Julio/20/2012
Estas capciosidades que neutralizo gracias al Señor, las copié del blog:
http://imaginario-nopensar.blogspot.com.es/2011/07/la-segunda-venida-de-cristo.html
[Capcioso: (Del latín captiosus; raíz: captio = engaño) Proposición hecha para confundir o engañar a un interlocutor o auditorio]
[10-Si usted tuviera el poder de ayudar a todas las personas que sufren o que pasan momentos de grave necesidad, ¿estaría dispuesto a hacerlo? De ser así, ¿por qué Dios no lo hace?]
Puede verse cuánto odio hay en el blog del que sale esta pregunta. Solo mencionar el nombre de Cristo, saca el veneno de la ofensa y el insulto; solo Dios sabe qué piensan cuando se ven visitados por un cristiano. Sin embargo, se muestran como amorosos, sacrificados y misericordiosos defensores del género humano. En fin…
Dios envió a su propio Hijo para instruirnos sobre esto. Jesús estuvo tres años de sufrimiento, aunque no hizo otra cosa que el bien. Sanó todo tipo de dolencias, sacó demonios (hoy no le alcanzaría el tiempo para todos los que dominan en corazones humanos) e instruyó a todo el que acudió a Él, mientras era amenazado, perseguido, burlado, y hasta incluso rechazado por sus propios hermanos de sangre.
Llegado el momento previsto por Dios, aunque no hizo mal a nadie, sino todo lo contrario, fue tratado como un criminal: armados de palos y espadas le hicieron prisionero; encadenado le sacaron de Getsemaní, y no pararon de insultarle por todo el camino. En el Sanedrín le trataron como a un perro, y continuaron insultándole: le escupieron, abofetearon, vejaron, y empujaron, con todo el impulso de su aborrecimiento.
Luego le entregaron a los romanos, que le dieron latigazos y torturaron como vulgar delincuente. Entre mofas le coronaron de espinas, y al final le forzaron a cargar sobre sus heridas su propio madero hasta el Gólgota, donde fue alzado, crucificado, y lanceado para verificar su muerte.
Sin embargo, Dios no redujo ese sufrimiento. ¿Por qué? Porque ese era el plan de salvación. Un propósito del que ya se había alertado 740 años antes, cuando se profetizó por visión en Isa 53:1-12:
[“¿Quién ha creído a nuestro anuncio? ¿Y sobre quién se ha manifestado el brazo de Yaveh?… Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido. Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados. Todos nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó en su camino; mas Yaveh cargó en él el pecado de todos nosotros.
Angustiado él, y afligido, no abrió su boca; como cordero fue llevado al matadero; y como oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció… Con todo eso, Yaveh quiso quebrantarlo, sujetándole a padecimiento. Cuando haya puesto su vida en expiación por el pecado, verá linaje, vivirá por largos días, y la voluntad de Yaveh será en su mano prosperada. Verá el fruto de la aflicción de su alma, y quedará satisfecho; por su conocimiento justificará mi siervo justo a muchos, y llevará las iniquidades de ellos.
Por tanto, le daré parte con los grandes, y con los fuertes repartirá despojos; pues derramó su vida hasta la muerte, y fue contado con los pecadores, habiendo él llevado el pecado de muchos, y orado por los transgresores.”]
Esa es la razón del dolor. Esta vida es para probación; el dolor no es más que la vía que en mayor o menor grado todos sufriremos. Nadie está exento; la fidelidad se prueba en el padecimiento. Se aprende en los matrimonios rotos en cuanto se tuercen las cosas y una de las partes debe hacer un sacrificio; en quienes llegan a ancianos y se sienten un estorbo entre los propios hijos. Lo conocen muy pronto los niños atacados por una dolencia atroz, y por supuesto, sus padres. Y si hay dinero, sobran amigos; pero si falta y enfermamos, conoceremos en realidad los pocos que están dispuestos a hacer un sacrificio por nosotros.
Además, está escrito en el libro de Job, en 36:15:
«Al pobre librará él de su pobreza; en su aflicción despertará su oído.»
Cuando todo va bien, llega la relajación; y así: el relajo. Hasta el ateo más duro, en cuanto ve cerca su muerte busca a Dios; es infalible. Ya se está viendo en Hugo Chávez. Por eso el Señor Jesucristo nos dice:
“…todos los que no quieren soportar la disciplina, antes me niegan, no pueden ser santificados… Fueron lentos en escuchar la voz del Señor su Dios; por consiguiente, el Señor su Dios es lento en escuchar sus oraciones y contestarlas en el día de sus dificultades. En los días de paz estimaron ligeramente mi consejo, mas en el día de sus dificultades por necesidad se allegan a mí.”
La mayoría nos acercamos a Dios cuando ya hemos violado mucho sus leyes. Pero lo bueno es que la fidelidad de Jesús a sus promesas es mientras vivamos; sin importar nuestros pecados. Solo tiene que ver que nuestro quebrantamiento no es superfluo; que aunque tarde en contestar mantenemos la obediencia. Si le llamamos y nos arrepentimos, Él oye; no importa que no conteste inmediatamente: Él escuchará. Y lo único que tenemos que hacer es confiar en Él, bautizarnos de la forma que Él lo hizo, y ser fieles al nuevo pacto, interiorizándolo como definitivo y eterno. En su momento, si le buscamos con hambre y paciencia, Él contestará; lo sé porque a mí me ha contestado, y no me canso de testimoniar de ello.
Este es el mundo de la alegría superflua; hasta los millonarios a veces se suicidan. A la vida ya se nace con dolor: ¿Por qué sorprenderse de la pena ajena o de la propia? Es un sitio pasajero; por lo tanto, si somos fieles a las leyes de Dios, será un dolor transitorio: es la carrera que como buenos atletas debemos correr hasta el final para obtener el premio. Y lo mejor de todo: si lo hacemos bien, aunque no subamos al podium por no ser de los primeros, siempre habrá recompensa. Otra cosa es no clasificar; no alcanzar el record mínimo exigido en la carrera.
**********
Debe estar conectado para enviar un comentario.