EL OJO: ‘COMPLEJIDAD IRREDUCTIBLE’ ANTI DARWIN

enero 13, 2009

Jesús se dirigió entonces a los judíos que habían creído en él, y les dijo’: «Si se mantienen fieles a mis enseñanzas, serán realmente mis discípulos; y conocerán la verdad, y la verdad los hará libres.» [Juan 8:31-32]

Hace unos días escribí sobre el ojo de los trilobites, y su contradicción ‘evolutiva’, dado que se consideran entre los primeros seres vivos que ‘surgieron’ [400 millones de años],y sin embargo tuvieron sistemas visuales más complejos incluso que los actuales.

En el reino animal hay dos tipos de ojos, según la imagen que crean: simples o compuestos. Los compuestos solo se ven en artrópodos; constan de múltiples lentes ordenados en celdas, cada una creando una imagen individual en una célula de la retina. Y los simples son similares al humano, aunque los detalles estructurales varían según los grupos. Así, animales teóricamente postreros [humanos], gozan de una visión mucho más simple y básica, con visualización menos aguda.

Pero aun hay una 2ª paradoja, otra contradicción con la que se topa la defensa evolucionista: cuando soñamos, estando a solas, sobre una cama, en un cuarto oscuro, somos capaces de ver personas, mantener una conversación, viajar en avión, experimentar sensaciones… y al despertar podemos definir cada ‘imagen vivida’ durante esa etapa subconsciente. O sea, hemos sido capaces de ‘ver’ sin los ojos.

Y esto ocurre, porque la visión no es posible sin el cerebro; el ojo solo traduce  imágenes en impulsos nerviosos. Luego, estos son debidamente procesados, para lograr la imagen final en la pantalla de la mente: El cristalino enfoca un objetivo y trasmite la  imagen resultante a la retina [película fotosensible] mediante células fotorreceptoras [‘conos y bastones’]; pero su lente convexa ha invertido la imagen enfocada. Sin embargo, cuando la información llega, a través de las terminales nerviosas, el cerebro sitúa la imagen al derecho, como es debido.

¿Cómo asumir que se entregue una señal física invertida, que luego sea traducida en impulsos electromagnéticos, y que al final un segundo órgano la traduzca en una imagen correcta, sin que intervenga un agente externo que lo controle? ¿No nos vemos obligados a pensar que ambos, vista-cerebro, funcionan desde el inicio como un interactuante diseño complejo?

En general, el ojo animal funciona como una cámara fotográfica sencilla; y si todos vemos la complejidad irreductible de una cámara fotográfica, que necesita de todas y cada una de sus piezas para funcionar, se hace inexorable la complejidad irreductible en el ojo de cualquier ser vivo. Cada parte es indispensable; resulta totalmente anticientífico alegar que se fueron formando una a una… hasta que la vista fuera posible, luego de obvios y sucesivos errores azarosos, sin control tecnológico de ningún tipo. ¿Acaso es eso lo que vemos en los complejos sistemas visores de hoy? ¿Mejoran al azar?

Últimamente se ha incrementado el conocimiento sobre los genes homeóticos, secuencias cortas de nucleótidos, que actúan como activadores maestros, controlando el desarrollo de las diversas partes del organismo. Poseen papeles esenciales, en la producción de brazos, patas, ojos y otras partes del cuerpo, en muchas especies distintas. En cada gen homeótico hay una secuencia específica, unos 180 pares de bases nitrogenadas, similares a los correspondientes genes de otros animales, sea ratón, hombre, mosca de la fruta…

Uno de los primeros estudiosos homeóticos en mutantes de la mosca Drosophila [W. J. Ouweneel], concluyó que los puntos de vista de pioneros como Goldschmidt, Schindewolf y Nilsson eran más sensatos que el neodarwinismo. Consideró cándidos a los neodarwinistas clásicos que estiman que «la impresionante complejidad de los sistemas biológicos… se había originado por procesos al azar.»

Los ojos actúan desde el despertar hasta el dormir. Propagan multitud de datos sobre el exterior: siluetas, formas, colores, movimientos… Irradian información, y la transfieren al cerebro, para que éste sepa lo que sucede fuera del cuerpo. Incluso la lágrima siempre responde a un acto involuntario activado en el cerebro; acogen un mensaje y los músculos lagrimales actúan como verdaderos exprimidores sobre la glándula diseñada para ello.

Hay más glándulas, de menor tamaño, que elaboran bajas cantidades de proteínas, grasas, iones, etc… según la regulación impuesta en la inscripción genética. Distintos cromosomas se implican en el desarrollo del ojo [el 11, 13, el 18…], y genes específicos codifican para las proteínas involucradas en el llanto; hay una serie de nervios en torno al ojo, que detectan el nivel de sequedad de la córnea, y activan el lagrimeo, de forma bien diseñada, para que lo perdido por evaporación, sea lo mismo que se regenere.

glandula-lagrimal

En realidad, todo responde al programa establecido en el ADN. El bulbo del ojo consta de 3 capas: fibrosa, vascular y neuronal. Y la formación de este órgano comienza alrededor de la 4ª semana de desarrollo embrionario, desplegándose a partir de 3 elementos: 1) una proyección del cerebro anterior (retina y nervio óptico) 2) Ectodermo superficial (el cristalino) y 3) Mesénquima adyacente (túnicas y estructuras).

Las células que crearán la Esclera y la córnea, son sintetizadas según orden genética del embrión. La 1ª, que constituirá las 4/5 partes del ojo, terminará siendo un tejido conectivo fibroso, muy resistente, configurado a partir de la elaboración de Colágeno I y fibras elásticas, mientras otras secuencias van conformando los músculos extraoculares. Y en este punto ocurre algo muy interesante; la propia información genética provoca la inserción de ambos, pese a que los tejidos [las células] son de distinto tipo. Toda una evidencia de Programa y Diseño, no de azar.

Partes del ojo

Partes del ojo

El proceso es muy complejo, pero intentando ser conciso, diré que la córnea [ayuda al ojo a enfocar], pese a estar hecha de tejido transparente, es más gruesa que la esclera y consta de cinco capas… elaboradas una a una, según lo que aparece en la instrucción del ADN embrionario.

Entre ellas quiero resaltar al endotelio corneal, en el interior, que se ocupa de la conservación de la membrana de Descernet, elaborando proteínas; con presencia de vesículas y bombas sodio-potasio ATPasa. Estas, perfectos micromotores biológicos que ya hemos descrito en este blog como auténticos engendros del diseño y la inteligencia; transportadores de iones, con resultante paso de agua.
Un mecanismo que mantiene el sistema deshidratado, y conserva la capacidad refractiva de la córnea; todo otro ejemplo de programación tecnológica, inscrita en el minúsculo ADN.

La superficie interna esta recubierta por la parte ciliar de la retina, donde surgen unos 70 procesos filiares nacidos en el núcleo conectivo. De ellos, 3 hacen de músculo liso: uno estira la coroides, ayudando el drenaje del humor acuoso, y otros dos estiran el cuerpo, liberando la tensión a la que están sometidos los ligamentos suspensorios del cristalino. Una evidencia de bioingeniería, no de algo surgido por casualidad.

Algo repetido en el diseño del iris: el ‘diafragma’ de la cámara biológica, regulador de la cantidad de luz que entra al ojo: una membrana circular con un agujero en el medio, [pupila], por donde entra esa luz, soportado por dos músculos interiores: uno que agranda la pupila ante poca luz, y otro que la contrae si hay mucha… Y todo bajo el control del sistema nervioso parasimpático, pues son reflejos condicionados, no ejecutados a voluntad.

Entre el iris y la cornea, el ADN codifica para otra obra de ciencia: la cámara anterior, llena de un líquido que surte al ojo de oxígeno, proteínas y glucosa, según lo necesite. Esta cámara conduce al siguiente paso de la luz: el cristalino, una lente biconvexa, hecha a base de Colágeno IV y glicoproteínas; fibras integradas por células largas que pierden su núcleo y organelos, para seguir alargándose, en un proceso de maduración que culmina al llenarse con ‘cristalina’, una proteína de refracción, que enfocará los rayos lumínicos sobre la parte posterior del globo ocular: la retina.

Y atención en este punto: el cristalino está suspendido en el ojo por un grupo de fibras unidas al músculo ciliar… cuya prodigiosa tarea es cambiar la forma del ‘lente’: si se mira de cerca, se hace más grueso para enfocar la imagen correcta sobre la retina. Pero al mirar de lejos, el cristalino se hace más delgado. ¿Es o no una evidencia de diseño?

La parte mayor del ojo está tras el cristalino: el cuerpo vítreo, lleno de un material claro y semigelatinoso: el humor vítreo. Después que la luz pasa a través del cristalino, atraviesa el humor vítreo hasta la parte posterior del ojo. Allí hay células [hialocitos] encargadas de la producción de Colágeno y ácido hialurónico, y se conforma un conducto hialoideo estrecho que lleva la arteria hialoidea en el feto, desde el cristalino hasta el disco óptico… para suministrar la sangre necesaria al órgano visual. Otra evidencia de diseño y previsión, no de azar.

Al final, pasando el cuerpo vítreo, se halla lo más delicado: la retina. Llena de millones de células sensibles a la luz [bastones y conos], es quien toma esta a través de la córnea, pupila y cristalino, transformándola en señales nerviosas que el cerebro puede entender. Después que la retina convierte los colores y las formas en señales nerviosas, estas van al nervio óptico, que sale de la parte posterior del ojo y conduce la información, desde la retina al cerebro, el procesador central de los datos: ¡La cumbre del diseño!

ojocerebro

Un ejemplo de complejidad irreductible, que no deja opción a la casualidad, pues cualquiera de los integrantes que falle: retina, nervio óptico, cristalino, cornea, iris [diafragma], pupila, cámara anterior, músculos controlados por sistema nervioso, bombas ATPasa, cerebro… termina en ceguera.

Y quizás lo más importante estaría en la imposibilidad evolutiva de la parte ‘inteligente’: el nexo con el cerebro. La necesidad de múltiples niveles de regulación durante el desarrollo del ojo, se manifiesta enfáticamente en el Sistema Nervioso, pues para su formación y operatividad, miles de neuronas deben adquirir características individuales y establecer patrones determinados de conexión entre ellas.

La mayor evidencia de complejidad tutelada, es la expresión de factores de transcripción; genes reguladores, codificando para proteínas nucleares, capaces de unirse a secuencias específicas del ADN, y activar o impedir la expresión del oportuno gen subordinado, mucho antes de que las células del ojo muestren morfología visible. Casi inmediatamente después, las células de la retina inician su diferenciación neuronal, un proceso caracterizado por la continua formación de axones y su progresión hacia el cerebro.

Este aumento de axones, y sobre todo, el sitio del cerebro término de su viaje, nos permite distinguir dos clases de neuronas. Unas, las R1-R6, terminan en una capa del cerebro superficial, mientras que las dos restantes, R7 y R8, continúan su camino hasta una zona más interna del cerebro, evidenciando que las conexiones no se establecen al azar, sino que están programadas adecuadamente, instruyendo sobre el momento y la forma en que deben realizarse… en el ADN.

Si razonamos la prodigiosa sincronización entre estructuras y elementos que trabajan fusionados para provocar visión, resulta incomprensible que alguien pueda creer con honestidad, que el ojo surgió gracias a un gradual proceso evolutivo de tentativas y fallos, hasta dar en el blanco. Esa conclusión es sencillamente irracional. El concepto de la ‘evolución del ojo’ resulta equívoco, más allá de lo creíble, pues exige que el azar se ponga de su parte millones de veces en una misma especie, y que luego continúe haciéndolo en los millones de especies que existen. Tal como lo comenta Frank Salisbury:

«Mi última duda se refiere a la llamada evolución paralela… Aun el complejo ojo hizo su aparición varias veces; por ejemplo, en el calamar, los vertebrados y los artrópodos… Es suficiente problema tener que explicar una vez el origen de tales cosas. Pero el solo pensar en producirlos varias veces, me produce jaqueca

Si se analizaran con pureza estos arquetipos de inteligencia, diseño y programa biológico, la evolución de Darwin no intoxicaría libros de texto de biología, donde infaustamente se ha amurallado, sino que integraría manuales de filosofía: el área a la que pertenece. Eso permitiría que la razón y el cientificismo se afincaran para siempre en las aulas, de donde fueron irracionalmente desterrados.

Por la red circula una ‘demostración’ de la posibilidad de que el ojo fuera apareciendo ‘por partes’. Pero eso no deja de ser otra distorsión más de la realidad; otro intento circular, por demostrar una teoría, con otra teoría. La evidencia que tenemos es que si se retira uno solo de los componentes del ojo: pupila, iris, retina, nervios ópticos, cristalino, córnea, papila óptica… ¡uno solo!, el ojo deja de funcionar.

La anémona de mar, con origen datado en unos ‘supuestos’ 700 millones de años, está considerada como uno de los seres ‘ancestrales’… pero su ojo, puesto en el microscopio, aparece casi idéntico al ojo humano. De hecho, hay trabajos recientes que comparan al ADN de la anémona, con 18000 genes, con el ADN humano. No es una evidencia de evolución, sino una prueba de ‘Complejidad Irreductible’, que se ríe incluso de una evolución que ha sido incapaz de manifestarse, durante la absurda friolera de 700 000 000 años.

La inevitable conclusión nos sale al paso hoy. El ojo no fue un producto del azar incapaz de controlar, sino de un sabio Creador capaz de manifestar su Ciencia, allí donde el hombre precisa los microscopios más potentes. Como indicó el físico y matemático Sturnius:

«Examinar el ojo es una cura para el ateísmo«.

¡Vacunémonos!

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