LA IGLESIA NO ES NOVIA DEL CORDERO, SINO PRETENDIENTE.

mayo 28, 2010

Abril 30/2010

Hace dos mil años, nuestro Dios envió a su Hijo hecho hombre, para fundar un nuevo concepto de Iglesia; desde entonces, el antiCristo se esmeró en crear un antibricolaje especial, con el objetivo de generar desperfectos allí donde fue asentado el camino hacia la perfección. Comenzó la gran chapuza del diablo: dividir la iglesia de Jesús mediante herramientas adecuadas: teólogos ¿cristianos?

El enemigo de Dios, de Cristo, y del mundo angelical del reino íntegro, ha logrado éxitos innegables gracias a la egolatría y vanidad, que conducen hacia la desobediencia al Señor. A día de hoy, la iglesia cristiana tiene tantas confesiones como teólogos supieron hacer el trabajo para el que fueron plantados por el gran distorsionador. Muchas nominaciones cristianas intentan hacerse dueñas de la Verdad… pese a que Jesús instruyó que solo Él es ‘el camino, la Verdad y la Vida, y que nadie llega al Padre si no es a través de Él.’

No hay más teólogo que Cristo; lo que necesitamos saber lo dejó escrito. Si algo no entendemos, solo debemos leer la Palabra una y otra vez, buscando la verdad en oración [y en ayuno si es preciso]. Podemos estar seguros que Él no dejará dudas en ningún corazón ofrendado rodilla en tierra; todo el que le busque con insistencia, hallará la verdad a través del libro de Teología sobre todo libro: la Biblia.

Pero más allá del reconocimiento de la duda individual, está la imposición de la duda colectiva, sobre un pueblo que no tiene ninguna razón para dudar. Y este es el hecho específico de la sutil y peligrosa instrucción que se viene dando dentro de la iglesia, presentándola a bombo y platillo como ‘LA NOVIA DEL CORDERO’… creando esa falsa sensación de complacencia que no lleva a otro camino que al relax de sentirse ya salvos; todo lo contrario del constante estado de alerta que el propio Jesús nos exige asiduamente .

El relax conviene al enemigo de Dios, que enfrenta así a una iglesia semi dormida en la complacencia. Sin embargo, el último testamento de Cristo, Apocalipsis, deja bien claras las cosas en este contexto. Pone puntos en íes, y advierte sobre la ilusoria seguridad que encarama al pueblo de Dios sobre la burbuja del virtual nirvana cristiano: ‘ya somos salvos’. Harto de ver como se distorsionó su mensaje, pasados más de 50 años de su crucifixión, repite lo que advirtió desde el inicio de su evangelio, sobre lo que vendrá a juzgar, el rigor con el que lo hará, y lo que todos debemos hacer si queremos estar junto a Él en el para siempre de su Reino. En Apo 21:9-10, no deja margen al error:

Vino entonces a mí uno de los siete ángeles que tenían las siete copas llenas de las siete plagas postreras, y me dijo: “Ven acá; te mostraré la desposada, la esposa del Cordero”. Y me llevó en el Espíritu a un monte grande y alto, y me mostró la gran ciudad santa de Jerusalén, que descendía del cielo, de Dios…

Es decir, clarifica que la novia no es ninguna iglesia actual, sino la Jerusalén que Él establecerá. La iglesia cristiana de hoy, imperfecta, dividida, e infiel en más aspectos de los que debiera, no puede considerarse más allá de la ‘pretendiente del Cordero’. Y todo se debe al relax confiado, tan conveniente a satanás, que siempre halla fisura para entrar, si estamos relajados. Cristo precisa que no habrá nupcias sin la selección de actitudes que constituirá la imprescindible iglesia íntegra, la Jerusalén celestial, la única novia bíblica.

Mas la advertencia apocalíptica de Jesús no dice nada que no supiéramos ya; solo ratifica lo anunciado siglos antes por los profetas, y lo que Él mismo notificó en su parábola sobre las bodas del Hijo del Rey, en Mateo 22:2-14. La primera vez que el texto bíblico habla sobre las nupcias de Dios, es en Isa 62:5-7:

«Pues como el joven se desposa con la virgen… así se gozará contigo el Dios tuyo. Sobre tus muros, oh Jerusalém, he puesto guardas; todo el día y toda la noche no callarán jamás. Los que os acordáis de Jehová, no reposéis, ni le deis tregua, hasta que restablezca a Jerusalém, y la ponga por alabanza en la tierra.»

Obviamente, la novia no es una iglesia, sino Jerusalén. Y lo mismo en Jer 2:2:

«Anda y clama a los oídos de Jerusalém, diciendo: Así dice Jehová: Me he acordado de ti, de la fidelidad de tu juventud, del amor de tu desposorio, cuando andabas en pos de mí en el desierto, en tierra no sembrada.»

Y otra vez, en Eze 16:2-8:

«Hijo de hombre, notifica a Jerusalém… Y pasé yo otra vez junto a ti, y te miré, y vi que tu tiempo era tiempo de amores; y extendí mi manto sobre ti, y cubrí tu desnudez; y te di juramento y entré en pacto contigo — dice Jehová, el Señor–, y fuiste mía.»

Y finalmente, Os 2:18-20:

«En aquel tiempo haré para ti pacto… Y te desposaré conmigo para siempre; te desposaré conmigo en justicia, juicio, benignidad y misericordia. Y te desposaré conmigo en fidelidad, y conocerás a Jehová.»

Es decir, las Escrituras judías no dejan dudas respecto a la identificación de la novia: ‘La Jerusalén final.’ Y luego, el NT la condiciona dos veces a la lealtad al Señor, puntualizando quién formará parte de la ‘Novia del Cordero’; como presagiando la actual infidelidad de decenas de confesiones cristianas que pretenden todas adueñarse de la Verdad :’

«Porque os celo con celo de Dios; pues os he desposado con un solo esposo, para presentaros como una virgen pura a Cristo. Pero temo que como la serpiente con su astucia engañó a Eva, vuestros sentidos sean de alguna manera extraviados de la sincera fidelidad a Cristo.» [2Co 11:2-3]

«… así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra, a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mácula.» [Eph 5:25-27]

Hoy, Jesús nos confronta respecto al ‘cómo’ se siguen sus preceptos. A más de medio siglo de su crucifixión, el Señor ya vio la división lograda por satanás a través de teólogos que fragmentarían su casa, conduciéndola hacia el pecado de egolatría; engreídos humanos, cuya soberbia les hizo creer capaces incluso de enmendar lo perfectamente teologizado por Cristo. Católicos, evangelistas, adventistas, testigos de Jehová, bautistas… etc, son frutos híbridos de un árbol alterado. Y cualquiera de ellos que carezca de misericordia, es un mal fruto.

La lealtad demanda de toda una vida; la traición, de un solo instante. Por eso debemos estar siempre vigilantes; y por eso anunció a Juan el peligro futuro mediante la visión apocalíptica, repitiendo 8 veces una misma frase en Sus 7 mensajes de alerta: [Apo 2: 7, 11, 17, 29; 3: 3, 6, 13, 22]

El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.”

O sea: nos incluye a todos; habiendo advertido también anteriormente, en Luc 8:18:

«Mirad, pues, cómo oís; porque a todo el que tiene, se le dará; y a todo el que no tiene, aun lo que piensa tener se le quitará

¿Acaso estamos ‘oyendo’ bien? El Señor anunció una selección final: los invitados al convite, los fundadores de la nueva Jerusalén; y como todo el que se casa, sienta los cimientos sobre su expectativa de boda, exigiendo la condición inexorable: fidelidad a su instrucción. Por eso es importante que quede claro quien será su ‘Novia’… pues no es exactamente lo que muchos relajados y complacidos piensan que es.

El propio evangelio de Jesús, a través de la parábola de ‘las bodas del Hijo del Rey’, instruye sobre la selección de Su Novia, en Mt 22: 2-14:

«El reino de los cielos es semejante a un Rey que hizo fiesta de bodas a su Hijo…»

Ahí se ve claramente la cita a los judíos, la posterior decisión de extender el Evangelio a todas las naciones… y la última selección de invitados al banquete:

Mat 22:11-14 «Y entró el rey para ver a los convidados, y vio allí a un hombre que no estaba vestido de boda. Y le dijo: Amigo, ¿cómo entraste aquí, sin estar vestido de boda? Mas él enmudeció.’ Entonces el rey dijo a los que servían: ‘Atadle de pies y manos, y echadle en las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes. Porque muchos son llamados, y pocos escogidos.«

Así, el mensaje de las nupcias [desde profetas hasta Apocalipsis], no es un encargo de complacencia y relax, sino que exige conducta celosa; es una seria advertencia. A día de hoy, no toda la iglesia es novia de Cristo, sino solo la parte de ella que, fiel a Su palabra, mantenga una actitud coherente con Su instrucción. Ante la distorsión teológica vio necesario, en dos versículos, precisar más sobre Su enlace de bodas:

Apo 19:7-9 «Gocémonos, alegrémonos y démosle gloria; porque han llegado las bodas del Cordero, y su esposa se ha preparado. Y a ella se le ha concedido que se vista de lino fino, limpio y resplandeciente; porque el lino fino es las acciones justas de los santos.» Y el ángel me dijo: Escribe: ‘Bienaventurados los que son llamados a la cena de las bodas del Cordero.’ Y me dijo: Estas son palabras verdaderas de Dios.’

Apo 21:2 «Y yo, Juan, vi la santa ciudad, la nueva Jerusalén, descender del cielo, de Dios, dispuesta como una esposa ataviada para su marido

Y, ¿quiénes son llamados a la cena? Lo especifica desde el inicio de Su Evangelio:

Mat 16:27 «Porque el Hijo del Hombre vendrá en la gloria de su Padre con sus ángeles, y entonces pagará a cada uno conforme a sus obras

Pedro, testigo presencial de Jesucristo, bajo la unción del Señor, puntualiza:

1Pe 4:17-18 «Porque es tiempo de que el juicio comience por la casa de Dios; y si primero comienza por nosotros, ¿cuál será el fin de aquellos que no obedecen al evangelio de Dios? Y: Si el justo con dificultad se salva, ¿en dónde aparecerá el impío y el pecador

Debemos estar atentos al mensaje: ‘la Novia del Cordero’ no es la iglesia actual, según muchos piensan desde la relajación del ‘somos salvos; ya el pescado está vendido’, sino la selección que el Señor hará, en el día de Su juicio. Lo advierte una vez más en Mat 7:21:

No todos los que me dicen ‘Señor, Señor…’, entrarán en el reino de los cielos…’

Nadie está aun salvo; si hay juicio es que hay causa, y toda causa concluye en veredicto. Ninguna iglesia sin misericordia valdrá para el matrimonio; solo el amor la hará acreedora de fallo de ‘inocente’. Hoy por hoy, estamos desnudos ante Jesús, y una novia no se casa desnuda; esforcémonos para que a la orden del Rey, su sastre nos vista del lino fino imprescindible, el pasaporte al último y definitivo Jerusalén, según se avisa:

Heb 12:14 «Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor.»

Validando esta frase más de medio siglo después con sus propias palabras:

«No entrará en ella ninguna cosa inmunda, o que hace abominación y mentira, sino solamente los que están inscritos en el libro de la vida del Cordero.» [Apo 21:27]

Así, la ‘Novia del Cordero’ no es la dividida iglesia actual, con enfoques tan disímiles que muchas veces resultan contradictorios de una corriente a otra. La Novia del Cordero será la Jerusalén escogida; la iglesia moderna, teológicamente dividida por aplaudidos oradores, creadores de variopintas castas eclesiásticas, solo alcanza el nivel de ‘pretendiente’. La Jerusalén definitiva, la desposada del Cordero, solo será habitada por aquellos cuyos actos les haga dignos de ser convidados al banquete; como cuando un seleccionador se dispone a escoger su equipo definitivo, vaya.

Nos esforzaremos para llevar ese, tu último uniforme, Señor. Amén.

**********