No hace mucho, en un debate, le dije a mi interlocutor que el fundamento de los defensores de la teoría evolutiva, es el desconocimiento del espíritu. ‘Si conocieran la existencia del espíritu — comenté — ustedes no dirían esos disparates.’ Pero luego, a solas, pensé en los mil doscientos millones de cristianos confesos que admiten la espiritualidad, pero que tristemente han sido guiados por la directiva eclesiástica, a admitir que el recuento bíblico de la Creación es un mito, y que nuestra descendencia de monos, puede ser considerado un hecho científico.
O sea, millones de personas que se consideran a sí mismos como fieles a Cristo, aceptan una teoría cuyo único objetivo es negar la existencia de este, del Dios Padre… y de su Creación. ¿Cómo es posible razonarlo desde la fe? Solo la ausencia de fe, puede provocar la omisión de las palabras de Cristo, cuando habla del inicio de la Creación, de Adán y Eva, de Noé, de Sodoma y Gomorra…
En fin… la preparación de mi blog me llevó un año; cuando decidí subir el primer artículo, ya llevaba tiempo estudiando y organizando este trabajo. Sin embargo, el detonante para que considerara la defensa de la credibilidad bíblica como misión cardinal, solo necesitó unos segundos. Era de madrugada, dormía, y me despertó un sueño… muy real. Yo tenía frente a mí una pizarra negra, y sobre ella, escrito en tiza blanca, aparecía: «Génesis 1:31». Un instante después desperté, busqué en una Biblia que ‘casualmente’ me habían regalado días antes, y leí lo siguiente:
«Dios miró todo lo que había hecho, y consideró que era muy bueno. Y vino la noche, y llegó la mañana: ése fue el sexto día.»
La noche anterior, había tenido un intercambio de opiniones con un amigo, que se confiesa creyente en Jesús, pero niega la Creación de los Seis días. Yo defendí el criterio bíblico como pude; entonces comprendí que no estaba preparado: tenía que estudiar más… y se me incitaba para ello.
No era la primera vez que tenía una influencia espiritual; desde meses antes venía recibiendo muchas revelaciones, aunque siempre en la línea personal, alertándome sobre errores en los que había caído, y exhortándome a reincorporme al camino cristiano. Años antes, en el 87, ya yo había sido testigo presencial de hechos solo posibles en Ciencia Ficción. Aquello inició una andadura en el espíritu… que no cogió su cauce real hasta septiembre del 2006.
Sin embargo, no guardo ninguna evidencia sobre las muchas experiencias vividas, en momentos puntuales, pues nunca tuve ninguna posibilidad de grabar lo que aparecía ante mí. No obstante, hace unos meses, la iglesia a la que asistía hizo un bautizo colectivo: una docena de hermanos reconocerían al Señor Jesucristo como timón de sus vidas, y ante la ausencia de río cercano, se aceptó la oferta de la piscina de un chalet.
Aquí les dejo una primera foto; los rostros están trabajados, para preservar la privacidad de las personas, y porque no es lo más importante de la imagen. Se trata de los hermanos que recibieron ese día a Jesús, bautizándose en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Observen la única palmera existente en la casa, porque es la referencia de todo lo que mostraré después. A su derecha, se ve el tipo de nube que había ese día; yo no soy un experto, pero creo que podría definirse como ‘cumulonímbo’. Vean:

cumulonímbo-palmera
De todas las fotos tomadas ese día, solo he podido sacar tres en las que se ven las nubes… que son el objeto de este artículo. La segunda de ellas corresponde a cuatro hermanos en la fe, con la piscina al fondo… custodiada por la palmera de referencia; sobre sus cabezas puede verse también la presencia del mismo tipo de nubes anterior:
La ceremonia del bautizo duró media hora, más o menos; cuando había sido entregada la última alma al Señor, uno de los auxiliares del pastor se dedicó a dar las gracias a Jesús, pues todos estábamos convencidos de su presencia entre nosotros, en un momento tan especial. Y en ese instante sucedió algo que, para mí, cambió el curso de los acontecimientos: sentí claramente una voz interior que me dijo, textualmente:
‘Mira al cielo‘.
Toda la atención de las casi 100 personas presentes, se concentraba en lo que se consideraba más importante, el área de la piscina y la oración, la acción de gracias que se estaba elevando a Dios. Pero yo obedecí a lo escuchado: alcé la vista y me enfrenté a una veintena o más, de nubes verticales, que se destacaban sobre las normales que pasaban en esos momentos. Aparecían agrupadas solo sobre esa área bautismal. Miré 360º a la redonda; pero no vi ninguna más… y mientras las otras se desplazaban, ellas permanecían en el mismo lugar, y con la misma forma. La palmera es la referencia.
Tomé mi cámara de fotos, y la imagen quedó grabada para siempre. Sin duda alguna, una evidencia que el Señor quiso dejarme, para que yo diera testimonio de ello a todo aquel que quisiera compartirlo; y hoy quiero presentarlo a cada persona que entre a esta página. Sin incertidumbre: ¡Tuvimos la visita de Ángeles de Dios! Aquí la dejo:
Vine a la casa, no por dudar sobre lo que había visto, sino preparándome para una posible respuesta antiCristo. Busqué sobre los distintos tipos de nubes, intentando ver alguna vertical… pero lo más parecido que encontré, son las que clasifican como ‘nubes de vapor‘, las que dejan los aviones a reacción, sus rastros de condensación. Estelas formadas cuando el vapor de agua se condensa y congela alrededor de pequeñas partículas que existen en el turbo del avión.
Pero les aseguro que no veinte, sino ni siquiera un solo avión, pasó por allí en esa mañana; además, se puede contrastar que esas nubes verticales están por debajo de las otras, y se sabe que ningún supersónico vuela a esa altura. Soy consciente de lo repugnante que resulta para Dios cualquier acto de mentira o tergiversación; y a su juicio me someto si algo de lo que aquí he dicho o expuesto ha sido producto de montaje fotográfico o falseo de comentario.
Hoy, pensando en aquello, recordé un pasaje bíblico que apoya esta participación angélica, según palabras de Jesús, y que aparece en Lucas 15:7:
«Les digo que así es también en el cielo: habrá más alegría por un solo pecador que se arrepienta, que por noventa y nueve justos que no necesitan arrepentirse.»
Ese día fueron bautizados doce personas; una docena de pecadores que decidió hacer un paréntesis en su camino… y eso provocó fiesta en el cielo. Yo tuve el privilegio de ser partícipe directo, uno de los convidados a aquella batalla espiritual ganada para Dios. Satanás perdió doce almas, mientras Cristo añadía doce nuevos soldados a su creciente ejército. Un nuevo apoyo a la preparación de su regreso.
¡Gracias Señor por cada evidencia que nos regalas! ¡Ojalá tus enemigos no continúen pasando por alto las múltiples pruebas que acreditan tus promesas!
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