CRISTO EN GANDHI.

enero 19, 2009

«CUANDO TODOS TE ABANDONAN, DIOS SIGUE CONTIGO«

Esta frase de Mahatma Gandhi ha sido la elegida [en mi opinión, muy acertadamente] por la asociación cristiana ‘E-cristians’, para exponerla a partir de hoy lunes 19/I/09, en los autobuses de Barcelona, como acción-reacción, ante el irreflexivo mensaje ateo de estos días. La idea es la de extrapolarla a los de Valencia y Madrid; pero yo me pregunto: ¿Por qué no a toda España? ¿Por qué no al mundo entero?

Queda claro que los caminos del Señor son insondables; lo que se inició como campaña antiCristo a nivel local, concluirá con la mayor cruzada de evangelización cristiana jamás conocida por la humanidad. El alboroto creado por el mensaje ateo, «Probablemente Dios no existe…», en realidad va a conseguir que el mundo reflexione más sobre Dios. Y por si había dudas, ese cartel inicial, llamando a la sociedad al relajo, el caos y la utopía, se debió a una iniciativa de la ‘Unión de Ateos y Librepensadores‘ (UAL) y ‘Ateus de Catalunya‘.

Pero, hagamos un paréntesis y vayamos a la frase elegida por la organización cristiana. No es un versículo bíblico, sino una frase atribuida al enorme pensador y político Ghandhi, un hombre que desde 1918 fue figura del movimiento nacionalista indio; el gestor de un nuevo método de contienda: huelgas y ayunos, que rechazó en sus programas la lucha armada y predicó la no violencia como medio para resistir al dominio británico.

Pregonó la total fidelidad a los dictados de la conciencia, propugnando la rebeldía civil si fuese necesario. Mantuvo correspondencia con León Tolstoi, quien influyó en su concepto de resistencia no violenta y quien poco después de ser testigo de los sacrificios y heroísmo en la campaña de Sebastópol, se reintegró a una frívola vida en San Petersburgo, que le sumió un gran vacío e inutilidad.

El pensamiento de Tosltoi, que influyó en Gandhi, se refleja en su frase, comentando sobre las gentes que conoció en este periodo:

«Adquirí la convicción de que casi todos eran inmorales, malvados, sin carácter; inferiores al tipo de personas que yo había conocido en mi vida de bohemia militar. Y estaban felices y contentos, tal y como puede estarlo la gente cuya conciencia no los acusa de nada«

Gandhi, por ser fiel a su conciencia, fue a menudo encarcelado, y devino en héroe nacional. En 1931, en la Conferencia de Londres, reclamó la soberanía de India, e involuntariamente dilató un conflicto histórico con origen en la invasión del sultán Mahmud en el 1008. El Islamismo había logrado un cardinal poder religioso en Oriente Medio y exportó la ocupación musulmana a esa región de Asia.

Según algunos, continuando el mandato divino de combatir a los infieles… según otros, atraídos por las riquezas de los ‘rash’ [reyes], aprovechando que tras siglos de bonanza y culto a una religión pacifista [hinduismo], los indios no se hallaban en el momento óptimo para defenderse de su invasión.

Inglaterra los había reducido a ambos; pero al fin de la Segunda Guerra Mundial, aprobó la independencia de India, y los musulmanes optaron por formar Pakistán, con gobierno islámico. Esta separación dejó las secuelas hoy conocidas, con disputas centradas en el estado de Cachemira, de población mayormente musulmana.

Por su parte, el austero y modesto inflexible, inconforme con el título de Mahatma [‘Gran Alma’ en sánscrito] dada por el poeta Rabindranath Tagore, luchó hasta el final contra esa división. En un país en que la política era sinónimo de corrupción, Gandhi introdujo la ética en ese dominio a través de la prédica y el ejemplo. Vivió en una pobreza sin paliativos, jamás concedió prebendas a sus familiares, y rechazó siempre el poder político, antes y después de la liberación de la India.

Este rechazo convirtió al líder de la no-violencia en un caso único entre los revolucionarios de todos los tiempos. Su acomodada familia le había enviado a estudiar a Londres; allí vivió de 1888 a 1891, etapa en que ‘halló‘ a Oriente a través de Occidente, pues comenzó a frecuentar a los teósofos que le iniciaron con el clásico, ‘Bhagavad Gita’ [Canción de Dios en sánscrito], escritura sagrada del hinduismo, que luego consideró «el libro por excelencia para el conocimiento de la verdad».

Allí también contactó con las enseñanzas de Cristo, y durante un tiempo se sintió tan atraído por la ética cristiana que dudó entre ésta y el hinduismo. Así nació su intento de sintetizar los preceptos del budismo, el cristianismo, el islamismo y su religión natal, a través de lo que señaló como el principio unificador de todos ellos: ‘la idea de renunciación‘… que no es más que lo mismo propugnado por Cristo.

Se hizo abogado, pero su primer juicio fue un fracaso estrepitoso, al enmudecer cuando le tocó su turno de oratoria. Entonces, una factoría comercial musulmana le contrató para atender un caso de la empresa en Durban; Gandhi embarcó hacia Sudáfrica en 1893… y nació el revolucionario que defendería, en el extranjero, por primera vez a la comunidad hindú.

Allí, su política de clara influencia cristiana: ‘lucha sin violencia, desde la resistencia‘, hizo que la autoridad británica diera marcha atrás a un impuesto vejatorio, autorizando a los asiáticos a residir en Natal como trabajadores libres. Con esta victoria, el Gandhi rebelde y desertor de vestimentas europeas, salió para siempre de Sudáfrica con su familia, y llegó a la India en 1915 como un verdadero titán, con la aureola de sus campañas en el extranjero.

Bombay le recibió como héroe nacional; el gobernador inglés acudió a saludarlo y el poeta Rabindranath Tagore le dio la bienvenida en su Universidad Libre de Santiniketan. Sin embargo, la fama no le subió los humos, y al poco tiempo fundó una comunidad casi monástica en la ciudad de Ahmedabad, donde vedó toda vestimenta extranjera, comidas con especias y la propiedad privada. Y aquí se ve otra congruencia cristiana, cuando Cristo le contesta al hombre honesto, que se le acercó, preguntando qué más debía hacer para obtener la vida eterna:

«Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes y dáselo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo. Luego ven y sígueme«. [Mat 19:21]

Los seguidores de Gandhi se dedicaban solo a dos trabajos: la agricultura, para sustentarse, y el tejido a mano, para abrigarse. Aquí comenzó la lucha que habría de sostener durante toda su vida contra las lacras del hinduismo y a favor de los intocables, admitidos por él, desde el principio, como miembros de la comunidad.

Su entrada en la política india no ocurrió hasta febrero de 1919. Cuando se aprobó la Ley Rowlatt [censura, y duras penas para cualquier sospechoso hindú], Gandhi encabezó la oposición a la ley. Organizó una campaña de propaganda a nivel nacional mediante la no-violencia, que creó una huelga general, pronto extendida a todo el país. Cuando acudía a Delhi a calmar la población, que no había entendido su mensaje de ‘rebeldía desde la inacción’, Gandhi fue arrestado, y luego de su liberación, convertido en el líder nacionalista indiscutido, alcanzando la presidencia del Congreso Nacional Indio.

Bajo su liderazgo, la agrupación de clases medias urbanas pasó a ser alineación de masas, arraigada en pueblos y aldeas. Así puso en marcha las grandes campañas de protesta civil, que iban desde la negativa masiva a pagar impuestos, hasta el boicot a la Corona. Miles de indios llenaron las cárceles y el mismo Gandhi fue detenido en marzo de 1922. Diez días más tarde comenzó ‘el Gran Juicio’; se declaró culpable y consideró un honor la sentencia a seis años de prisión, terminando la sesión con una reverencia mutua entre juez y acusado.

Pero al salir de la cárcel [por apendicitis], halló un cuadro político roto en dos: la unidad entre hindúes y musulmanes, lograda con el movimiento de rebelión civil, había muerto. Un Gandhi decepcionado, decidió entonces retirarse y vivir como anacoreta, en total penuria y buscando el silencio restaurador. Aislado en su Ashram, de actividad similar a los monasterios: retiro, hospedería, comunidad, escuela y dispensario público, esos años fue el jefe espiritual de la India, el dirigente religioso de fama internacional que muchos occidentales en busca de la paz espiritual trataban como un gurú o maestro espiritual.

Sin embargo, su clausura finalizó en 1927, al nombrar el gobierno británico una comisión para reformar la Constitución, con ausencia hindú. Gandhi logró que todos los partidos del país boicotearan tal misión, nació la huelga de Bardoli, y estos éxitos animaron al Congreso a declarar la independencia de la India, el 26 de enero de 1930… encargando al ‘Mahatma‘ la dirección de la campaña de no violencia para llevar a la práctica la revolución.

Éste eligió como objetivo de la misma el monopolio de la sal que afectaba especialmente a los pobres, y en marzo partió de Sabartami con 79 partidarios, rumbo a Dandi, distante 385 kilómetros. El pequeño grupo se extendió como una riada imparable e inundó toda la India: los aldeanos sembraron ramas verdes por donde desfilaría el escuálido y semidesnudo líder, apoyado en un bastón de bambú, general en jefe de un creciente ejército cuyas únicas armas eran los principios de hacer la guerra con la paz.

El día del aniversario de la masacre de Amritsar, Gandhi llegó a orillas del mar y cogió un puñado de sal. A partir de ahí, la rebelión civil fue imparable: diputados y funcionarios locales dimitieron, los líderes locales renunciaron a sus puestos, el ejército indio se negó a disparar contra la manifestación, las mujeres se sumaron a la tropa, y los discípulos de Gandhi invadieron pasivamente las fábricas de sal.

Durante su vida, Gandhi recurrió además a los ayunos [práctica bíblica] como medio de presión contra el poder, y como forma de lucha silente, para detener la violencia o llamar la atención de las masas. Lo inhumano del sistema de castas, obligando a los parias a arbitraria indigencia y ostracismo, hizo que este guía místico convirtiera la abolición de esta cultura, en una meta personal.

Reñido con el Congreso, defraudado por sus maniobras políticas, se consagró en visitar pueblos lejanos, instando la instrucción popular, la veda del alcohol, y la libertad espiritual del hombre. Sin embargo, su actitud contra la partición no pudo con el líder musulmán Jinnah, quijote de la separación del Pakistán. Afligido por lo que creyó una traición, el Mahatma vio con horror el resurgir de viejos fantasmas indios en 1946, cuando la gala de nominación de Nehru como primer jefe de gobierno, generó fanáticas revueltas, motivadas por la pugna entre hindúes y musulmanes.

Gandhi se trasladó a Noakhali, inicio de las revueltas, y viajó de pueblo en pueblo, descalzo, intentando detener las masacres que generaron tal partición, en Bengala, Calcuta, Bihar, Cachemira y Delhi. Pero su esfuerzo sólo agrandó el odio que hacia él sentían los fanáticos extremistas: los hindúes intentaron matarle en Calcuta… y los musulmanes en Noakhali. Durante sus últimos días en Delhi llevó a cabo un ayuno para reconciliar ambos bandos, lo cual afectó gravemente su salud. Al anochecer del 30 de enero de 1948, cuando iba a la plegaria comunitaria, fue tiroteado por un joven hindú. Tal como había predicho a su nieta, murió como un auténtico Mahatma, con la palabra Brahmā [‘Dios’] en sus labios.

En el marco del hinduismo, Brahmā es el dios creador del universo y miembro de la Tri-murti [‘tres formas’]: la triada Brahmā (dios creador), Vishnú (dios preservador) y Shivá (dios destructor). Una enigmática variante india del Padre, Hijo y Espíritu Santo instituido por Jesús… evidencia de una inconsciente alteración de lo dicho casi 2000 años antes por este. Sin embargo, no hay dudas que Mahatma Gandhi tuvo, aun sin declararse cristiano, una actitud influida por la instrucción recibida sobre Cristo, en su etapa londinense.

De él dijo Einstein: «quizá las generaciones venideras duden alguna vez de que un hombre semejante fuese una realidad de carne y hueso en este mundo». Yo elijo decir que Gandhi fue el ‘pero‘ obvio, en el libro de instrucción espiritual por excelencia: la Biblia, cuando Santiago, el hermano carnal de Cristo, instruye sobre una fe palpable en las obras:

«Sin embargo, alguien dirá: «Tú tienes fe, y yo tengo obras.» Pues bien, muéstrame tu fe sin las obras, y yo te mostraré la fe por mis obras. ¿Tú crees que hay un solo Dios? ¡Magnífico! También los demonios lo creen, y tiemblan. ¡Qué tonto eres! ¿Quieres convencerte de que la fe sin obras es estéril?» [Stg 2:18-20]

Gandhi demostró su fe, por sus obras, y estoy seguro que hoy está muy cerca del Señor. Desde aquí, mi enhorabuena a los hermanos de e-Cristians, por su pronta respuesta al ateísmo provocador. Les auguro que vuestra iniciativa cubrirá toda España, pues el propio Jesús guía la locomotora del tren que ustedes han echado a andar, y que resultará indetenible.

«CUANDO TODOS TE ABANDONAN, DIOS SIGUE CONTIGO«

¡Muy bien escogido! ¡Que el Señor les bendiga!

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