 10:19 que Sodoma y Gomorra fueron tierras cananeas, paganas y practicantes de todo tipo de actos lascivos y homosexuales. Allí también fueron enviados profetas, para advertirles sobre las penosas consecuencias de vivir contra las leyes de Dios. No oyeron las advertencias y sobrevino el castigo de destrucción por fuego y azufre descrito en Gen 19: 24-28.
En su vida entre los hombres, el Hijo de Dios hizo más de 100 advertencias sobre el peligro del infierno, donde el gusano no muere ni el fuego se apaga; las últimas, la revelación apocalíptica de Mat 24:29; Mar 13:25; Luc 21:25, avisando sobre el terrible fin que espera a la humanidad.
Sin embargo, a día de hoy, ningún dirigente (o casi ninguno) amonesta sobre estos asuntos; la dialéctica moderna del evangelio ha politizado la obra evangelista, y solo se oyen las voces que hablan sobre la misericordia, el amor, y la tolerancia. Estamos ante una competencia tenaz por llenar iglesias; priorizando la idea de recaudar dinero por encima de rescatar almas para Cristo. Nadie advierte sobre las advertencias del Señor respecto al terrible castigo que espera a la humanidad; nadie advierte sobre el infierno, porque el diablo, que está al control de todas las iglesias ha prohibido hablar de este tema, y así poder arrastrar con él a la mayor cantidad de almas posibles.
La acción más inteligente del ser humano es la de preocuparse por lo que sucederá a su muerte; es el instante más importante de su vida, puesto que después de ese momento no habrá marcha atrás. Quien haya oído las advertencias del Señor Jesús, y haya sido prudente y fiel a estas, habiéndose arrepentido de sus pecados, habiendo sido sumergidos en las aguas del bautismo, y habiendo vivido luego fiel al Evangelio hasta la muerte física, pasará de muerte a vida, al Paraíso de Dios visitado por el apóstol Pablo, según prometió el Hijo de Dios.
Pero quien haya endurecido su corazón contra las Escrituras y el legado evangélico del Cristo, dejándose arrastrar por la corriente del mundo, viviendo a la manera del mundo, habrá vivido abrazado al contrincante del Salvador… y no verá otra cosa que su posterior abrazo de posesión cuando salga de este mundo físico y entre al espiritual .
Infierno y muerte espiritual para los que se nieguen a reconocer al Señor Jesucristo como el Salvador enviado por el Padre Celestial, como el puente de reconciliación con Dios. Y vida eterna en el Paraíso, en paso inmediato, para todos aquellos que escuchen las advertencias, se arrepientan de sus pecados, y mueran alineados con los mandamientos de Dios y sus cuentas a 0 gracias a las aguas del bautismo.
Es el fin que espera a toda la humanidad; y a pesar de su importancia (nada lo es más), nadie habla de estas cosas. Estamos en una guerra espiritual, iniciada en los cielos cuando Satanás fue expulsado hacia los abismos de la Tierra, el infierno creado para él, y su compañía de la tercera parte de las huestes espirituales que una vez se enfrentaron al Dios Todopoderoso. Y esa guerra está a punto de terminar aquí, entre nosotros; pero nadie advierte. Estamos ante un mundo sordo y ciego; pero también ante una iglesia light, sosa, y políticamente correcta, incapaz de reconocer su infidelidad al Cristo que profesan.