EL DESEQUILIBRIO DEL EQUILIBRIO.
«Y es necesario que el evangelio sea predicado antes a todas las naciones. Pero cuando os trajeren para entregaros, no os preocupéis por lo que habéis de decir, ni lo penséis, sino lo que os fuere dado en aquella hora, eso hablad; porque no sois vosotros los que habláis, sino el Espíritu Santo.» (Marcos 13:10)
El niño está adormilado, la familia está anestesiada, una gran parte de la sociedad está pernoctando en un desgano que tilda en la pereza, aceptando sin más todo lo que dicta la teoría de la evolución de las especies. Una buena parte se pliega a todo lo que se escucha bajo la falsa apariencia de Ciencia; no se dan cuenta de los enormes prejuicios filosóficos e ideológicos, que embargan a la mayoría de sus partidarios, y se dejan inocular. Pese a que los investigadores del pasado son conscientes que sus trabajos en laboratorios, no causan más que deformaciones y confusiones, pretenden convencer de que el maravilloso orden planificado que se manifiesta en cada orgánulo del ser vivo ha sido producto del azar.
La precisa asociación de aminoácidos existentes en cada molécula proteica creada, eslabones que conforman la cadena de la vida, da fe de una armonía incomprensible para el conocimiento humano. Los biólogos lo saben perfectamente; sin embargo, una y otra vez insisten en que todo ese ejemplo de cohesiones elaboradas a partir de un código, son producto del azar. Para ello, han acudido a la herramienta que deja a todos sin argumento: miles de millones de años: un planeta más anciano que el mismo tiempo.
Y para no pecar de cortos, afirman que el proceso tuvo lugar con millones de proteínas en cada especie, con disímiles funciones, y que luego se fueron uniendo casualmente, hasta poder decir: ‘¡Voalá, Una célula viva! Una vez llegados a este punto, defienden su irreflexivo punto de vista con una obcecada obstinación, rayada en el fundamentalismo. Alguien así, es lo que se conoce en el mundo científico, como ‘evolucionista’; y ojo, no digo que sean malas personas, sino que disponen de un lente óptico incorrecto.
Si un evolucionista, andando por la calle entre tantas construcciones de hoy día, tropieza con unos ladrillos apilados frente a una obra, jamás pensaría que están ahí por puro sortilegio, poniéndose ellos solitos uno encima del otro. Se reirían de alguien a su lado que les planteara que se encuentran allí por sí mismos. ¿Como puede ocurrir que alguien con capacidad de análisis científico, se comporte tan irracionalmente cuando se cuestiona su propia existencia?
No es suficiente mencionar la ciencia, sin presentar más que una serie de contradicciones continuas, y mucha, mucha abstracción. Si ante una Naturaleza que responde perfectamente a un diseño hay dos posturas: una indicando que es un producto de millones de casualidades que se dan cita en determinados momentos, y otra que plantea que somos la consecuencia de un proyecto inteligente, ¿cuál de las dos resulta más racional?
¿De verdad existe alguien, cuya inteligencia acepte la respuesta de billones de células simples uniéndose por azar para formar organismos complejos? Y no hablaré de toda la entidad biológica del planeta; ni siquiera de un solo hombre, sino por ejemplo, de su cerebro: la computadora más versátil y perfecta conocida. Solo una imaginación más fértil que la que engendró la Guerra de las Galaxias, puede pensar que se ha llegado a la complejidad estructural que supone, por obra de la casualidad, partiendo de una bacteria. Pese a todas las investigaciones realizadas a lo largo del planeta, aun no se ha comprobado ni su paso primario a ameba.
El Cerebro es el órgano más complicado del cuerpo humano, con 30 billones de células, (‘neuronas’), cada una funcionando como una computadora en miniatura, pero mucho más versátil que cualquier ordenador conocido hoy día. Existen entre ellas unas 100.000.000.000.000 conexiones con idéntica capacidad en bits; mucho más que el número de estrellas que se estima, hay en la Vía Láctea. En una computadora actual, sería equivalente, a unos 20 millones de libros de 500 páginas cada uno, o sea ¡la suma de todos los textos contenidos actualmente en todas las bibliotecas de la tierra!
La biología molecular, desde sus inicios, ha explorado al milímetro cada célula; ninguna de esas experiencias relata que alguna proteína, de las millones que contiene, haya surgido por azar, según pretende el neodarwinismo. Lo único que se puede asegurar es que tienen credibilidad científica nula; las evidencias apuntan hacia un diseño analítico en profundidad, que supera al conocimiento de todos los científicos del planeta.
Y esto me hace recordar la sabiduría que se desprende en Eclesiastés 1:9:
«¿Qué es lo que fue? Lo mismo que será. ¿Qué es lo que ha sido hecho? Lo mismo que se hará: y nada hay nuevo debajo del sol.»
Todo lo que resulta nuevo para los hombres, ya ha pasado por la inteligencia del Creador antes; algunos de los seres humanos, los más sabios, dedicados a la investigación, solo pueden sacar deducciones de lo ya creado. Un ejemplo sencillo: en el Science Museum de Londres, se exhibe el primer grabador de vídeo de la historia (1956), el Ampex VRX-1000; sin embargo, todas las acciones humanas ya estaban siendo grabadas desde sus albores, en una cinta indeleble… láser incluido, pues no importa donde nos metamos, quedará la imagen, esperando por nosotros en la otra vida. Así como nosotros grabamos en nuestro cerebro, durante muchos años, los momentos más impactantes, con todo lujo de detalles, así se almacenará todo: la película de la humanidad, por increíble que parezca.
Lo que se pretende enseñar es todo ha surgido eventualmente, sin responder a ningún plan divino; exhiben fósiles, datos y formulas de muchas variables, con logaritmos neperianos, raíz de ‘i’, y múltiples experimentos ejecutados con la última tecnología, para dejar sin argumentos al más escéptico. Mas, en realidad, al examinar los registros fósiles, se ve que todos los organismos vivos aparecieron simultáneamente. El estrato terrestre de mayor antigüedad, donde se encontraron fósiles de criaturas sin raíces, es el Cámbrico, ‘estimado’ en unos 540 millones de años atrás en el tiempo.
Los trilobites, con un módulo ocular extraordinariamente complejo, sin antecedentes morfológicos similares, fueron datados según el mapa geológico evolucionista, en el Período Cámbrico. Su sistema de visión, constituido por millones de pequeñas partículas alveoladas y con lente doble, tiene «un diseño óptimo». Según palabras de David Raup, evolucionista, profesor de geología en la Universidad de Chicago, ‘desarrollarlo hoy día requeriría un ingeniero óptico imaginativo y muy capaz‘.
Este ojo, aparecido hace 540 millones de años, se nos muestra en un estado de funcionamiento perfecto. La repentina aparición de un diseño tan maravilloso, surgido de la nada, no se puede explicar por medio de la evolución, pues constituye una ‘Creación’ en toda regla. La estructura de ojo alveolada de los trilobites se manifiesta en nuestros días sin alteraciones. Las abejas y las moscas dragón, por ejemplo, tienen idéntica estructura ocular del trilobite; otra realidad más que contradice el ‘lo viviente ha evolucionado progresivamente desde lo primitivo a lo complejo‘, que nos enseñan en las escuelas por medio de la zoología evolucionista.
Los tan cacareados registros fósiles, lo que demuestran en realidad es que lo hallado en estratos atribuidos a ese período, se presentó repentinamente, sin ancestros antecesores. Las muestras ‘cámbricas’ incluyen caracoles, trilobites, esponjas, lombrices, medusas, erizos de mar y ¡vertebrados!; estos últimos descartados inicialmente por la evolución, que los ubicaba en el Ordovícico, 70 millones de años después de la explosión cámbrica, pero que luego, en otra ‘mea culpa’ contradictoria, tuvieron que rectificar, al ser hallados en niveles correspondientes al Cámbrico inferior del yacimiento de Chengjiang, China, dos fósiles con todas las características de auténticos vertebrados.
La complejidad de las entidades surgió tan repentinamente como un milagro, y no se dudó en llamarle: «Explosión Cámbrica», en la filología geológica. La mayoría integran sistemas complejos: ojos, branquias, circulación sanguínea y órdenes fisiológicas avanzadas; iguales a su progenie actual. La mencionada disposición combada del ojo con lente doble de los trilobites, fue algo sin precedente; su acabado apareció repentinamente, sin nada transitorio entre ellos y los organismos unicelulares: las únicas formas de vida en la Tierra que les antecedió, según ‘instruye’ la evolución.
El evolucionista Richard Monastersky, editor de «Earth Sciencies», y autor del libro Origen de la vida en la Tierra’, expone sobre la «Explosión Cámbrica»:
‘Desde entonces los investigadores han descubierto miles de fósiles exquisitamente preservados, los cuales ofrecen una ojeada hacia atrás para (observar) un suceso cardinal en la historia de la vida. Ese momento, el comienzo del Período Cámbrico de la Tierra, hace unos 550 millones de años, marca la explosión evolutiva que llenó los mares con las primeras criaturas complejas. En un parpadeo del tiempo geológico, un planeta dominado por animales simples tipo esponjas, dio paso a otro gobernado por una vasta variedad de bestias sofisticadas, animales cuyo parientes aún habitan el mundo de hoy‘.
Sus controvertidos planteamientos ya nos tienen habituados; un artículo suyo plantea que un estudio respecto al cerebro de los niños pobres, revela que desarrollan sus sistemas neuronales, peor que los otros niños, haciendo ver que la genética humana es susceptible ‘evolutivamente’, a los efectos de la pobreza en cuanto al logro académico. Olvidó que colosos de la Ciencia como Pasteur, nacido en el hogar de un pobre artesano, disfrutó de una genética neuronal que muchos científicos criados en cuna de oro, desearían para sí.
Pero, volviendo al tema: la evolución, que da respuesta a todo, no puede aclarar cómo la Tierra explosionó de pronto, con tantas especies animales sin ancestro común. Richard Dawkins, zoólogo de Oxford, adalid del pensamiento evolucionista, comenta sobre esta realidad que invalida los argumentos que ha estado patrocinando:
«Por ejemplo, los estratos de rocas cámbricas… resultan las más antiguas respecto a la ubicación de la mayoría de los grupos invertebrados grandes, a los que ya encontramos en un avanzado estado de evolución cuando aparecen por primera vez. Es como si fueron plantados allí, sin ninguna historia evolutiva. Ni hace falta decir que esta apariencia de haberse plantado allí repentinamente ha deleitado a los creacionistas«.
La enigmática Explosión Cámbrica, no es más que una fuerte evidencia de la Creación. El Dr. Douglas Futuyma, científico de renombre mundial, profesor de biología evolutiva en la Universidad Estatal de Stony Brook, New York, otrora presidente de la Sociedad para el Estudio de la Evolución y de la Sociedad Norteamericana de Naturalistas, así como editor de las revistas científicas Evolution y Annual Review of Ecology and Systematics, dice:
«Los organismos vivos aparecieron sobre la tierra totalmente desarrollados o no. Si no aparecieron totalmente desarrollados deben haber evolucionado de especies pre existentes, por medio de algún proceso de modificación. Si aparecieron en un estado de total desarrollo, en realidad deben de haber sido creados por alguna inteligencia omnipotente«.
El erróneo Período Cámbrico representa otro «golpe fatal más» a la tesis evolutiva. El paleontólogo evolucionista suizo Stefan Bengston, del museo sueco de Historia Natural, reconoció la carencia de eslabones transitorios en dicho periodo, al manifestar:
«Desconcertante para Darwin, ese suceso aún nos trastorna«.
Que no le den más vueltas: hay un Creador omnisciente y una creación derivada. ¿Por qué huye tanto el hombre de ese reconocimiento?
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