Enero 14/2008
El Hombre convivió con Dinosaurios.
La ‘renovada’ teoría propuesta por el geólogo Walter Álvarez en 1980, dice que un meteorito chocó contra la tierra hace 66.4 millones de años, causando cambios climáticos dramáticos muy parecidos a un ‘invierno nuclear’ y provocando así la extinción de los dinosaurios y muchas otras especies.
Se basó en el descubrimiento de una capa de barro supuestamente encontrada alrededor del mundo con un alto contenido de iridio. Su padre Luis, quien ganó el Premio Nóbel en Física en 1968 por el trabajo con partículas subatómicas, lo ayudó a publicitar la teoría. Ahora es aceptada como un ‘hecho probado’ en muchos círculos, y popularizada en documentales como ‘Paseando con dinosaurios’.
En el artículo ‘The Real Jurassic Park’, (revista Earth, junio 1997 pp. 55-57), escrito por M. Schweitzer y T. Staedter, se comenta que investigadores de la Universidad Estatal de Montana, pugnaron mucho por impedir que la precaución profesional detuviera su gran emoción, debida a hallazgos en restos de un Tiranosaurio Rex, que en un inicio pensaron pudiera ser sangre, mas resultó colágeno 1.
El esqueleto, muy bien conservado fue desenterrado en los EEUU, y llevado a la Universidad Estatal de Montana. Hubo que sacarlo con restos de roca pegados y trasladarlo en helicóptero, pero durante las maniobras se rompió un fémur; por eso vieron que había tejido no fosilizado dentro de ese hueso quebrado.
Hallar restos no fosilizados de dinosaurio, resulta en sí una indicación consistente sobre una edad más joven de la prevista, y un obstáculo para la idea común entre muchos paleontólogos, que especulan sobre un lapso de unos 65 millones de años. Y Mary Schweitzer, la científica más involucrada con este hallazgo y autora del sensacional artículo, nos explica lo ocurrido cuando, junto con sus compañeros de trabajo, se rotaron una y otra vez, para ver a través del microscopio una delgada sección del hueso de T. Rex completo, que aparentaba presentar vasos sanguíneos. Refiere así su experiencia personal:
‘El laboratorio se llenó de murmullos de asombro, cuando enfoqué el microscopio en algo que ninguno de nosotros había notado: objetos redondos diminutos, translúcidos, de color rojo con un centro oscuro. Uno de los colegas investigadores del equipo los miró detenidamente y gritó: «¡Usted tiene glóbulos rojos! ¡Usted tiene glóbulos rojos!»‘
Su jefe, el conocido paleontólogo Jack «Dinosaurio» Horner, la exhortó para que intentara demostrar que no lo era, y se dieron a la tarea. Al analizar en profundidad resultó que los tejidos en realidad contenían colágeno 1, el principal componente orgánico de los huesos.
Buscar ADN en tal ejemplar fue tentador. Pero el equipo de Montana halló, junto con ADN de hongos, insectos y bacterias, secuencias de ADN ‘no identificables’. O sea, no se podía asegurar que no se habían mezclado entre sí secuencias originales con otras de organismos actuales, pues el ADN puede ser contaminado por agentes externos tales como sudor, sedimentaciones, etc. Imposible asegurar que se tenía ADN puro del espécimen.
La contradicción aparece luego en la revista Science, en el artículo: Buckey et al. “Comment on Protein sequences from mastodon and T. Rex revealed by mass spectrometry ” Science 319: 33c. [2008]. Allí, en una nota subrayada dice:
‘Debe considerarse muy bien, la caducidad del colágeno en la naturaleza. Se ha definido que su vida media es de 130.000 años, a 7.5º C, y sólo 2.000 años a 20º C. Así, se pueden hallar trazas, o incluso grandes cantidades de esta sustancia en muestras de mamuts de miles de años de antigüedad [muchos conservados a muy bajas temperaturas], mientras que es altamente improbable hallar restos de esta proteína en muestras de millones de años.’
Con lo cual, una vez más la contradicción del planteamiento evolutivo se hace evidente, pues aun sepultados a 7.5ºC, [se ha hallado restos en zonas de clima tropical, a más de 20ºC] el colágeno1 duraría un máximo de 130 000 años. ¿Cómo es posible que a un dinosaurio ‘no fosilizado‘ se le asignaran 68 millones de años, si las investigaciones arrojaron que las trazas blandas correspondían a colágeno 1, cuya biodegradación ocurre en 2000 años a 20ºC? ¿Cómo, si la lógica señala a todas luces que los 30ºC mínimos de los meses de verano, acortarían aun más ese tiempo?
Una vez más, la Ciencia pone en entredicho el planteamiento. Ahora bien, ¿cuál es la reacción evolutiva? Estoy completamente seguro que, siguiendo el procedimiento circular, saldrán con otra teoría que eche por tierra el postulado anterior que imposibilita al colágeno mantenerse 68 millones de años.
Supuestos tras supuestos, van apuntalando su entuerto; es imprescindible, pues las evidencias constantemente les están poniendo contra las cuerdas. ¡Aunque se carguen el resultado de serias investigaciones anteriores! Los conceptos están para que el mundo los respete, pero la defensa evolutiva se arroga el derecho de echarlos por tierra si les hace caer en la contradicción. ¡Por eso se han hecho con la llave de la Ciencia!
La espectrometría de masa, o sea, una técnica molecular capaz de analizar toda la composición de elementos químicos e isótopos atómicos, y hasta iones derivados de moléculas, dejó clara la investigación [John M Asara al frente]: ‘colágeno tipo 1‘, una proteína. La desconfianza que genera la teoría evolutiva se incrementa en la misma medida en que avanza la Ciencia y hasta la observación molecular, lo último en tecnología, así lo acredita, aunque se intente desvirtuar lo comprobado en laboratorios.
Dos estudios dirigidos por la Universidad del Estado de Carolina del Norte en Raleigh [EE.UU], y en el Centro Médico Diaconesa Beth Israel, Boston, publicados ambos en ‘Science’, muestran cómo la evolución de las técnicas de estudio de los restos fósiles ha permitido descubrir y analizar restos de colágeno en fósiles a los que se les asignó decenas de millones de años.
Igualmente desconfiaron muchos científicos con las neuronas bien establecidas, cuando otros insinuaron que el Arqueopterix no era un pájaro, sino un ‘elemento de transición’ desde los reptiles. Al final, esta opinión fue descategorizada por la mayoría, en una reunión donde intervinieron los paleontólogos más famosos de entonces.
Stephan Jay Gould y Niles Eldredge, paleontólogos de Harvard y evolucionistas mundialmente conocidos, aceptan que el Arqueoptérix resultó un “mosaico” viviente que albergaba varios rasgos distintos en su constitución, ‘¡pero que nunca puede ser considerado una forma transitoria!
La verdad es inconmovible: bajo técnica molecular se demostró que los tejidos blandos correspondían a colágeno 1; y con ello se desmintió que ese T.Rex, tenía los 68 millones de años que la ‘datación’ intencionalmente manipuladora le había asignado.
Pero hagamos incluso, otra puntualización: ¿Qué temperatura es la media: 20ºC o 7ºC? ¿Por qué dirigir el planteamiento hacia los 130 mil años [7ºC], si se sabe cabalmente que los 20º la limita a 2 mil años? Incluso se ignora si la temperatura de aquella época de la muerte del dino superó esos 20º. Así que, lo razonable y lógico, es estar abierto a lo que ‘pudo haber ocurrido en realidad‘, no a lo que ‘convenga a la teoría evolutiva que hubiera ocurrido‘.
Mas, aun así, démosle esa ventaja, yendo contra la realidad de los más de 20ºC que se registran en todas las zonas no polares donde se han hallado dinosaurios. Hagamos un esfuerzo neuronal y admitamos que la temperatura actual media en esas regiones, durante el verano es de 20º; incluso concedamos el bajar hasta los 7ºC, poniendo a los dinosaurios a pasar frío. Comparemos las cifras de todos modos:
– 7ºC= 130 000 años.
– 20ºC= 2 000 años.
– Datación de Dinosaurios por sistemas convencionales: 68 000 000 años.
O sea, la vida media no es 130000 años; ese es el tiempo a una temperatura muy por debajo de la normal: 7º. Mientras la otra, a 20º, señala 2000 años. ¿De qué país es una estadística que ‘normaliza’ 2000 años respecto a 68 000 000? ¿En qué país se acepta que un 0.0029% [tendente a ‘0’] puede usarse como relación aceptable? ¿Es ‘0′ el límite exacto que fija el evolucionismo para afirmar lo que convenga?
Constantemente fuerzan la razón; no importa la dirección en que dirijan sus argumentos. Según su defensa, los científicos moleculares se habrán equivocado, y la vida media del colágeno ‘tiene que ser’ 680 veces mayor que la dada. Para un evolucionista con fe en la magia evolutiva, lo imposible no existe; las evidencias de la Ciencia le tienen sin cuidado. Solo apelan a ella cuando pueden dirigirla en la dirección conveniente; y lo digo sin ánimo de ofender, solo apelando a la realidad.
Pero hay un problema: la Verdad siempre coge el camino que da la razón. Y esta dice que si los huesos de dinosaurios presentaron restos de colágeno1, el bicho no puede tener los 65 millones de años que se propugnan.
Por cierto, Job habla de dos de ellos en el Bereshit judío que llevó a la Biblia de traducción griega: uno es el descomunal Behemot [Iyob 40: 15-24], que mueve su cola ‘como un cedro’ ¿Se ha visto algún animal contemporáneo, cuya cola pueda ser comparada a un cedro? Vale la pena leer el relato original en el libro hebreo, que también describe otro más; este marino: Leviatán, en Iyob 41:1-34.
Job los vio a ambos… hace algo menos de 4000 años, según la tradición judía, que hacía sus apuntes numerando cada frase, para asegurar la no adulteración de las referencias. Es decir, escrito varios milenios antes de la polémica presente, cuando no existía ningún problema al aceptar lo que era visible a los ojos de todo el mundo de entonces, como el animal más grande de todos.
¿Es que alguien puede ser indiferente a relatos ocurridos mucho antes del debate actual, citando su presencia como obviamente cierta, como un animal más? En aquel entonces se hablaba de ambos seres elogiando su fortaleza y tamaño físico, pero sin alarmas; con la misma naturalidad y admiración con la que hoy se habla de los inmensos elefantes africanos.
Yo no dudo respecto a su coexistencia con humanos; y la Ciencia, esa con mayúsculas, la de las evidencias, tampoco vacila respecto a tal suceso, al presentar al mundo los datos sobre investigaciones sobre la vida del colágeno1: un límite de pocos miles de años, a 20ºC; jamás 68 millones. Proteína presente en restos no fosilizados de un tiranosaurio Rex… más fresquito de lo que desearían los quijotes del antiCristo.
La presencia de colágeno 1 en hueso no fosilizado de dinosaurio, es un poderoso testimonio ‘contra‘ la idea de que esos animales vivieron hace millones de años, y concuerda fuertemente en cambio, con el relato Bíblico de una Tierra joven. Clamar que un hueso dure intacto ‘millones de años’ sin ser fosilizado, (mineralizado), presentando presencia de proteínas aun latentes, no es ni científico ni creíble.
Pero veamos qué dicen las antiguas escrituras hebreas [a las que se remitía Jesús cuando decía en Juan 10:35 «Las Escrituras no se pueden quebrantar»]. En Iyov (Job) 40:15, desde una traducción directa, leemos:
«Mira a Behemot, criatura mía, como tú. Se alimenta de hierba como el buey. Mira su fuerza en sus riñones y en los músculos del vientre su vigor. ‘Atiesa su cola igual que un cedro‘ los nervios de sus muslos se entrelazan. Tubos de bronce son sus vértebras; sus huesos, como barras de hierro. Es la primera de las obras de Dios: su autor le procuró su espada; los montes le aportan un tributo, y todas las fieras que retozan en ellos. Bajo los lotos se recuesta, en escondite de cañas y marismas. Los lotos le recubren con su sombra, los sauces del torrente le rodean…»
O sea, se describe a un animal cuyo interlocutor conocía; no se está inventando nada. Y además, aclara concepto sobre aquellas traducciones que plantean que el animal citado aquí es un hipopótamo, con el ‘atiesa su cola como un cedro’‘. ¿Han visto un hipopótamo? ¿Puede su cola compararse a la de un árbol tan alto? A la de un cerdo quizás; pero más allá no llega.
Behemot, el animal descrito aquí, es lo suficientemente poderoso como para enfrentar una riada; fue categórico con su cola: un cedro. Si se piensa en un dinosaurio, es comprensible; el mismo Dios enseña que vivió entre los hombres… ¡y que Job lo conoció!
Por otra parte, en Iyov (Job) 41:1, define al detalle otro dino, ‘Leviatán’. Describe ‘su doble coraza protectora’ y ‘las hileras de escudos cerrados de sus lomos’, de los que refiere ‘lo apretados que están unos contra otros, que ni el aire puede pasar entre ellos’. El final es concluyente: ‘Fue hecho para no sentir miedo jamás’. Agrega que ‘de sus fauces salen llamaradas’ y ‘de sus narices sale humo, como una caldera que hierve sobre el fuego’.
Podemos leer muchas leyendas de ‘dragones’ alrededor del mundo. Las causas de la desaparición de estos seres extraordinarios no necesitan ser más trágicas que las que provocaron la extinción de otras especies como el mamut, por ej. La merma de la fuente de nutrición, toneladas diarias en caso de esos seres colosales, sería la cardinal. La edad del hielo posterior al diluvio (no ‘edades’; aquí podrán ver también un artículo sobre el tema), podría haber limitado e impedido su subsistencia.
Este es el relato bíblico sobre dos seres que hoy se conocen como ‘dinosaurios‘. ¿Y es confiable la Biblia? Para los más escépticos, pondré otra evidencia de su credibilidad, en el salmo 139, con miles de años de antigüedad, y según la traducción de Reina Valera del 1865, antes de que el ADN fuera descubierto, para que no pueda ser señalada como traducción ‘inducida’.
«Mi embrión vieron tus ojos, Y en tu libro estaban escritas todas aquellas cosas que fueron luego formadas, sin faltar una de ellas». [Sal 139:16]
No dude que La Biblia es el libro de la Verdad de Dios… y a Él le gusta que se le tome en serio.
Por último, hagamos incluso, otra puntualización: ¿Qué temperatura es la media: 20ºC o 7ºC? ¿Por qué dirigir el planteamiento hacia los 130 mil años [7ºC], si se sabe cabalmente que los 20º la limita a 2 mil años? Incluso se ignora si la temperatura de aquella época de la muerte del dino superó esos 20º.
El hallazgo fue en el yacimiento de Hell Creek, en Montana, cuyo verano arroja máximas de 100º [37.7ºC] y medias de 90ºF [32.2ºC]. Así que, lo razonable y lógico, es estar abierto a lo que ‘pudo haber ocurrido en realidad a esas temperaturas: degradación del colágeno‘, no a lo que ‘a la teoría de la evolución de las especies le convenga que hubiera ocurrido‘.
La Verdad siempre coge el camino que obliga la razón. Y esta dice que si los huesos de dinosaurios presentaron restos de colágeno1, el bicho no puede tener los 65 millones de años que se propugnan.
¿Hombres-monos y dinosaurios, en un planeta con miles de millones de años?… ¡No, gracias a Dios!
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