PULGARCITO, BARBA AZUL… Y LOS HOMÍNIDOS.

julio 4, 2011

Julio 4/2011

Por su nexo con la temática hombre-chimpancé, por su importancia, he escogido un último párrafo del ensayo evolutivo que hemos venido analizando. El lin es el mismo de días atrás:

Haz clic para acceder a P0001%5CFile%5CLos%20or%C3%ADgenes%20de%20los%20eucariotas.pdf

El párrafo dice: {“El problema surge cuando los ordenadores calculan repetidamente las similitudes en las secuencias de proteínas o de ácidos nucleicos. Se le ha denominado «la atracción de las ramas largas»: hace que los grupos parezcan más relacionados (es decir, más cercanos en el árbol) de lo que deberían estar. Cuando Lipps ajustó el árbol para mostrar el surgimiento de los eucariotas y se deshizo de los artificios para compensar la «atracción de las ramas largas», el «árbol» se convirtió en un arbusto con un tallo largo.”}

De nuevo la especulación sobre la hipotética deriva genética, para que las especies fueran saltando de unas en otras, cambiando su ADN con la misma alegría que un lagarto cambia su color. Algo sobre lo que no hay ni una evidencia. ‘La atracción de las ramas largas’ solo existe gracias al imán de la manipulación de datos. Citan análisis moleculares; acuden a ese recurso para apoyar lo que plantean, con un ropaje aparentemente convincente. Ya saben: bata blanca, doctorado en mitos, y argumentativa que provea carta de honestidad.

Pero en realidad, la honestidad brilla por su ausencia. Lo único cierto es que los análisis moleculares no nacieron de la temática evolutiva, sino de la necesidad real científica ante distintas dolencias, y la investigación a nivel microscópico: trastornos inmunológicos, proteínicos, déficit de aprovechamiento de vitaminas y/o minerales, etc… Se investigan muestras reales, en situaciones actuales, para dar respuesta a un problema vigente; y se hace con pruebas libres de contaminación argumentativa, obtenidas por vías médicas. O sea, analizan la información extraída a nivel molecular, la mínima expresión orgánica, intentando resolver una dolencia, crear un fármaco no invasivo, etc…

Pero: ¿usan de igual forma esa técnica los teóricos evolutivos? ¡No! Si analizan el ADN del virus aureus, y lo comparan con el ADN de una bacteria, buscan las secuencias de ADN que se repiten en ambos, presuponiendo de antemano que una surgió antes que la otra en el tiempo. Según esos parecidos genéticos, confeccionan un árbol de ramas Spielbirienas, con la misma credibilidad científica de la Guerra de los Mundos.

Y lo sé, porque la misma manipulación usaron en el proyecto genoma, para concluir lo que buscaban desde el inicio, intentando justificar la millonaria subvención recibida: que chimpancés y humanos están genéticamente emparentados en un 98%. Esto dice su informe:

{Nucleotide divergence.- Best reciprocal nucleotide-level alignments of the chimpanzee and human genomes cover 2.4 gigabases (Gb) of high-quality sequence, including 89 Mb from chromosome X and 7.5vMb from chromosome Y.}

[Los mejores alineamientos recíprocos a nivel de nucleótidos entre el genoma del chimpancé y humano cubren 2.4 gibabases de secuencias de alta calidad, incluyendo 89 Mb para el cromosoma ‘X’ y 7.5 Mb para el cromosoma ‘Y’.]

Los mejores”; o sea, hubo otros imposibles de presentar como evidencia contrastada de reciprocidad. Así, busquemos lo que ocultan:

Si el ADN humano contiene 6,4 mil millones de bases, y según los propios investigadores, ‘los mejores alineamientos recíprocos a nivel de nucleótidos entre el genoma del chimpancé y humano cubren 2.4 mil millones’, están diciendo que solo hallaron ‘la mejor congruencia’ en el 37% del genoma. Sin embargo, afirman al final, que monos y hombres son cientificamente iguales al 98%. Un ejemplo de que la matemática evolutiva es a la carta, pues su trabajo arrojó incongruencia génica de un 63 % entre simios y humanos. Pero ese dato les despegaría de la teta de la subvención.

Pero esperen, que hay más. Los científicos de la Facultad De Medicina de la Universidad ‘George Washington’, San Louis, localizaron 2.100 marcadores en el cromosoma X, determinando que es uno de los más largos, con 320 millones de bases.

Y si ‘los mejores alineamientos recíprocos a nivel de nucleótidos entre el genoma del chimpancé y humano cubren 89 000 000 bases del cromosoma X’ [que tiene 320’000,000 de bases], en realidad hallaron similitud nucleótida, solo en el 27.81% del cromosoma X. O sea, no correspondencia, sino discrepancia nucleótida, en un 72.19%.

Y por otra parte: Si ‘los mejores alineamientos recíprocos a nivel de nucleótidos entre el genoma del chimpancé y humano cubren 7.5 000 000 de bases del cromosoma Y’ [que tiene 100 millones de bases], entonces en realidad hallaron ‘parecidos‘ solo en el 7.5% del cromosoma ‘Y’. O sea, discrepancia nucleótida, en un 92.5%.

De modo que tal comparación genómica lo que demostró es que los cromosomas ‘X’ y ‘Y’, los trasmisores de herencia genética a la descendencia en simios y humanos, los más importantes del genoma para la ‘evolución de las especies’, son diferentes en un 72% y un 92.5% respectivamente. ¿Cómo hacer compatible desde Ciencia que nos declararan iguales al 98%? ¡Ahí quedó claro lo que perseguían! La Ciencia les tiene sin cuidado; lo que interesa es seguir mamando de la teta de la subvención a como sea. ¡Ahí siguen los libros editados posteriormente con la infamia: una vergüenza para la verdadera Ciencia!

Disfrazan divergencias vapuleantes. Lo soslayan como algo sin importancia, citando polimorfismos, ‘cambios’ en el ADN de ambos en el tiempo. Una vez que recurren a la seudociencia no se apartan del engaño jamás. Nadie ha pedido disculpas aun; algo similar a cuando sin respuestas ante que el 95% del genoma no codifica proteínas, le llamaron a esa parte de la instrucción ‘ADN basura’, restos segregados durante el salto de una especie a otra; ‘vestigios’ del tránsito de un ser a otro. Desesperados por la real falta de evidencias, usaron la ignorancia a su favor… y tampoco han pedido perdón por ello.

Sin embargo, ese asunto se sentenció cuando la Ciencia fue capaz de descubrir que en esas secuencias en realidad hay mucha información. Ya se sabe hoy que mucho ADN de ese 95%, resulta vital: clave, como regulador de los genes, como interruptores biológicos que activan enzimas y proteínas; series indispensables para la expresión diferencial genética…

Hace poco, en Science se describió una secuencia del supuesto ADN basura, en realidad crucial para el funcionamiento del gen de la hormona del crecimiento. Se demostró que determinadas alteraciones de SINEB2, adyacente a la hormona del crecimiento del ratón, provocan la pérdida de expresión de ese gen, implicado en el crecimiento de las células, en la mitosis, el envejecimiento y la longevidad.

La teoría evolutiva presenta un ADN lleno de errores, pero Dios no hizo un manual fallido; sino que la Ciencia no está a la altura de su comprensión. El descubrimiento del ADN solo fue un paso; queda el resto del camino. No me canso de repetir el peligro que hay en soltar barbaridades, solo porque la ignorancia humana no es capaz de dar respuestas. Ya en su momento se presentaron 100 órganos como vestigiales, evidencia de tránsito ‘evolutivo; órganos como la hipófisis, amígdalas, etc., que cuando la Ciencia estuvo a la altura, le fue asignando a cada uno la función para la cual había sido diseñado. Tampoco han pedido perdón por eso.

El ADN, en realidad instituye la insalvable diferencia entre los seres vivos; es la frontera que impide que nadie se convierta en otro ser distinto. Pero usan la espectometría, y todo análisis con la última tecnología, intentando dar covertura científica a hechos hipotéticos, cuando en la vida real en cada laboratorio del planeta se ve lo contrario de lo que propugnan.

Lo cierto es que, día sí, y día también, combaten la única realidad: procariotas y eucariotas por igual poseen un ADN que regula todas sus funciones. En todo organismo, la instrucción antecede a la función. La bacteria tiene una instrucción cifrada en código, que fija su permanencia vitalicia a su especie: procariota. Según la defensa evolutiva, surgió hace miles de millones de años… pero sigue tan bacteria como siempre. La evolución no se cumple en ella. De modo que en lugar de acudir a una informática creada para que al final broten las ramas necesarias a la especulación, deberían ser fieles a las evidencias de laboratorio. Y esas niegan la evolución.

El ADN en sí mismo constituye la evidencia: INSTRUYE para la vida; por tanto, si quieren explicar algo, no es diciendo que los bichos saltaron de unos a otros por yuxtaposición genética, [no visto en ningún centro de investigación del mundo], sino: ¿cómo se alteró la instrucción del ADN, para que la bacteria comenzara a tener, no solo mitocondrias, sino cloroplastos, aparatos de Golgi, lisosomas, etc, si en la práctica jamás se ha visto ni siquiera tal intención?

La teoría evolutiva, propugnando absurdos, olvida que lo que hay que explicar es por qué los cambios propugnados jamás han sido registrados en ningún laboratorio, en casi 4 siglos de investigación, proveyéndoles las bacterias de penta trillones de cepas diarias; cien generaciones. No hay ni una evidencia de lo que dicta la informática dirigida.

El final del párrafo explica en sí mismo de qué va la defensa evolutiva:

{Cuando Lipps ‘ajustó’ el árbol para mostrar el surgimiento de los eucariotas y se deshizo de los artificios para compensar la «atracción de las ramas largas», el «árbol» se convirtió en un arbusto con un tallo largo.}

Es toda una declaración de intenciones. El programa informático que llevó a la conclusión del árbol sin raíces, no fue más que una película de ficción. Lipps entró con su bisturí evolutivo cortando lo que no le convenía; luego rellenó los vacíos con los datos que le llevarían a lo que necesitaba hallar.

Lo cierto es que un ordenador no analiza; solo compara datos y posibilidades. Trabaja con lo que dice su programa; si el programador le impone que las descargas atmosféricas se trasmiten de este a oeste, trabajará con esos datos, yendo contra la verticalidad de la vida real. Y si el programa es diseñado para que dé respuestas sobre por qué el cielo va de morado a amarillo pollito, el ordenador dará sus respuestas según los datos impuestos, aunque en la vida real, todos sabemos que el color del cielo es azul.

La defensa evolutiva constantemente olvida que pisa sobre un planeta real. Pero es muy fácil; lo único que se debe hacer es seguir las pistas físicas, y dejar de soñar con un pasado que les queda inmenso.

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