Enero 28/2008
Mahoma y Su Amigo: el Buen Rey Cristiano ‘Negus’.
Desde mi buena fe, he ‘hurtado‘ desde Internet este educador artículo, incorporándole al final mis propias reflexiones. Pido perdón a la autora, pues lo recogí de un foro y desconozco su nombre, pero, dondequiera que esté, reciba un cordial y afectuoso reconocimiento de mi parte.
‘Desde muy temprano en mi vida experimenté, siendo yo cristiana, el encuentro con musulmanes. Me crié en una familia grande que se caracterizaba por la convivencia de cristianos y musulmanes. La mayoría de mis parientes son musulmanes, ya que mi madre fue musulmana ella misma. De niña compartía la pieza con mis primas musulmanas que vivían con nosotros. La vida cotidiana en la casa nos brindaba la posibilidad de conocer la fe de los otros: cómo y cuándo rezaban, qué celebraban, etc. Además nos daba la posibilidad de celebrar en conjunto fiestas religiosas como la navidad e Idl’Fitr.
Es costumbre en casa de mis padres orar en la mesa. Las primas musulmanas rezaban junto con nosotros antes de comer. Cuando mis primas estaban enfermas, a menudo nos pedían rezar por ellas. En el mes de ayuno, el Ramadha, cuando mis primas musulmanas se alistaban para interrumpir el ayuno en la madrugada, antes de la salida del sol, o al anochecer, yo les ayudaba a preparar la comida. Esta forma de convivencia basada en la relación familiar, posibilitó el aprendizaje espiritual mutuo en un nivel práctico; así creció la capacidad de ser tolerante frente a otros, de aceptarlos y comprenderlos, incluso renunciando a determinadas costumbres. Un pequeño ejemplo: como los musulmanes no deben comer carne de cerdo, nosotros en casa renunciamos conscientemente a la carne de cerdo en nuestra mesa.
Mi familia es una de millones de familias en Indonesia en el seno de las cuales este tipo de convivencia en una casa es posible. Sin embargo, esta convivencia entre musulmanes y cristianos en una familia no ha estado y no está libre de provocaciones. Influencias negativas desde fuera, la imagen del enemigo en ambos lados, la desconfianza mutua, amenazan a menudo esta convivencia pacífica. El hecho de que la historia de la evangelización cristiana en Indonesia haya estado estrechamente vinculada con el colonialismo, marca hasta hoy la imagen del cristianismo como una religión de dominadores, una religión occidental o incluso una religión propia de los señores coloniales (conquistadores).
Este hecho determina también hasta hoy la opinión de muchos musulmanes de que todas las personas blancas son cristianas y todo lo que es occidental puede ser igualado con el colonialismo y la maldad que este implicó en su momento.
El ataque de los EU a Afganistán como «venganza» por la tragedia del Word Trade Center, el 11 de septiembre, es interpretado por muchos musulmanes como un ataque de ‘los cristianos.’ Como consecuencia, las protestas y también acciones violentas aisladas (como barricadas o controles callejeros) de pequeños grupos musulmanes radicales en Indonesia se dirigen no sólo contra los americanos, sino a menudo contra los cristianos en general.
A la inversa, la imagen del Islam importada a las iglesias cristianas indonesias, surge del encuentro de los cristianos europeos con el Islam a la sombra de conquistas, cruentas luchas por el poder y cruzadas: el Islam no sería, una religión fiel, sino que, en contraste con la enseñanza cristiana del amor hacia el enemigo, propugnaría violencia y odio; los musulmanes serían infieles, incivilizados, amarían la violencia, etc. Serían nuestros enemigos, a quienes debemos vencer… objetivo estratégico de las misiones cristianas.
La imagen del Islam como enemigo en Indonesia es también herencia de una teología occidental surgida de grupos que se habían mantenido relativamente aislados de las comunidades islámicas; es decir, producto del desconocimiento y la arrogancia. Tales prejuicios, la desconfianza y las representaciones del enemigo en ambos lados constituyen un gran peligro y amenazan la convivencia pacífica de musulmanes y cristianos tanto en el ámbito familiar como en el público. La religión se convierte así en un símbolo exclusivo de identidad grupal que fácilmente se deja instrumentalizar y cargar emocionalmente en relación con conflictos que en realidad obedecen a causas muy distintas (sociales, económicas, políticas, étnicas). Esto ha quedado en evidencia en algunos cruentos conflictos regionales de los últimos años en Indonesia (Ambon, Sulawesi central, entre otros).
Pese a informaciones predominantemente negativas en los medios de comunicación, la convivencia de cristianos y musulmanes en Indonesia es pacífica y determinada por un Islamismo tolerante (a menudo los cristianos son incluso más excluyentes). Indonesia se caracteriza por su pluralismo religioso y cultural, a pesar de que casi un 90% de sus habitantes son musulmanes, constituyendo así la mayor población islámica del mundo. La mayoría de los musulmanes se opone al fanatismo religioso en sus propias filas. En los últimos años, como docente de la universidad teológica-evangélica he tenido muchas experiencias positivas con iniciativas tendientes al diálogo y actividades interreligiosas.
El Islam como religión surgida después del Cristianismo, a comienzos del siglo VII, tuvo muy pronto sus primeros contactos ‘positivos’ con este, cuando los comerciantes descendientes de la tribu Qurays decidieron expulsar al profeta y a sus seguidores, (el primer grupo islámico) de la Meca. Mahoma envía entonces sus discípulos a Abisinia (actual Etiopía), para buscar allí la protección del rey cristiano, bueno y justo, Negus. Este acontecimiento es, en mi opinión, un suceso clave para el encuentro pacífico entre musulmanes y cristianos basado en la confianza mutua. Los musulmanes ponen su vida en manos del rey Negus, un «extraño que además profesaba otra religión».
El rey recibe a los fugitivos y, cuando se presentan sus perseguidores, les dice que esas personas son sus ‘invitados’ y que una actitud beligerante hacia ellos, la tomaría como hacia sí mismo, dejando clara su postura al respecto. Los otros, al ver una posición tan firme, hicieron sus cálculos y decidieron abandonar.
El rey Negus les brindó seguridad e, incluso, les otorgó la libertad de ejercer su fe. Los fugitivos musulmanes se mantuvieron en Abisinia hasta que Mahoma halló un lugar seguro para sus fieles en la ciudad llamada Yatsrib (Medina), éstos abandonaron Abisinia y se unieron allí a los otros musulmanes.
La confianza nacida de este encuentro marca la actitud del profeta hacia los cristianos que en ese tiempo vivían en la península arábica, principalmente en el sur. Cuando Mahoma logra poner la península arábica bajo su mando, los cristianos árabes (al igual que los judíos) obtienen un estatus especial como ahl kitab, ‘la gente del libro’; a diferencia de las otras personas no musulmanas que fueron tildadas de kafir: ‘los infieles’. El estatus de ahl kitab, ‘la gente del libro’, implicó el reconocimiento de la fe cristiana como verdadera religión; implicó reconocer que los cristianos creen en Dios, es decir, en el Dios uno (Allah) que les ha otorgado el libro (su Biblia) como revelación divina.
La relación amistosa entre la primera Umma (congregación) islámica y los cristianos, es narrada también en una Hadits (una tradición/narración sobre Mahoma): un grupo de cristianos de la tribu sudárabe de Najran llegó a Medina (donde vivía Mahoma como líder político y religioso de la comunidad). La tradición (Hadits) cuenta que estos cristianos fueron acogidos amigablemente por Mahoma en la mezquita en Medina e incluso obtuvieron el permiso del profeta Mahoma de celebrar su culto en el interior de la mezquita.
La propagación del Islam como religión después de la muerte del profeta Mahoma, se realizó en el marco de la extensión del reino islámico. Los gobernantes islámicos no mostraban mayor interés en la conversión, o sea, la islamización de los cristianos o de las comunidades cristianas que vivían en el reino islámico. En el ámbito político, los cristianos ostentaban el estatus de «millet» (minoría protegida) o individualmente el de «dhimmi» (un protegido). En retribución, tenían que pagar un impuesto (una capitación = gizya). Este impuesto constituía una importante fuente de ingresos para el Estado; también por esa razón los gobernantes dejaban a los cristianos con su fe. La conversión de la comunidad cristiana al Islam habría significado, para los gobernantes, la pérdida de esta fuente de ingresos.
La relación tensa entre musulmanes y cristianos en Europa data de la Edad Media, se inició cuando el reino islámico invadió provincias del reino bizantino en Siria, Tierra Santa y Egipto y ocupó territorios europeos como Sicilia y España. La ocupación militar de dichos territorios implicó numerosas conversiones, y la iglesia europea, apoyada por los caballeros y los soberanos occidentales, declaró la guerra a los musulmanes en nombre de la defensa del territorio, del poder cristiano, de la cultura occidental y de la fe.’
Corto aquí el relato; permítanme ahora unas reflexiones al respecto:
Las crueles campañas de exterminio fueron consecuencia de ‘acción-reacción’; los invasores musulmanes, que no llegaron precisamente con flores, sino a golpe de espada, provocaron una respuesta desde la ira ‘cruzada’. La cruz, símbolo cristiano de la vida y la paz, fue usada para justificar el asesinato y la violencia contra el invasor. La pugna duró más de un siglo y tuvo efectos negativos en ambos lados: la suspicacia mutua echó raíces hasta hoy.
¿Pero, quién tiró la primera piedra? Si la invasión musulmana hubiera estado respaldada por el ‘Creador’ no habría habido cruzada capaz de detenerles. Debieron recordar la bella actitud de Mahoma, después del acto de buena voluntad del rey Negus. No se ganan adeptos desde la espada, pues eso sería conquista por sumisión; Cristo enseña que el lenguaje es el amor: ‘ganar al mal con el bien.’ (Actitud congruente del rey cristiano) La enseñanza es válida, pues no siempre se ama a quien se respeta, pero siempre, inexorablemente, se respeta a quien se ama.
¿Por qué el cristiano sigue su Nuevo Testamento y no el Corán? Porque Cristo dio alegato de que era el hijo de Dios con su Palabra, fundamentándola con profusos milagros sobre cojos, ciegos, paralíticos, leprosos o personas que sufrían otras dolencias incurables. Incluso resucitó muertos. También porque profetizó sobre todos los que vendrían después de él, ‘intentando dejar nuevas enseñanzas’. Finalmente, porque fue congruente: jamás empuñó espada ni usó la violencia, pese a que tenía poder para acabar con cuanto ejército se le enfrentara.
El humano, siempre ‘haciendo de las suyas’, se las arregló para cercenar aquel buen clima que se respiraba entre cristianos y musulmanes gracias a la sutil, y respetuosa relación existente entre el rey Negus y Mahoma. ¿Seremos capaces de volver a ese status cordial?
Yo estoy dispuesto, respeto lo musulmán; me encanta la sumisión inclinada ante el Señor de sus hombres ‘practicantes de corazón’ cuando oran, y su negativa a ‘intoxicarse’ con alcohol ni drogas de ningún tipo. Me fascina la actitud reverente de la mujer musulmana, también la ‘practicante de corazón’, huyendo de chismes en reuniones de ‘café’ con amigas para criticar a otras, y negando las provocativas minifaldas y blusas de bajos escotes, que exponen su horizonte pidiendo guerra y ‘encendiendo’ al psicópata que las persigue. En fin, me hechizan sus fiestas y bodas por la alegría existente, ajena a la necesidad de inyectarle al cuerpo cosas extrañas que lo corrompen.
Y me gusta, por supuesto, su: ‘¡la illaha illa’llah: No hay otro Dios fuera de Dios!’
¡Por favor, recuperemos el ‘buen rollo’, tan necesario en estos tiempos!
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