TÉCNICAS DE DATACIÓN Y ‘EMPIRISMO’ EVOLUTIVO

julio 21, 2008

Para definir la teoría evolutiva como científica, se dice que es un fenómeno natural real, observable y ‘comprobable empíricamente’. Pero lo empírico, es algo perteneciente o relativo a la experiencia, y, si se basan en hipotéticas edades eónicas de los fósiles, ¿a qué se refieren? Nadie ha estado presente en esas eras a las que se aluden; así que en realidad, lo que tenemos, no es una experiencia observable, sino ‘una lectura convenientemente orientada’, de los fósiles descubiertos, incluyendo ciertas bacterias bien preservadas, a las que se ha llegado a datar hasta con 3, 460 millones de años.

Llegado aquí, me siento obligado de nuevo a decir que los sistemas de datación usados no son eficaces. Las técnicas se usan según la edad que un ‘mapa de edades geológicas predeterminado’ señala. Así, utilizan carbono14, arqueomagnetismo, dendrocronologÍa, potasio-argón, huellas de fisión (esta última para 300.000/2.500.000 años)…

Sin embargo vemos que, por ejemplo, uno de los principios básicos del radiocarbono (C14), usado para datar ciertos fósiles, no es exacto. Se pensó que la concentración de C14 en la atmósfera había permanecido constante; hoy sabemos que no es así, ha variado. Durante el auge de los ensayos termonucleares del siglo pasado, se adicionaron grandes cantidades de carbono a la atmósfera. Y casualmente, el método que demostró su inexactitud también se ha usado para calibrar las fechas radiocarbónicas: la Dendrocronología. Otra evidencia de contradicción entre ellas mismas.

Por otro lado, la técnica ‘Datación por trazas de fisión’, también conocida como método de las trazas de fisión espontánea, se sirve de los rastros de las trayectorias de partículas nucleares en un mineral, debido a fisión espontánea de impurezas de uranio 238. La edad se calcula determinando la razón entre las densidades de trazas de fisión espontánea y las de fisión inducida. Lo usan en micas, tectitas y meteoritos, en dataciones de 40.000 a 1 millón de años, intervalo no cubierto por las técnicas del potasio-argón.

Pero se sabe que las rocas sometidas a altas temperaturas, (erupciones volcánicas) o a bombardeo gamma cósmico, inducen fechas erróneas; algo comprobado con la erupción del monte St. Helens, en 1980. En 1993, trece años después del suceso, el Dr. Steven Austin (geólogo graduado por la Universidad de Washington, Seattle, 1970; master en Ciencias en 1971, y Doctorado en 1979), junto a otros colaboradores, tomó una de las rocas de la ladera; con ella elaboraron tres muestras distintas: polvo, cristales, y fragmentos, que al ser sometida a la técnica Potasio-Argón, arrojaron edades que se diferenciaban entre sí, desde 0.35 ± 0.05 millones de años, hasta los 2.8 ± 0.6 millones de años en el caso de la que podría considerarse ‘la más antigua del grupo’.

O sea, el mismo residuo originado 13 años antes, según esta técnica de datación arrojó variados resultados que oscilaron desde 350000 años, a 2.8 millones ± 60000 años. Así demostró ser de efectiva.

Lo mismo ocurre con un molusco calcáreo de supermercado; científicos creacionistas han hecho la prueba. Si ud. coge uno de ellos, lo deseca, y lo somete luego a cualquiera de estos métodos usados para el entorno del millón de años, el resultado no será una reprensión tal como: ‘Ud. ha introducido una prueba errónea para este isótopo’… sino que le ofrecerá, dócilmente, un resultado acorde con lo esperado, según el isótopo usado. Y a esta ‘docilidad’ recurren los investigadores evolutivos, cuando esperan que ‘la Ciencia’ apoye sus conjeturas.

Así de sencillo; palabras rimbombantes tales como ‘espectrometría de masas’, (que conozco en persona: técnica con analizador multicanal, mediante cabezales detectores, que comparan en pantalla cuadriculada el espectro de varios isótopos al mismo tiempo), son solo un ardid para pardillos y gentes que se dejen impresionar por la docta palabrería.

Muchos científicos han reportado hallazgos de ADN en fósiles que se dice tienen millones de años. Aquí los hemos comentado; así como sus implicaciones en la creencia errónea, ampliamente asentida, de una Tierra vieja. Otros incluso declaran el reavivamiento de bacterias del intestino de una abeja, supuestamente de 15–40 millones de años de antigüedad. Y más recientemente, investigadores dicen haber revivido bacterias de rocas que se dice que tienen 250 millones de años.

Aunque en la actualidad hay clínicas que ofertan la posibilidad de guardar el ADN personal en casa, teóricamente para siempre, garantizando su esterilización, la química del ADN dice que en condiciones normales no puede durar millones de años, y muchos químicos dudan que se consiga almacenamiento ideal. Las declaraciones de hallazgos de ADN antiguo (no hablemos de bacterias antiguas intactas) ha sido causa de disputa. Los escépticos atribuyen los ‘hallazgos’ reportados de ADN a contaminación de muestras, o a la intrusión posterior de materia orgánica conteniendo ADN, en la formación geológica. De hecho, algunas declaraciones han sido invalidadas.

Un experto, Svante Pääbo, biólogo, especialista en genética evolutiva, y Director del Dep. de Genética del Instituto de Antropología Evolutiva de Leipzig, halló que horas después de la muerte, el ADN se rompe en cadenas de 100-200 unidades de largo, que el agua, por sí misma, destruiría completamente en 50,000 años; y que la radiación del medio, por sí sola, borraría eventualmente la información de ADN, aún en ausencia de agua y oxígeno. Algo que se corrobora en las mutaciones debido al daño en el genoma, que ocurren incluso durante la vida celular, y causan ya 20000 enfermedades reconocidas.

Plantear presencia de ADN en pruebas datadas como eónicas, desafía el criterio de los químicos que saben que el ADN no puede sobrevivir millones de años. El siguiente reporte de la BBC News, señala la declaración de uno de los autores, William Grant:

«Hay gente bien conocida y respetada que cree que el ADN no puede sobrevivir más allá de 100,000 años. Los fundamentos químicos muestran que las uniones se separan. Pero tales expertos han basado su trabajo en ADN mantenido en líquidos relativamente diluidos, y poco se ha investigado sobre el comportamiento del ADN en soluciones extremadamente saladas’. Pensamos que la sal tiene propiedades particulares de preservación».

Como contraparte, los investigadores que niegan que el ADN pueda durar eones, han considerado la posibilidad de condiciones notables de conservación, y, aún así, ni siquiera aceptan la remota posibilidad de edades de millones de años para el ADN. Yo, aunque no soy químico, pienso que el tiempo haría frágil una cadena de bases nitrogenadas sustentadas por la vida celular, rompiéndola al faltar esta y reduciéndola a polvo inorgánico.

De modo que estamos ante la siguiente situación:

Un grupo de químicos esgrime razones fundadas para decir que el ADN no puede durar millones de años, y otro conjunto de científicos ha presentado evidencia sólida de haber hallado ADN dentro de estratos que consideran, tienen 425 millones de años.

Pero, de forma sugestiva, las secuencias de ADN difirieron de las bacterias conocidas hoy, en menos del 2%, con muchas de ellas menores al 1%. Suponiendo la edad del ADN en 425 millones de años, debería resultar contradictorio para la evolución, debido a la magnitud de tiempo sin grandes cambios (Paradoja confirmada en vertebrados terrestres y plantas), pues las bacterias, con su gran población y corto tiempo de progresión, debieron evolucionar más rápido que las plantas y los animales.

Su teoría se complicó aun más. Las muestras, de Polonia, Tailandia y E.U. están datadas respectivamente en 11-16, 66-96 y 415-425 millones de años… y sus secuencias genéticas ¡podían agruparse juntas! Si la evolución y sus millones de años tuvieran algo de verdad, el grado de diferencia, comparado con la bacteria actual, debería ser enorme, mas no es así.

Los investigadores evolutivos usan el ‘reloj molecular’, para definir el grado de diferencia en el ADN de dos organismos, como medida de tiempo hacia un hipotético antecesor común. Pero con ese reloj, asumen un dato que niega la realidad: el rango de mutación ha sido constante a través del tiempo. Se sabe que esta depende de muchos factores cuya periodicidad no es posible calcular: temperatura, radiación, humedad, acidez, etc. Mucho del razonamiento evolucionista descansa fuertemente sobre esta noción del ‘reloj’. Los autores de esta publicación remarcaron:

«…es probable que algunos de estos organismos relacionados, y geográficamente distintos, han sido separados por millones de años, aunque compartan secuencias ADN muy similares. Esto da soporte al argumento de que el reloj molecular puede ser más lento en algunos linajes filogenéticos.»

O sea, debido a su fe en edades ‘millonarias’, los autores esperaban que hubiera mayores diferencias entre el ADN bacterial ‘antiguo’ y el reciente. Así que, como solución a esta problemática final, ellos proponen que el reloj molecular (rango de mutación) debe haber caminado más despacio de lo esperado. Por supuesto, para quien sabe que la Creación no tiene millones, sino solo unos miles de años, este descubrimiento no encierra misterios. Y su ‘reloj molecular’ no puede ser manipulado para enmiendas convenientes.

En realidad, los datos hacen más consistente la preservación de ADN bacterial durante el Diluvio global, de un año de duración en tiempos de Noé, y distantes solo unos miles de años. Esto explicaría las increíbles (para los evolucionistas) similitudes en las secuencias, y que las ‘especies’ de Dios están tal cual la diseñó… solo algo afectada por las mutaciones.

La pregunta que surge ahora es: ¿que credibilidad tiene un ‘reloj’ que corre a disímiles velocidades ‘filogenéticas’, según convenga? No resulta más que otro instrumento para contar cuentos… como lo es la datación radiométrica.

No me cansaré de decir bien alto desde este blog, que la instrucción en los centros educativos acerca de un paso evolutivo alga-elefante, alga-roble, reptil-ave… simio-hombre, no es más que una teoría tendenciosa que ha hecho y está haciendo todo lo posible por desacreditar la Palabra que el propio Jesucristo en persona pronunciba mientras curaba dolencias de décadas, hacía que los cojos andaran, los ciegos vieran y los muertos resucitaran.

Jesús mencionó a Adán, a Moisés; habló de la razón del diluvio correctivo durante el tiempo de Noé, la posterior lluvia de fuego sufrida en Sodoma y Gomorra… y del definitivo y punitivo final que definiría el colofón de los tiempos de la carne: una vida sobre valorada por nosotros, pero muy limitada en el tiempo, pues su expectativa de 85 años (países desarrollados) representa solo una gota de agua en el océano de eternidad que nos inundará.

¿Podemos creer en las Palabras del resucitado? Debemos hacerlo, pues su promesa se cumplirá, querámoslo o no. Lo racional es poner al día nuestras cuentas con Él, aprovechando su oportunidad de enmienda y perdón de los pecados.

Y no quiero terminar sin hacer un último y muy importante comentario:

A Cristo le preocupan los ateos y los agnósticos, por lo lejos que están de Él; por eso encomienda a su pueblo que lleven la buena noticia del perdón hasta los últimos rincones de la tierra y hasta el último minuto… pero más aún le angustian los que se dicen creyentes y dudan de las palabras que dejó escritas para la posteridad.

Los que profesando el credo del Señor viven de espaldas a la fe, admitiendo que criterios de hombre anulen sus enseñanzas de Creación, sin recordar que hemos sido advertidos constantemente a través de su Palabra, con respecto a la mal llamada ‘Ciencia’, se juegan mucho al aliarse a ‘razones’ negadoras de Dios. Pensemos que toda autoridad se someterá a Él, y que solo será libre, el fiel que merezca libertad.

En la explosiva era tecnológica, algunos cristianos no logran romper esa barrera del «y no conoces» que aparece en la última advertencia al ‘tibio’ de Laodicea, tan manifiesta en nuestros días, haciendo más mal que bien a la iglesia, con una postura ‘reverente’ ante quien no merece reverencia, y negando la instrucción del propio Jesús:

«…Sé fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida.» [Apocalipsis 2:10]

El séptimo mensaje a su Iglesia apocalíptica: Laodicea, puede inducir a pensar que, puesto que la actitud es tibia, no resulta ni muy mala ni muy buena, y es un pecado más bien leve. Frecuentemente se actúa y habla como si el cielo estuviese muy orgulloso de nosotros; pero el problema es grave si a la comprensión espiritual la margina el crecimiento científico del mundo: en la era cibernética, algunos leen la Biblia y se asocian con quien la maldice, constituyendo un cuadro espiritual patético a la vista del Señor, por poco combativo. Algún día miraremos hacia atrás, y veremos nuestra era como la edad de las tinieblas.

Según una reflexión cristiana que leí hace poco: «El último continente inexplorado no es la Antártida, sino las profundidades interiores del alma de Laodicea. Esa enemistad latente que Cristo dice que no conocemos»

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