«En la multitud de tus caminos te cansaste; mas no dijiste: ‘No hay remedio’. Hallaste lo que buscabas, por tanto no te arrepentiste. ¿Y a quién reverenciaste y temiste? ¿Por qué mientes; que no te has acordado de mí, ni te vino al pensamiento? ¿No he disimulado desde tiempos antiguos, y nunca me has temido? Yo publicaré tu justicia y tus obras, que no te aprovecharán. Cuando clamares, líbrente tus allegados; pero a todos ellos llevará el viento, y los tomará la vanidad; mas el que en mí espera, tendrá la tierra por heredad, y poseerá el Monte de mi santidad. Y dirá: ‘Allanad, allanad; barred el camino; quitad los tropiezos del camino de mi pueblo’. Porque así dijo el Alto y Sublime, el que habita en eternidad, y cuyo nombre es El Santo, que tengo por morada la altura y la santidad; y con el quebrantado y abatido de espíritu habito, para hacer vivir el espíritu de los abatidos, y para hacer vivir el corazón de los quebrantados. Porque no contenderé para siempre, ni para siempre enojaré; porque el espíritu por mi vistió el cuerpo, y yo hice las almas.» [Isa 57:10-16]
Hace unos días describimos en este blog la imposibilidad de que toda la biología existente en el planeta tuviera un origen común, debido precisamente a la inscripción que aparece codificada en el ADN. El paso de los años y el avance de las investigaciones en todo el mundo, determinó que todos los seres vivos contienen un ADN ‘semejante’, formado a partir de una misma base: los nucleótidos. O sea, el código genético usado al «inscribir» las instrucciones para crear todo tipo de vida, es común a todos los organismos.
Es decir, parte del ADN de un ser humano puede ser ‘leído’ dentro de una bacteria, y también en una planta se puede identificar porciones de la información genética de otra diferente. Así, se considera la información genética de los seres vivos, como «universalidad del código genético». Pero si toda información genética de la biología del planeta, usa los mismos elementos, las mismas bases nitrogenadas, etc., es porque hemos sido creados para interactuar en un mundo donde todos necesitamos de elementos químicos comunes:
El hombre incorpora animales y plantas en su dieta. ¿Cómo podría ser esto posible si no fueran químicamente compatibles los procesos? Lo mismo ocurre con los animales herbívoros y los carnívoros, así como con los elementos químicos usados por todos, en sus respectivos metabolismos. Y con respecto a que todos descendemos de una misma especie que evolucionó durante miles de millones de años, considero que, desde el razonamiento imprescindible en la única especie ‘diseñada’ para hacerlo, hay potentes ‘razones’ que contradicen y niegan la teoría evolutiva, que dicta que todos descendemos de organismos unicelulares procariotas:
¿Cómo se reinscribieron y recodificaron los datos necesarios para convertirse en eucariota? Ante la necesaria reinscripción y recodificación imprescindible, determinadas por los experimentos científicos, la endosimbiosis y todas las otras fábulas resultan carentes de fundamento: no disponen ni tan solo de una evidencia de laboratorio.
Para que una ballena proviniera de un mamífero terrestre cuadrúpedo, según afirman con tozudez, resulta forzoso que antes fuera cambiado todo el ‘programa’ que aparece inscrito en su genoma… y que al mismo tiempo, este se recodificara. Las cadenas de proteínas necesarias para que se creen las patas, no son las mismas que las que se precisan para que salgan aletas; asimismo toda la morfología del animal responde a los alelos, formas alternas de genes, que difieren en secuencia o función… y que aparecen ya inscritas.
Se pertenece a una especie dada, si se presentan rasgos comunes a ese género: aspecto, conducta [inteligencia, pauta sexual, locomoción…], fisiología [enzimas y hormonas…]. Cada uno de estos distintivos o caracteres, más o menos repetidos en una especie, se ‘HEREDAN’ de los padres a través de los cromosomas, y cada uno se despliega según la información específica para él… presente por inscripción en el ADN nuclear.
Es decir, todo responde a la enigmática escritura que apareció necesariamente en el primer ADN de la primera célula surgida de elementos inorgánicos, y que los quijotes evolutivos quieren minimizar a toda costa, pues ante ella no valen respuestas ambiguas, y encarnan un obstáculo: hay una inscripción clara y específica para cada especie, manifiesta mediante un código; ‘orgánicamente sellada’ en un carrete muy especial, un ‘libro de instrucciones’, que, una vez desplegado, resulta 40000 veces mayor que la célula que lo contiene.
Por esa razón hemos insistido tanto en que para que un lagarto vuele, antes tienen que reinscribirse y recodificarse en el ADN toda la instrucción necesaria para que cambie su morfología. Y, ¿cómo pudo acaecer eso, si la Ciencia dicta que nada se INSTRUYE a sí mismo, se PROGRAMA a sí mismo, se RECODIFICA a sí mismo ni se REINSCRIBE a sí mismo?
El examen a nivel molecular señala que la formación de los aminoácidos no ha sido esclarecida en lo más mínimo por los evolucionistas. La formación de las proteínas es un enigma, pero esto solo es el inicio. La precisa organización celular lleva a los evolucionistas a otro aprieto: una célula no es una cantidad de proteínas estructuradas por aminoácidos; sino un dispositivo vivo, con cientos de sistemas desarrollados, y tan complejos, que el hombre es incapaz de resolver su incógnita. No pueden explicar su complejidad, como así tampoco la formación de las unidades básicas de la célula.
Jamás han logrado suministrar una elucidación coherente sobre la presencia de moléculas que son la base de la estructura celular. Por el contrario, la ciencia genética y el hallazgo de ácidos nucleicos ADN y ARN, ha desatado nueva dificultad para la teoría de la evolución.
Meditemos: el cuerpo humano contiene un trillón de células, y cada una con seis pies de ADN; así que nuestros cuerpos suman ¡más de un billón de kms de ADN! La molécula ADN, en el núcleo de cada una de ellas [fundamentalmente en los cromosomas], contiene el plan de obra completo de la vida. La información respecto a las características de la persona, la apariencia física y hasta la estructura de los órganos internos, están registrados en el ADN por medio de un sistema de código especial.
Todas las diferencias estructurales entre las personas dependen de las variaciones en las secuencias de estas letras. Un banco de millones de datos, compuesto solo de cuatro letras; la forma en que estas letras están combinadas ha dado origen a toda la complejidad de la vida. ¿Pudo haber surgido eso por casualidad? Y aun si trillones de casualidades hubieran coincidido: ¿cómo lograron inscribirse y codificarse esos millones de datos, en la hebra del ADN, sin factor externo?
El orden secuencial de las letras establece la estructura del ser humano hasta el milímetro. Además de rasgos como el peso, los ojos, el color de la piel y del cabello, el ADN de una sola célula contiene también el diseño del esqueleto humano; un conjunto organizado de 206 piezas óseas que facilitan al cuerpo humano una firme morfología multifuncional: movilidad, defensa, sustento… excepto el hueso hioides, aislado del esqueleto, todos los demás se articulan entre sí. Un soporte de estructuras conectivas complementarias: ligamentos, tendones, cartílagos, huesos, 600 músculos, una red de 2 millones de nervios ópticos, 100 billones de células nerviosas, kilómetros de tejido venoso…
Si escribiésemos la traducción de toda la instrucción codificada en el ADN, se compilaría una biblioteca gigante, de 900 enciclopedias con 500 páginas cada una. Y tal increíble y PRAGMÁTICA mole de ‘instrucciones’, está codificada en los genes. ¿Puede ese ADN pasar a existir por casualidad?
Hay algo vital, que merece atención: un error en la secuencia de los nucleótidos que componen un gen, convertiría al mismo en completamente inútil. Cuando se considera que en el cuerpo humano hay 25 mil genes, se hace obvio lo imposible que resulta que millones de nucleótidos que integran esos genes se formen por casualidad en la secuencia correcta. El biólogo evolucionista, Frank Salisbury, lo comenta:
«Una proteína media incluye unos 300 aminoácidos. El ADN que controla esto tiene unos mil nucleótidos en su cadena. Dado que hay cuatro tipos de nucleótidos en la cadena de ADN, una que consiste de mil enlaces o uniones podría existir en 4 elevado a 1000 formas. Usando un poco de álgebra (logaritmos), se ve que 4 a la 1000 = 10 a la 600 potencia. ¡Diez multiplicado por sí mismo 600 veces da una cifra igual a 1, con 600 ceros!»
Un 10, seguido de once ceros, forma un billón; una cifra con 600 ceros es muy difícil de concebir; va más allá de nuestra comprensión. Esta imposibilidad de formación de ARN y ADN, por acumulación casual de nucleótidos, la expresó el científico francés Paul Anger:
«Tenemos que distinguir rigurosamente los dos escenarios en la formación fortuita de moléculas complejas, como los nucleótidos, por medio de acontecimientos químicos: la producción de nucleótidos uno por uno, lo cual pudiera ser posible, y luego, la mezcla de los mismos en frecuencias muy especiales. Esto último es absolutamente imposible.»
Incluso Francis Crick, quien creyó en la teoría de la evolución molecular durante muchos años, se dio cuenta, después del descubrimiento del ADN, que una molécula así de compleja no se podía formar fortuitamente como resultado de un proceso evolutivo:
«Un hombre honesto, provisto del conocimiento actual, solo podría decir que el origen de la vida se presenta casi como un milagro.»
También el profesor evolucionista Ali Demirsoy se vio forzado a hacer la siguiente confesión en la materia:
«De hecho la probabilidad de la formación de una proteína y un ácido nucleico (ADN-ARN) es realmente incalculable. Por otra parte, la posibilidad de la aparición de una cierta cadena de proteína es tan ínfima, que resulta astronómicamente improbable.»
Llegados a este punto, tropezamos con uno de los escenarios más complicados para poder ser explicados desde la teoría evolutiva: el ADN se replica con la ayuda de ciertas enzimas, que en realidad son proteínas, pero la síntesis de estas, solo se puede elaborar mediante la información que aparece codificada en el ADN. Es decir, ambos dependen uno del otro, se interrelacionan, y deben existir simultáneamente. El microbiólogo norteamericano Jacobson comentó, solo dos años después del develamiento de la estructura ADN por Watson y Crick:
«Las órdenes de los planes reproductores, para el desarrollo de la secuencia [proteica] y para la eficiencia del mecanismo que traslada las instrucciones que desarrollan el conjunto, tuvieron que estar presentes simultáneamente [al inicio de la vida]. Esta combinación de sucesos se ha presentado como un acontecimiento accidental increíblemente improbable, y a menudo ha sido adscrito a la intervención divina.»
Sin embargo, pese al avance tecnológico, el problema sigue sin ser resuelto. Los científicos alemanes Junker y Scherer, explicaron la necesidad de condiciones diferentes para la síntesis de cada una de las moléculas requeridas por la ‘evolución química’, así como que era prácticamente imposible la mixtura de las substancias implicadas:
«Hasta ahora, no hay ningún experimento con el cual podamos obtener todas las moléculas necesarias para la evolución química. Por lo tanto, es esencial producir distintas moléculas en distintos lugares bajo condiciones muy apropiadas y luego llevarlas a otro lugar para su reacción, protegiéndolas de los elementos dañinos como la hidrólisis y la fotólisis.»
Dicho de otra forma: ni el darwinismo renovado es capaz de demostrar ninguna de las etapas evolutivas que supuestamente ocurren a nivel molecular, desde el cacareado paso procariota-eucariota. Y es el propio progreso de la ciencia, quien les niega; sin embargo, los evolucionistas crean sus escenas imposibles como si cada una de ellas fuese realidad científica. Prefieren denigrarse aferrados a absurdos, que aceptar la lógica de la Creación. El acreditado biólogo, Michael Denton, lo explica en ‘Evolution: A Theory in Crisis’:
«Para los escépticos, la proposición de que los programas genéticos de los organismos más elevados, consistentes en cerca de mil millones de bits de información, equivalente a la secuencia de letras en una pequeña biblioteca de mil volúmenes, conteniendo ‘incontables formas codificadas’, miles de confusos algoritmos que controlan, especifican y ordenan el crecimiento y desarrollo de billones y billones de células, de un cuerpo complejo, fueron mezclados por un proceso fortuito, resulta una afrenta a la razón. ¡Pero para los darwinistas, que aceptan la idea sin la mínima duda, el ejemplo tiene prioridad!»
«Porque las cosas invisibles de Él; su eterna potencia y divinidad, se ven entendidas por la Creación del mundo, y por las cosas que son hechas, para que no haya excusa; porque habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias; antes se desvanecieron en sus fantasías, y el tonto corazón de ellos fue entenebrecido». [Rom 1:20-21]
**********
Debe estar conectado para enviar un comentario.