LA SELECCIÓN NATURAL SE AUTOFLAGELA.
En este blog, mucho de lo que se debate corresponde a la selección natural, que contradice a la teoría de la evolución que la genera, pues nunca se ha demostrado que se trasmute la información genética de una especie en otra: una estrella de mar en un pez, un pez en una rana, una rana en un cocodrilo o un cocodrilo en un pájaro. El mayor defensor del equilibrio puntuado, Stephen Jay Gould, paleontólogo, biólogo teórico y divulgador científico estadounidense muerto en el 2002, dijo, sobre esta: «La esencia del darwinismo yace en una sola frase: la selección natural es la fuerza creativa del cambio evolutivo. Nadie niega que la selección natural jugará su papel para eliminar lo inepto. Pero las teorías darwinistas requieren que también origine lo conveniente».
La evolución habla de azar, pero presenta todos los mecanismos orgánicos, como si estuviese obrando un diseñador consciente. Sin embargo, la selección natural no posee conciencia ni voluntad para decidir qué es bueno o malo ni siquiera para la célula básica procarionte; a no ser que hablemos de la ‘diosa evolución‘, que en ese caso ocuparía el lugar que le corresponde, dentro de las religiones monoteístas, no en el campo de las Ciencias. Pues, ¿cómo explicar si no, los sistemas biológicos y grupos celulares que tienen el carácter de «complejidad irreductible». Los grupos de órganos funcionando entre sí, y para sí, implican la intervención de un gran número de partes; si una de ellas se pierde o falla, su función se invalida.
Por ej., un ojo no ‘ve’, a menos que sus módulos se ajusten de tal forma que resulte apto para la visión. Es descabellado pensar que el azar reúne las células involucradas imaginando la futura función, con su inmensa complejidad (que veremos, en otro post) y brindar el beneficio que será logrado en la última etapa. El mecanismo de selección natural no posee capacidad de análisis; es incapaz de conseguirlo. Esto demuele los cimientos de la teoría de la evolución que ya atormentó en su momento al propio Darwin:
«Si pudiera demostrarse que existió algún órgano complejo, el cual, quizá no se formó mediante numerosas, sucesivas y lentas alteraciones, mi teoría se derrumbaría absolutamente.»
La ‘selección natural’ no puede producir especies nuevas, ni codificar información genética nueva para hacer órganos diferentes y permitir ‘evolucionar’. Es un absurdo; Darwin aceptó esta realidad diciendo: «La selección natural no puede hacer nada hasta que ocurran fortuitamente las variaciones favorables». Por ello sus seguidores han tenido que presentar las mutaciones, como «el origen de esas mudas propicias». Mas, las mutaciones solo pueden causar cambios dañinos; son substituciones o rupturas que tienen lugar en la molécula de ADN, en el núcleo de la célula de cada entidad, donde se almacena toda la información genética ‘codificada’. ¿Quién la codificó? ¿La selección natural? Seamos serios.
Estas substituciones o rupturas, resultan de causas externas que pueden ser, la acción química o la radiación. Son «accidentes» que averían los nucleótidos del ADN o alteran su ubicación. La mayoría de las veces provoca tantos daños, que la célula no puede repararlos; no es la varita mágica que muta los seres en algo más avanzado. La única evidencia que la humanidad tiene de ellas, son los efectos exhibidos por el pueblo de Hiroshima, Nagasaki y Chernobil, es decir: sufrimiento, muerte, invalidez y crueles abortos de la naturaleza…
El ADN tiene una estructura muy compleja y enorme; por eso está codificada, todas las operaciones deben resultar secuenciales, continuas y exactas: el azar solo le puede provocar daño. Cada acción de síntesis es en sí misma un laberinto. Dice B.G. Ranganathan: «Las mutaciones son pequeñas, azarosas y dañinas. Ocurren raramente y lo más posible es que sean ineficaces. Estas cuatro características de las mutaciones implican que no pueden llevar a un desarrollo evolutivo. Un cambio fortuito en un reloj no puede mejorarlo. Lo más probable es que lo dañe o que, en el mejor de los casos, no lo afecte. Un terremoto no mejora a la ciudad que golpea sino que provoca su destrucción».
Hasta ahora no se ha observado ninguna mutación provechosa; todas demostraron ser perjudiciales. Lean el comentario del científico evolucionista Warren Weaver, sobre el informe del Comité ‘Efectos Genéticos de la Radiación Atómica’, creado para investigar las mutaciones que pudieron haber sido causadas por armas nucleares en la II Guerra Mundial:
«Muchos estarán confundidos por la manifestación de que prácticamente todos los genes mutantes conocidos son dañinos, ya que las mutaciones son una parte necesaria del proceso de evolución. ¿Cómo las mutaciones pueden producir un buen efecto (la evolución hacia una forma de vida superior) cuando prácticamente todas ellas son perjudiciales?».
Cada esfuerzo por «lograr mutaciones provechosas» fue un fracaso. Los evolucionistas llevaron a cabo muchos experimentos para producirlas en las moscas de la fruta, dado que esos insectos se reproducen rápidamente y se puede observar la mutación de inmediato. Fueron radiadas varias generaciones de moscas, pero nunca se observó ningún provecho, solo deformaciones similares a las de accidente nuclear. El genetista evolucionista Gordon Taylor escribe:
«En las miles de moscas producidas por medio de los experimentos llevados a cabo en todo el mundo durante más de cincuenta años, nunca se ha visto que aparezca una especie nueva… o incluso una enzima nueva»
MUTACIONES: SIEMPRE DAÑINAS.

Izquierda: Una mosca de la fruta normal. Derecha: Una mosca de la fruta con las patas saliéndole por la cabeza; una mutación inducida por radiación.
Michael Pitman, otro investigador, comenta sobre el fiasco de los intentos llevados a cabo con las moscas de la fruta: «Morgan, Goldschmit, Muller y otros genetistas han sometido varias generaciones de moscas de la fruta a condiciones extremas de calor, frío, luz, oscuridad y a tratamientos químicos y de radiación. Se produjeron todo tipo de mutaciones, triviales o positivamente nocivas. ¿Se trata de una evolución fabricada por el hombre? Realmente no. Pocos de esos monstruos producidos por los genetistas podrían haber sobrevivido fuera de las probetas en donde se empollaron. En la práctica, los mutantes mueren, son estériles o revierten al tipo silvestre».
Sin embargo, se alega que las mutaciones en humanos, no siempre son nocivas. Los evolucionistas arrojan una cortina de humo sobre esta cuestión e intentan mostrar algunas de esas mutaciones nocivas como «evidencias de la evolución». Todas las mutaciones y alteraciones genéticas en el hombre, resultan en deformaciones físicas, en enfermedades como el mongolismo, el síndrome de Down, albinismo, y muchas más. Se presentan en los libros de texto de los evolucionistas como ejemplos de «los mecanismos de la evolución en operación». No es necesaria una calidad especial de neurona, para deducir que un proceso que incapacita o enferma a la gente, en realidad, «involuciona», en tanto se entienda la evolución como productora de formas mejores y más aptas para la vida.
Expongo tres razones por las que opino que las mutaciones no pueden ser puestas al servicio de las afirmaciones de los evolucionistas:
1- El efecto directo de la mutación es perjudicial; casi siempre ocurre de manera fortuita y por lo general, daña al organismo vivo que la soporta. Nunca lo mejora; la evidencia señala que la intervención inconsciente sobre una estructura compleja y perfecta no la mejorará sino que la deteriorará.
2- Las mutación no agrega información al ADN. Las partículas que constituyen la información genética son separadas de sus lugares naturales, destruidas o llevadas por error a otros lugares. Las mutaciones no pueden hacer que algo vivo adquiera un órgano nuevo o un rasgo nuevo; eso no está demostrado. Solamente provocan anomalías físicas o morfológicas, según puede verse en muchas revistas médicas, de distintas partes del mundo.
3- Para que se transfiera una mutación a la generación subsiguiente, tiene que haber tenido lugar en los cromosomas del organismo. Un cambio fortuito que ocurre en cualquier célula u órgano del cuerpo no puede ser trasladado a la nueva generación. Por ejemplo, un ojo humano, alterado por efectos de la radiación, no pasará como rasgo a las generaciones venideras.
En síntesis, es imposible que los seres vivos hayan evolucionado, porque en la naturaleza no existe ningún mecanismo que los lleve a la evolución. Si los evolucionistas no han sido capaces de convertir una bacteria en ameba, ¿Cómo osan especular con los organismos superiores, muchísimo más complejos? ¡No tienen nada!… perdón; sí hay algo que les sobra: ¡la osadía de querer engañar insistentemente a la humanidad!
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