24/05/2011
Si interesa relacionarnos con alguien, sea por negocios o gestión social, entregamos una tarjeta con nuestros datos personales, información sobre lo que hacemos, y los beneficios que ofrecemos. Luego, esperamos a que la persona llame por su propia voluntad. Y exactamente eso hace Dios, mediante una tarjeta de visita sin caducidad: las promesas de Cristo.
El Testamento de Jesús es exhortación de Dios a que le llamemos. Instruye acerca de Él en sí mismo, Sus obras y Su acción a lo largo de la historia humana: desde Adán, hasta la revelación apocalíptica al ya muy anciano apóstol Juan. Define Su Creación, así como Su providencia durante generaciones. Discipula al ser humano sobre su origen, propósito y destino; fijando que tal destino solo tiene dos caminos: a la vida armónica y eterna bajo el perfecto gobierno de Jesús… o a la fosa de azufre y fuego, el averno de Su enemigo.
El libro más torpedeado del mundo, define el fin para el que fuimos creados: conocer, amar y vivir con Dios en relación fiel e íntima, glorificándole mientras recibimos la fabulosa gracia de llegar a ser todo lo que Él desea que seamos. Pero cualquier conocimiento verdadero y genuino no es posible si no hay antes entrega a Cristo, reconociéndole como la única vía para llegar al colofón eterno y perfecto del Creador.
Dios alecciona sobre salvación y perdición. La Biblia es un perfecto manual de instrucciones; mas solo el comportamiento humano conducirá, según cumplimiento, al disfrute bajo el Gobierno de Jesús.
En esta era ateísta y escéptica, es imposible que pueda sostenerse una comprensión articulada y coherente de la naturaleza de la Escritura, con interpretación fiel, si no existe una comprensión de la óptica bíblica de Dios respecto al ser humano, al pecado, la redención en Cristo, y la necesidad de una carrera esforzada e individual hacia la salvación.
Las Escrituras nos narran sobre Dios. No es menos cierto que para entender la Biblia adecuadamente es importante saber que quien la respalda es un ser personal que está más allá del espacio y del tiempo. Y aunque es el Creador Todopoderoso del universo entero, por condescendencia se relaciona con nosotros si le buscamos con insistencia. Nos halla en nuestro tiempo y espacio, aun pese a estar en una dimensión que nosotros no podemos percibir.
Escogió revelarsénos, para que sepamos acerca de él. Y su existencia y poder se muestran no solo a través del relato bíblico y las múltiples evidencias ante nuestros ojos, sino también en el orden y la armonía cósmica de Su Creación, pese a que tal concordia la rompa la rebelión humana, enmascarada en una seudociencia ateísta, sin evidencias, argumentativa y rebelde.
Y la misericordia de Dios tiene su límite en la rebeldía. La pecaminosidad humana se esfuerza con energía ante la revelación de la Creación, negando las evidencias reales con manipulación. Así, no se trata de que no se vea el diseño, el cálculo inteligente, y el propósito; sino que el corazón no quiere ver la existencia de un Dios controlador ni una justicia final inexorable.
Dios se da a conocer además en variedad de formas: revelación directa al corazón, sueños, palabras oídas con toda claridad… sea de forma viva o latente. Si lo hace directamente, hay un sentido activo e individual sobre la persona o personas que lo reciben. Pero la Biblia representa el sentido potencial, el mensaje global; Su comunicación universal e imperecedera.
Es tan vital el hablar de Dios, que en Su última revelación en Su Hijo, el apóstol Juan se refiere a Jesús como “el Verbo” (Juan 1:1, 14). Más adelante, el que montaba el caballo blanco, en Apoc. 19:13 es llamado “El Verbo De Dios”.
Sin embargo, es inadecuado hablar de las Escrituras como la Palabra de Dios. La revelación de Dios al dirigirse a Adán, Noé, Moisés y el resto de profetas que tuvieron el privilegio de hablar con Él, ¡sí era la Palabra de Dios! Pero el legado escrito es humano; tiene alteraciones debido a traducciones, y/o mala praxis escriba, cuando al no entender un enunciado, lo transcribieron según propia interpretación. No es usual, pero ha sucedido:
«¿Cómo decís: ‘Nosotros somos sabios, y la ley de Jehová está con nosotros?’ Ciertamente la ha cambiado en mentira la pluma mentirosa de los escribas.» [Jer 8:8]
El propio Jesús, en Mar 7:13, reprende a los que alteraban la Palabra:
«… invalidando la palabra de Dios con vuestra tradición que habéis transmitido. Y muchas cosas hacéis semejantes a estas…»
La Biblia no es producto fiel del dictado divino; no descendió del cielo como las tablas a Moisés. Declara la revelación de Dios y su autoridad divina, en 66 libros humanos. No llegó de golpe, sino a través de un período de milenios, desde manos y mentes humanas… imperfectas.
El factor coincidencia del testimonio de quienes aceptaron a Jesús le hace fiable al 100%. La Biblia tiene origen divino, pero implicación humana; registro humano. Jesús dice cómo entresacar la Verdad; una persona con dos naturalezas: Hijo de Dios, y hombre, Jesucristo no puede ser percibido y creído si se ignora o separa su deidad de su humanidad, su instrucción, el legado escrito por contemporáneos suyos, su sacrificio en la cruz, la redención del pecado humano, y su resurrección. Jesucristo es Dios y hombre; pero la Biblia no. Jesucristo ha de ser adorado, la Biblia no. Solo debe ser asumida como el manual cuya interpretación nos acercará a la redención definitiva, a través de las instrucciones de Cristo.
Y no es que se haga por mala fe; algunos autores bíblicos, considerándose a sí mismos con suficiente estatura espiritual, dejan caer conceptos puntuales que, al alejarse del plan legado por Cristo, tienden a la confusión. Y un ejemplo de ello lo son las citas de algunos Evangelios que inducen que ya somos salvos con solo arrepentirnos de nuestros pecados y reconocer a Jesús como nuestro salvador.
Eso es un error pastoral, muy habitual en iglesias cristianas. Aunque es cierto que la sangre de Cristo tiene poder de permanencia en el tiempo para perdonar pecados, no lo es así respecto a la salvación individual. La sangre del madero, aun más de 2000 años después, tiene poder para poner al arrepentido en camino de salvación. Pero solo hasta ahí; el ser humano debe demostrar que de verdad se ha arrepentido… dejando de pecar. Solo así, en esa permanencia, obtendrá el cetro de corona eterna, bajo el gobierno de Cristo, en el Sion definitivo. Lo instruyen casi 100 versículos: 44 de Jesús, y 50 de sus apóstoles.
Ej: [Jesús, en Mat 10:22] ‘Y seréis aborrecidos de todos por mi nombre; mas el que persevere hasta el fin, éste será salvo. [Salvación condicionada a obras]
Pablo, en 1Co 9:26-27 «Así que, yo de esta manera corro, no como a la ventura; de esta manera peleo, no como quien golpea el aire, sino que golpeo mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre, no sea que habiendo sido heraldo para otros, yo mismo venga a ser eliminado.» [Salvación condicionada al obrar]
El propio Jesús, consciente de la posible adulteración humana de su instrucción, antes de su ascensión, dijo a sus apóstoles, responsables de su Evangelio, en Mat 28:18-20:
«Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. Por tanto, id, y haced discípulos por todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén.»
Es decir; deja claro que arrepentidos y bautizados deben guardar Sus órdenes, si esperan recibir Su promesa. ¡A eso condiciona la salvación individual! Y en la narración de este hecho se ve la contradicción bíblica por acción humana que comentaba más arriba, pues Luc 24:50-51 dice:
‘Y los sacó fuera hasta Betania, y alzando sus manos, los bendijo. Y aconteció que bendiciéndolos, se separó de ellos, y fue llevado arriba al cielo.’
Es decir; Lucas sitúa la ascensión definitiva del Señor en Betania, a algo más de 3 kms. de Jerusalén, mientras Mateo la sitúa mucho más lejos, en Galilea. Mas, sea cual sea la ubicación real, al margen del error humano… ¿es lo substancial del mensaje? Obviamente, la esencia es la ascensión de Jesús para ocupar el lugar que le correspondía como Hijo de Dios, luego de cumplir su cometido en la Tierra. Y en eso sí coinciden los versículos.
Extrapolémoslo a lo que sucede entre nosotros a día de hoy. Supongamos un seísmo en un punto X del planeta. Los titulares divergen: unos señalan 34 muertos, y 200 heridos; otros dicen que los muertos eran solo 23, y los heridos 800. Algunos dicen que la zona más dañada fue el centro, mientras otros presentan fotos del extrarradio, presentando esa área como la más castigada.
¿Cuál es la esencia? Sin dudas la catástrofe, el hecho en sí; lo otro es aporte humano. Y ese es el espíritu de la letra; cuando leemos la Biblia, debemos leerla bajo la acción del Espíritu Santo, porque solo Él nos lleva a la Verdad. Y no lo digo yo, sino el propio Jesús, al advertir a través del apóstol Juan [que convivió con Él], en Jn 16:13:
“Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que habrán de venir.”
Jesús se las sabía todas; fue el gran conocedor del alma humana y de su tendencia a la distorsión. Sabe que el ser humano siempre busca desmarcarse del resto en lo individual, con enfoques distintos, para satisfacer ego y vanidad.
Por ello, al acercarnos a la Biblia, sabemos que es la Palabra que viene de Dios… pero sin ignorar la parte de dimensión humana y su responsabilidad en las Escrituras al escribir, traducir, y narrar los hechos acaecidos.
Yo siempre muestro una evidencia de este último objeto de error, en la traducción del Bereshit 2:17 de las Escrituras judías:
«… pero del Árbol del Conocimiento del Bien y del Mal, no comerás; pues el día que de él comas, muriendo, morirás».
Mientras el Gen 2:17, en su traducción al griego, dice:
«mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás.»
Es obvio que, al traducir, la limitada ciencia humana de entonces fue incapaz de aceptar aquel incomprensible ‘muriendo morirás’. Y en lugar de ser fieles a lo que aparecía escrito, y que hoy se interpreta claramente con el conocimiento ADN, pues morimos según muere nuestra información genómica, decidieron discernir la Palabra de Dios imponiendo sabiduría humana. Así, el ego tergiversó la expresión original. ¿Quién sabe cuántas veces más ha ocurrido en la acción de transcripción y/o traducción bíblica? Por eso debe predominar la profecía de Cristo en Jn 16:13:
“Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que habrán de venir.”
El gran continente aislado es el abismo interior, la esencia de Laodicea, sobre la que advierte con rigor Jesús en Apo 3:14; esa aversión latente a la que muchos se aferran con obstinación.
Usemos pues la tarjeta de visita de Jesús, diseñada para la salvación de nuestras almas. Él no discrimina; solo exige lo que exige Dios: que seamos fieles a la ley; o sea, a la constante advertencia latente en Sus Palabras.
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