ADN: SEÑAL DE TRÁFICO QUE ALGUNOS NO VEN.

febrero 15, 2008

Febrero 15/2008

LA CREACIÓN: UNA MANIFESTACIÓN DE INTELIGENCIA.

Cuando nos disponemos a hacer un viaje hacia un sitio distante al que nunca hemos ido, solemos preguntar a un amigo, consultar el GPS o acudir al método arcaico y seguro de siempre: un mapa actualizado. Por cualquiera de estas vías podremos llevar a buen fin la aventura; pero al llegar al lugar deseado, no debemos perder de vista las señales de tráfico que constantemente nos alertan. No hay que evadirlas, porque, entre otras cosas, podríamos tomar una calle en dirección contraria a la debida… y darnos el batacazo.

Con la intrincada y enigmática red de carreteras contenida en el ADN, sucede algo idéntico. Gracias a los biólogos moleculares y científicos genetistas de todas las ramas de la ciencia, ese engranaje místico está siendo puesto bajo el control del conocimiento, cada día más. Cada 24 horas, algún laboratorio del mundo alcanza un nuevo conocimiento… incluso detalles del llamado ‘ADN basura‘, que se habían pasado por alto y que indican que no todo se sabe acerca de este misterioso 90% de información ‘sin importancia‘, contenida en la fabulosa cadena de doble hélice.

Los investigadores deben ser susceptibles a lo ocurrido con órganos considerados vestigiales al principio, (desechos de la evolución), que luego se comprobó la enorme importancia que tenían para el cuerpo humano. Esa minúscula glándula llamada hipófisis, es quizás uno de los mayores ejemplos que alertan contra el exceso de soberbia humana.

En muchos libros y artículos que tratan sobre biología celular, vemos palabras como orgánulos, citoplasma, célula eucariota… la biología molecular se ha esforzado mucho en los últimos tiempos; miles de científicos se entregan, en la búsqueda de respuestas positivas al tratamiento de enfermedades que tienen a muchos niños y adultos al borde de la muerte, casi sin expectativas de vida.

Estas dolencias, casi siempre congénitas, se deben a alteraciones debidas a la pérdida de información codificada en el ADN, (el muriendo, morirás del Bereshit 2:17 judío) que derivan en efectos negativos, entre ellos, las mutaciones genéticas, aclaradas más abajo.

Los que no somos investigadores del campo de la biología, pero sentimos una particular admiración por esa Ciencia, (con mayúsculas), dedicamos buena parte de nuestro tiempo libre en la instrucción sobre los enigmas que encierran la pasmosa molécula. Muchas veces, esas lecturas se convierten en nuestras series y literaturas favoritas; entonces, las arañas dan fiestas y tejen redes en la TV de nuestra casa o en los libros de la pequeña biblioteca personal.

Pero, ¿qué papel juega el ADN en nuestro organismo? Los genes son como libros en los cuales se guarda la información para, primero, fabricar un nuevo ser humano y después controlar su metabolismo vital. El conjunto de genes de una especie determinada, planta o animal, se llama genoma. Se puede decir, a grandes rasgos, que concentra las instrucciones de producción de las proteínas y/o enzimas necesarias, desde el mismo proceso de la fecundación, para luego tener una intervención activa en casi todo lo que afecta a la vida.

Cada cromosoma, contiene una única molécula de ADN asociada a proteínas. En el proceso normal de reproducción celular, los cromosomas se duplican para proporcionar a los núcleos derivados, los mismos genes que la célula madre; si existen mutaciones, estas también se copian, produciendo una alteración de la estructura del nuevo ADN, y afectando la descendencia, debido a que las órdenes primarias han variado.

Podemos ver esto con la disciplina de un ejército: el ADN es el comandante en jefe: principal dirigente del material genético. Contiene información (lenguaje codificado) en la secuencia de pares de nucleótidos, y transcribe esta en los ARN mensajeros, sus oficiales ayudantes, para fabricar un ser con características muy similares a aquel del que proviene.

Cada molécula de ADN contiene dos cadenas formadas por muchos compuestos químicos (nucleótidos), que conforman una escalera retorcida llamada ‘de doble hélice‘. Cada nucleótido contiene tres módulos: una molécula de azúcar (desoxirribosa), un grupo fosfato y solo uno de cuatro posibles compuestos nitrogenados (bases): adenina (A), guanina (G), timina (T) y citosina (C). La desoxirribosa ocupa el centro del nucleótido; a un lado está el grupo fosfato, y al otro, estará una base. El grupo fosfato está a su vez unido a la desoxirribosa del nucleótido adyacente de la cadena. Estos enlaces desoxirribosa-fosfato, son los lados de la escalera; las bases se enfrentan por parejas, mirando hacia el interior, y forman los travesaños.

El ADN posee la ‘receta‘ para producir proteínas: compuestos integrados por pequeñas moléculas (aminoácidos), que fijarán su estructura y función. La serie de aminoácidos está a su vez determinada por la secuencia de bases de los nucleótidos del ADN. Y aquí se percibe la inteligencia de un diseñador: Cada grupo de tres bases (triplete), forma una palabra del código genético (codón), que define un aminoácido específico. El triplete GAC (guanina, adenina, citosina) ubica al aminoácido leucina, mientras que el CAG (citosina, adenina, guanina) atañe al aminoácido valina.

Así ocurre con la combinación de todos aminoácidos que se unen inteligentemente, en las proporciones adecuadas, para generar cada proteína que el ser vivo necesita: un lenguaje de 4 letras que ‘codifica’ 64 órdenes de proceso.

De esto se deduce que una proteína creada por 100 aminoácidos, queda codificada por un conjunto de 300 nucleótidos de ADN. De las dos cadenas de polinucleótidos que forman una molécula de ADN, sólo una, (paralela), contiene los datos precisos para producir una serie de aminoácidos determinada. La otra, (antiparalela), ayuda a la replicación.

Ahora bien, podrían conceptuarse dos tipos de ADN, el que codifica las proteínas y el que no codifica. Para lograr una síntesis determinada, el ADN codificante, se transcribe a un ARNm (mensajero), quien sale hacia la maquinaria que elaborará las proteínas.

Luego que el ARNm lleve las instrucciones que fijarán las cadenas de aminoácidos, el ARNt (transporte) porta el aminoácido correspondiente al codón, hacia el ribosoma (estructura celular especializada que actúa como centro de síntesis de proteínas). Este une los aminoácidos para formar una nueva proteína, según la «programación» transcrita en el ARNm. Hay 64 codones o ‘palabras‘ posibles y 20 aminoácidos; por lo cual atañe más de uno para cada aminoácido.

Y aquí ocurre otro proceso muy interesante, que los ciegos evolucionistas se saltan a la torera: Un solo triplete (AUG) indica el inicio de la síntesis, y otros tres codones, el  ‘fin’ o parada de esta casi mágica elaboración: UAA, UGA y UAG (nonsense codons o stop codons). ¿Quién determinó esa perfección, en un elemento tan pequeño? ¿Cómo es posible que los investigadores de la evolución pudieran permanecer indiferentes a estas señales que, obviamente, no fueron puestas ahí por una ameba? Pues nada, la conclusión es fulminante: todo ese diseño y ejemplo de inteligencia codificada fue resultado de la ‘diosa evolución’. Auto respuesta complaciente y pasito adelante, que vamos sin freno y sin tiempo.

Matemáticamente, es posible producir 64 palabras de tres letras, a partir de mezclas de cuatro letras. Si se sabe que el «alfabeto» ADN posee cuatro letras (bases); su diccionario tendrá entonces 64 palabras de tres letras. Y si hablamos de ADN, hay que hablar de gen.

Un gen es una secuencia de nucleótidos de ADN que dicta el orden de aminoácidos de una proteína, mediante el ARN mensajero. Si la información transcrita a este, está alterada, debido a pérdida de información codificada, la sustitución de un nucleótido de ADN por otro que contiene una base distinta hará que toda célula o virus descendiente, contengan esa misma secuencia de bases alterada; como resultado, también cambiará la secuencia de aminoácidos de la proteína resultante. Esta alteración de una molécula de ADN se llama mutación; casi todas las mutaciones son resultado de errores durante el proceso de replicación. Aunque hay otras debidas a la ingerencia de agentes externos.

La exposición de células y virus, a las radiaciones o a acciones químicas, aumenta la probabilidad de sufrir mutaciones, debido al efecto biológico ejercido también sobre el propio código genético, destruyendo su información y creando errores.

Con respecto al ADN no codificante o ‘ADN basura‘, hay que decir que al inicio no parecía prestar servicio alguno, pero distintos estudios recientes apuntan a que eso puede no ser cierto en absoluto, pues entre otros actos, se supone que regulan la expresión diferencial de los genes. Su alta concentración en genomas eucarióticos, así como las diferencias de volumen del genoma, constituyen el enigma conocido como ‘valor de C’. Se cree que el mal llamado ADN basura concierne a series genéticas procedentes de duplicaciones, translocaciones y recombinaciones de virus, etc, e implica más del 90% de nuestro genoma (entre 20.000 ó 25.000 genes); pero aun se está lejos de la certidumbre.

Surgen muchas incógnitas: ¿Por qué hay 64 palabras en el diccionario ADN, para traducir apenas 20 aminoácidos? ¿Por qué se supone que evolucionó, un proceso que es más complejo que lo que necesitaría ser? ¿Por qué, si las especies proceden de otras especies, debido a gradaciones esencialmente celulares, no se ve en todas partes innumerables formas de transición? ¿Por qué no está la Naturaleza en caos, con seres transicionales por todos lados, (medios pájaros, medios reptiles, medios mamíferos, medios ballenas….) en lugar de presentar a todas sus especies bien especificadas, según las podemos observar hoy?

Los propios científicos aun tratan de responder estas cuestiones.

Es una rareza del código genético, que existan aminoácidos como la leucina, traducida a partir de seis codones distintos, mientras sólo dos aminoácidos, también con funciones primordiales, como metionina y triptófano, están codificados por un sólo codón.

Quiero acentuar que la información escrita en las moléculas de ADN no se debe a ninguna interacción conocida. Estas no poseen una inteligencia original que les permita organizarse a sí mismas en códigos; no existe ley física que suministre a ningún elemento la capacidad de constituirse, junto a otros, en un conjunto codificado.

Tal como el disco duro del ordenador, el ADN no posee inteligencia. Solo un agente externo podría perfilar los complicados y específicos códigos de este «programa«. El software de cualquier dispositivo actual, primero ha sido diseñado por un programador. Igualmente, en el ADN, está claro que la inteligencia que implica, surgió antes que su propia existencia; es innegable, desde la misma lógica humana, que es un producto de diseño, no de casualidades aleatorias.

Resulta una audacia afirmar que la existencia de todos los seres vivos se debe a la evolución de las especies, amparándose en experimentos imprecisos como el de Miller, cuando la ciencia aun tiene el enorme e ineludible deber de revelar cómo, la primera molécula de proteína, debida a la asociación de aminoácidos específicos, pudo nacer mediante procesos naturales.

Al llegar al código genético, la ciencia debió haberse detenido ante la enorme señal de STOP que representa; aunque fuera solo para meditar en toda la sabiduría que encierra su diseño. Su complejidad grita tanto, que no permite oír todas las barbaridades que dicen en contra de la Creación.

Por favor, no partan más del punto abstracto en que un ente surgió de los mares para iniciar una serie de insólitas transformaciones. Tengan la valentía de buscar el elemento vivo primigenio, antes de formular todas esas enrevesadas teorías marginadas de la razón; si llegan a él, comprenderán entonces que hallaron el camino que les lleva hacia Dios.

«En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y era Dios. Este fue el principio con Dios. Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él, nada de lo existente fue hecho. En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz, en las tinieblas resplandece, y las tinieblas no podrán apagarla.»(Juan 1:1-5)


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