Diciembre 27/2011
Hace unos días participé en un debate sobre la existencia del infierno. Y hubo quien defendió con convicción que el diablo no existía, que las Escrituras le citan como ‘alegoría’ para definir las manifestaciones del mal, en oposición al bien que personifica en sí mismo el Hijo de Dios. Discusión normal si hubiera sucedido a nivel de calle, en un intercambio filosófico entre colegas… sin embargo, se trataba de una reunión cristiana, en una iglesia cristiana, entre gente que reconoce en Jesucristo al Salvador de la humanidad y al Juez que vendrá.
La ignorancia da ventaja al diablo; también la propia apatía, pues quien reconozca la trascendental importancia que tuvo para el mundo la crucifixión del Cristo, debe recordar las muchas veces que el propio Señor instruyó de forma directa sobre el diablo y sus ángeles. De hecho, viajar a las tinieblas es una posible opción definitiva cuando Él vuelva; su Visa abrirá optativamente dos puertas opuestas: cielo o infierno.
Pero resulta obvio que lo del cielo en singular no es irrebatible; en realidad, según nuestros actos tocará un tipo de gloria. El mismo Jesús dice a Pedro, en Mat 16: 19:
«Y a ti te daré las llaves del reino de los cielos; y todo lo que atares en la tierra será atado en los cielos; y todo lo que desatares en la tierra será desatado en los cielos.»
Vemos que se refiere a los cielos en plural, tres veces. En general, en toda su instrucción, el Señor utiliza este plural en 38 ocasiones, en 34 versículos distintos. Incluso a veces combinándolo con un uso singular, en una misma frase:
”y las estrellas caerán del cielo, y las potencias que están en los cielos serán conmovidas.» [Mar 13:25]
Y de nuevo, cuando instruye sobre la forma de orar, en Luc 11:2:
“…decid: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra.»
La instrucción bíblica de Jesús es muy prolífica respecto a este punto; Él no habló por hablar, cada contexto tiene su señal. Y nuestro deber es buscarla.
Teniendo en cuenta esas reflexiones, más la de Apo 2:23: “y a cada uno de ustedes le daré según lo que haya hecho”; y la de Apo 22:12: «He aquí yo vengo pronto, y mi galardón conmigo, para recompensar a cada uno según sea su obra”, resulta innegable que hay varios cielos… o sea: varias categorías de gloria.
Pablo las mencionó en 2ªCo 12:2:
“Conozco a un hombre en Cristo, que hace catorce años (si en el cuerpo, no lo sé; si fuera del cuerpo, no lo sé; Dios lo sabe) fue arrebatado hasta el tercer cielo.”
Obviamente Jesús le instruyó sobre tres cielos, y Pablo lo trasladó a los corintios. El apóstol lo menciona con la misma convicción que habla de otros asuntos acreditados; y ya sabemos cuánto era él de detallista, explicando hasta la saciedad cada punto que considerara nuevo e importante. Sin embargo no consta su educación al respecto.
Todo eso indica que se ha perdido información por el camino, pues ni esa instrucción directa de Jesús ni la de Pablo, ha llegado a nosotros. Y un ejemplo lo vemos en los Manuscritos de Nag Hammadi, los más antiguos que existen, hallados en 1945, en paleografía copta, legado de los primeros cristianos egipcios. Textos religiosos y herméticos, sentencias morales, escritos apócrifos y una reescritura de la República, de Platón, casi ignorados; gnósticismo declarado hereje por la jerarquía vaticana.
Pero no es la única información pendiente de análisis. Ya Jesús dijo en Juan 10:16:
«También tengo otras ovejas que no son de este redil; aquéllas también debo traer, y oirán mi voz; y habrá un rebaño, y un pastor.»
O sea, habla de ovejas en rediles distantes, que ya le pertenecían. Y hay testimonio de uno de ellos allende a los mares: judíos de un éxodo intercontinental acaecido en el 600 aC… que dejaron también otro legado de Jesucristo para la posteridad. ¿Quiénes eran? ¿Dónde estaban en la era de Cristo? Se tratará próximamente. Por ahora, solo es importante reconocer este hecho, mencionado también en Jn 11:51-52:
“Esto no lo dijo por sí mismo, sino que como era el sumo sacerdote aquel año, profetizó que Jesús había de morir por la nación; y no solamente por la nación, sino también para congregar en uno a los hijos de Dios que estaban dispersos.
Y vemos que Jesús fue muy enigmático sobre enseñanza pendiente, en Jn 16:12:
«Aún tengo muchas cosas que deciros, pero es demasiado para vosotros.»
Todos han oído del libre albedrío. Y en la propia iglesia hay dudas sobre ello; hay quien dice que, puesto que solo hay cielo e infierno, el temor a Dios coarta la libertad de decisión, obligando prácticamente a decidir en una sola dirección. Sin embargo, más adelante veremos que el ser humano no elegirá entre 2 caminos, sino entre 4.
De momento, para no diluir mucho el tema, debo decir que las 3 distintas glorias celestiales solo serán establecidas al concluir el indecible tormento apocalíptico que aguarda a la humanidad. Luego vendrá la resurrección de los muertos, para llevar cada alma al juicio final; allí se decretará a cuál de los 4 reinos irá cada quien.
Así, se resucitará para salvación o para condenación. Cada alma comparecerá ante el tribunal de Cristo con cuerpo resucitado. Primero los muertos de la iglesia cristiana; luego el resto de la humanidad… incluida la porción de infierno que podrá acceder a juicio, pues hay un resto: hijos de perdición, para quienes ya no habrá más opción que el tormento eterno. Y de esto también se concretará en el siguiente artículo.
De modo que según la Justicia de Dios habrá dos resurrecciones: la de los justos… y la de los injustos redimidos del abismo, luego de larga aflicción por encadenarse ellos mismos con sus actos en vida al yugo de satanás, a sus escarnios y laceraciones. Será un periodo cuyo tiempo de cumplimiento solo lo sabe quien tiene que saberlo; pero, inexorablemente, será, aunque a algunos suene a cuento chino.
Un reino ya está: el infierno; no necesita esperar por los terribles sucesos del fin. Un ángel con autoridad ante Dios, se rebeló contra Jesús, y por esa razón fue echado lejos de la presencia del Padre; y con él sus seguidores: la tercera parte del mundo angélico. Ellos fueron los fundadores del averno; desde entonces hacen la guerra a quienes se confiesen cristianos. Les seducen mediante la sensualidad, aberración sexual, gusto por el poder, vanidad, soberbia, egolatría… cualquier deseo mundano que viole los estatutos del Creador, y las puntualizaciones de Jesucristo.
Ese será el reino más nutrido, el de conjura; con libre acceso gracias a la personal conducta en vida, opuesta a la moral y cívica cristiana. Pero también de aquellos que, habiendo reconocido al Cristo, e incluso habiendo sido bautizados en las aguas, luego se dejaron engañar al canto de lo ‘moderno’, y usaron su albedrío para vivir según su sensualidad, malicia y engaño, sin arrepentirse de ello, renunciando a la pureza obligada para estar en la eternidad con Dios y con Jesús.
Es en realidad el reino de los insensatos que tildan despectivamente de ‘anticuados’ a todo aquel que les alerta sobre el peligro de violar las leyes de Dios. Allí, siendo tarde ya para recapacitar, comprenderán que quien todo lo creó es el dueño del tiempo; en suplicio aprenderán que el Creador ha medido, mide, y medirá por siempre, según su propio reloj, no según el que mejor convenga a la debilidad del ser humano.
Así, al ser la eternidad un hecho, luego del juicio y según obras consumadas con libre albedrío, sin haberse arrepentido ante Jesús ni haberse bautizado ni comprometido en fidelidad, cada quien morará eternamente en el imperio al que le inciten sus actos.
Pero, al margen de lo individual, ¿qué pasa con la familia? ¿Tiene Dios un proyecto para ella? Sí, lo tiene. A las 12:55 del 6 de septiembre/2007, en medio de un año de oración y ayuno, recibí las siguientes palabras con toda claridad:
“Abogad siempre, disciplinando en el Proyecto del Hogar”
No consumo alcohol ni drogas de ningún tipo; no los necesito para funcionar. Oí lo que oí… y no es la primera vez que oigo al Espíritu. Ese ‘abogad’, nítido, no era de mi subconsciente; los cubanos no emplean el ‘vosotros’. De niños adquirimos el hábito exclusivo del ‘nosotros’, ‘ustedes’ y ‘ellos’. Incluso tuve que acudir al diccionario para un mejor razonamiento de lo que había oído. Hasta hoy no estaba preparado, pero ahora es posible; ese tema de la familia será la conclusión de este trabajo, en un posterior artículo:
LOS REINOS CELESTIALES Y EL PROYECTO DEL HOGAR.
**********
Debe estar conectado para enviar un comentario.