EL PRÍNCIPE ENCANTADO, CENICIENTA… Y DATACIÓN GEOLÓGICA I.

marzo 15, 2009

Este blog se complace en presentar una serie de hallazgos ‘molestos‘ para los amantes de la tierra eónica. Se probará así que la sensatez de los sistemas de datación no supera la que puedan tener los cuentos infantiles que ilusionan a mentes inmaduras; y que solo una afín conducta pueril, puede explicar el frenesí mostrado hacia estas ‘técnicas’, por los tutores del sin-Dios, ya sea tras una armadura geológica, o una tipo ‘evolución de las especies’.

Abro la serie con el hallazgo de la apelada «Máquina de Antikythera«, artefacto obviamente moderno, hallado en un barco hundido, cuya aparición fortuita se debió a la inmersión de pescadores de esponjas. Estos faenaban a unos 60 ms. de profundidad, frente a la isla de Antikythera, mar Egeo, en el año 1900, cuando detectaron la presencia de los restos de una embarcación, y se afanaron en repetidas inmersiones, intentando rescatar todos los objetos de posible valor.

En un momento impreciso, uno de ellos vio un extraño bloque de apariencia metálica, cubierto de pequeños corales que lo habían convertido en residencia. Los ‘peritos’ obviaron el bloque, describieron la nave como ‘galera griega’, la dataron en el siglo I aC, y consideraron esa fecha como la del naufragio. Sin embargo, un año más tarde, cuando se realizaba su clasificación, al arqueólogo griego Valerios Stais, le sorprendió que entre la mole metálica se vieran varios engranajes… algo totalmente anacrónico entre restos datados en 2000 años de antigüedad.

De modo que se dio a la tarea de limpiarla minuciosamente, y al terminar, lo mismo él que el resto de expertos, concluyeron que el aparato era todo un sistema tecnológico; lo consideraron un reloj astronómico, o algún instrumento de navegación muy sofisticado. Y al detectar la presencia de inscripciones en el metal, se solicitó la presencia de epígrafos que pudieran descifrarlas, leerlas e interpretarlas, con el fin de obtener la mayor cantidad posible de información sobre el enigma.

Estos fallaron que se hacía referencia al sol, la luna y otros cuerpos celestes; posteriormente, estudios más profundos, fijaron incluso que se trataba de una calculadora astronómica en toda regla. Desde entonces, este aparato se expone en el Museo Arqueológico Nacional de Atenas.

Cinco décadas después, el oficial naval francés, Jacques Cousteau, estudioso del mar y sus formas de vida, se interesó en su misterioso mecanismo, y decidió seguir buscando en la misma zona. Para ello se valió del antiguo dragaminas del Ejército Británico ‘Calypso’, convertido por él en buque oceanográfico, luego que le fuera simbólicamente arrendado por un dólar al año, a través del multimillonario británico Leonel Guinness.

Como resultado, el Capitán Cousteau rescató un valioso tesoro arqueológico, en el que se incluyeron otros pequeños restos de engranajes de incomprensible utilización, que lejos de aclarar la situación, la complicaron aun más.

Pero, volvamos al artilugio datado en la época dorada de Roma: un mecanismo hecho en bronce, originalmente montado dentro de una caja de madera con dos puertas. Mediante una inscripción de 3,000 caracteres [la mayoría sólo descifrable recientemente], se indicaba el manejo del instrumento y el cómo interpretar las observaciones obtenidas. Este fue su aspecto original:

Antikythera

El ingenio, luego de ser debidamente limpiado, se presentó como el sistema mecánico que podrán ver al final: 40 ruedas de engranaje, cuyo volante principal exhibe 240 dientes. Contaba además de otros 9 volantes móviles que girarían sobre sus respectivos ejes, de los cuales, el más robusto haría funcionar todo el conjunto.

Hoy se considera el primer ordenador mecánico de la historia; el objeto más sofisticado hallado nunca, antes de la Edad Media. Instrumento que se supone construido entre el 150 y el 100 A.C. en Grecia, y al cual incluso le han asignado creador: el astrónomo Hiparco, ya que el mecanismo emplea su teoría sobre el movimiento de la Luna.

El historiador Derek J. de Solla, lo catalogó como ‘computadora astronómica’ capaz de predecir las posiciones del Sol y de la Luna en el zodíaco. Sin embargo, estudios posteriores indican que el dispositivo era mucho más «inteligente». Hace poco, mediante técnica TAC, [scanner de alta resolución], un grupo internacional de investigadores concluyó que el mecanismo ‘Antikythera’, suma, resta, computa y explica astrofísica. Y lo hace en un entorno que implica a la luna y la posición planetaria, mediante un disco de calibración que le haría capaz de predecir todos los eclipses solares o lunares. O sea, bastaba introducir una fecha con una manivela, y su mecanismo fijaba la posición del Sol, la Luna, y probablemente también el resto de planetas, pues se han hallado referencias inscriptas sobre Marte y Venus.

Pero… un momento; un poco de razonamiento por favor: Si aceptamos esto, estamos admitiendo avances tecnológicos cuya única evidencia no surge hasta siglos recientes, pues el módulo tiene un nivel de miniaturización y complejidad, que no se logró ni en los relojes del siglo XVIII. Aun siendo generosos, ante la innovación que representan los ‘engranajes diferenciales’, lo más cerca que podríamos situarlo, si nos sometemos a las evidencias, es en el siglo XVI, época en que estos constituyeron el no va más de la mecánica. Solo mediante esta tecnología y un mecanismo inteligente, podía recrear la órbita irregular de la Luna, unas veces ligeramente más rápida que otras.

La comunidad científica enfrenta aquí una negación de los sistemas de datación: o el barco no tenía tantos años como se le dató, o habría que reconstruir toda la historia de la mecánica clásica a partir de esta única evidencia… lo cual sería un absurdo.

El llamado ‘Proyecto Antikythera’, concluyó que estaban ante un ordenador astronómico que mostraba las fases mensuales de la luna, siguiendo el modelo de Hiparco, mediante dos escalas en espiral que cubren el ciclo Callippic [Cuatro ciclos Meton, 4 × 19 años] y el ciclo de Exeligmos [3 ciclos Saros, 3 × 18 años], prediciendo los eclipses de sol y luna.

Y este mecanismo le convierte en un módulo más sofisticado aun de lo pensado, pues revela un nivel de ingenio y una tecnología de diseño solo manifiesta en siglos recientes. Mas, antes que claudicar ante evidencias de datación errónea, basada en suposiciones, se acudió al mismo principio de ‘suposición’, para ‘apuntalarlo’ como sistema ‘científico de datación segura’. ¿Cómo lo hicieron?

Pues mediante la lectura del manual de dicho aparato, porque ¡pásmense!, aunque tampoco hay referencias sobre ningún ‘manual de usuario’ de la época del lunático Pompeyo, este aparato sí lo tenía, y lo traía consigo. Las inscripciones del ‘Códex Antikytheriansis’ instruyen sobre el uso del computador astronómico; señalan movimientos planetarios… y dos nombres geográficos: Hispania y Pharos [Alejandría].

Y justo a eso se aferran: para ellos, el ‘ΙΣΠΑΝΙΑ’, lo convierte incluso en aun 50 años más antiguo; es decir, en lugar de ser coherentes con las evidencias históricas, se hunden más en lo improbable. Suponen que señalan los extremos del mundo conocido entonces, y tal pensamiento, les lleva más atrás aun en la historia. No tienen en cuenta que el griego, al igual que el español, aunque ya resultaba cambiante desde sus inicios, mantiene aun muchas de sus palabras originales.

En el siglo VII a.C., los griegos sumaron, a los veintidós signos originalmente consonantes del primer sistema alfabético fenicio, las vocales que les permitieron pronunciar sonidos propios, e incorporar algunos caracteres que han conservado su identidad durante treinta y cinco siglos. Así, y aun a día de hoy, ‘ΙΣΠΑΝΙΑ’, sigue queriendo decir ‘España’, con lo cual, no significa más que lo que es: una palabra griega, actual en el tiempo.

Veamos por ejemplo, lo que aparece al final de la página web:
http://hispanistas.web.auth.gr/hispanistas_2/?page_id=86:

«Copyright ΕΤΑΙΡΕΙΑ ΕΛΛΗΝΩΝ ΙΣΠΑΝΙΣΤΩΝ, 2008».

Luego, estamos de nuevo ante un razonamiento circular: ‘se hace así porque lo valemos’. Lo precisan para acreditar la datación al precio que sea; aun a costa de la Verdad, meten el calzador todo lo que sea necesario. Incluso no habrá quien falte en asegurar [como es tradicional por parte de los «negadores» de molestas evidencias] que la máquina de Antikythera no es más que un artefacto de siglos recientes, que algún navegante arrojó desde su barco, y que cayó por «casualidad» en las proximidades de la vieja galera griega naufragada.

El mal de la sinrazón ha hecho metástasis; se ha adueñado de las neuronas, y bloquean el análisis. A muchos humanos, antes que creer en la Ciencia manifiesta de Dios, les resulta más fácil imaginarse al emperador Augusto, mandando a fustigar a su ayuda de cámara, porque su ‘Rolex’ le indicaba que se había atrasado en la hora de traerle la merienda.

Puestos a suponer, podríamos rebasar cualquier frontera; para eso existe la libertad de un pensamiento, capaz de volar más allá, del más allá posible. Pero eso no es válido para quienes preferimos mantener los pies sobre la tierra, razonando sobre toda la inteligencia que muestra el planeta, y sumándole la que extrapola el terreno que pisamos, hacia todo aquello que flota sobre nuestras cabezas.

No obstante, como dicen que una imagen vale más que mil palabras, decido presentarles este vídeo, para que juzguen por ustedes mismos. Dura unos minutos, pero es un tiempo que vale la pena.

Como pueden observar, la sofisticación mecánica de ‘Antikythera’ manifiesta un claro error de datación. Todas las evidencias le señalan como producto de un diseño coherente con el siglo de las luces; de la misma forma que, según análisis real, los sistemas de datación señalan hacia aquellas nanas que se cantaban a niños insomnes, para conducirles al reino de los sueños. Lo mismo que se pretende conseguir hoy con los adultos… y que, obviamente, con los menos objetivos, ha dado resultado.

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