Julio/18/2012
Estas capciosidades que neutralizo gracias al Señor, las copié del blog:
http://imaginario-nopensar.blogspot.com.es/2011/07/la-segunda-venida-de-cristo.html
[Capcioso: (Del latín captiosus; raíz: captio = engaño) Proposición hecha para confundir o engañar a un interlocutor o auditorio]
[7-La Biblia dice que Dios no desea que nadie perezca, pero también afirma que la mayoría de la humanidad terminará en el infierno. ¿No quiere decir esto que el plan de salvación de Dios fue un fracaso? Si este trágico resultado se considera un éxito, ¿que contaría como un fracaso?]
Respondiendo a esto, la Biblia no ha dicho que la mayoría de la humanidad ‘terminará’ en el infierno, sino:
“Porque muchos son llamados, pero pocos los escogidos”
El capítulo de Mat 22 es el que mejor responde tal capciosidad. Es la parábola sobre “las bodas del Hijo del Rey”. Y no cabe duda que los primeros convidados son los judíos, según Mat 22:2-6:
“El reino de los cielos es semejante a un rey que hizo fiesta de bodas a su hijo; y envió a sus siervos a llamar a los convidados a las bodas; mas éstos no quisieron venir… y otros, tomando a los siervos, los afrentaron y los mataron.”
Al crucificar a Jesús y luego sus apóstoles, los judíos no conversos al cristianismo no solo se borraron de la lista, sino que ofendieron a Dios. De ahí que se aluda a la posterior destrucción de Jerusalén en Mat 22:7:
«Al oírlo el rey, se enojó; y enviando sus ejércitos, destruyó a aquellos homicidas, y quemó su ciudad.«
Los siguientes versículos dicen que el rey decidió invitar entonces a todos: buenos y malos. Mat 22:10 sin dudas alude a la labor evangelista que se viene realizando en el mundo desde la crucifixión de Jesús:
«Y saliendo los siervos por los caminos, juntaron a todos los que hallaron, juntamente malos y buenos; y las bodas fueron llenas de convidados.«
Luego de esto viene la parábola del juicio final, refiriéndose a aquellos que no han limpiado sus vestiduras en la sangre del cordero. Esto es, que habiendo oído el evangelio de Jesús no hicieron caso. Es en Mat 22:11-13:
Y entró el rey para ver los convidados, y vio uno no vestido de boda. Y le dijo: «Amigo, ¿cómo entraste aquí, sin estar vestido de boda?» Mas él enmudeció. Entonces el rey dijo a los que servían: «Atadle de pies y manos, y echadle en las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes. Porque muchos son llamados, pero pocos escogidos.«
Es el quid de la profecía. ¿Cuántos son esos ‘pocos’? Analizando, vemos que más arriba dice que se juntaron a todos los que hallaron, malos y buenos, y todos fueron invitados. Sin embargo, al final, entre varios, solo cita uno con destino al infierno, y esa proporción no habla de fracaso, sino de éxito. Ahora bien: ¿Significa que el resto fue escogido para el Paraíso?
El propio Dios, que nunca se contradice, responde por boca de Pedro, en Hch 2:21, repitiendo la antigua profecía de Joel 2:31-32 (400 aC):
‘El sol se tornará en tinieblas, y la luna en sangre, antes que venga el día grande y espantoso de Yaveh. Y será que cualquiera que invocare el nombre de Yaveh, escapará…’ Y acontecerá, que todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo.’
Entonces, si todo el que invoque el nombre del Señor (2/3 de la población mundial) será salvo, no se puede hablar de fracaso. Ahora bien, los que murieron siendo fieles a Cristo, y los que hoy se esfuerzan en ser fieles, ¿habrán perdido el tiempo por gusto? ¡Pues no! Jesús lo deja bien claro en la tan mal interpretada advertencia a Su iglesia, en Apo 2:23:
«…y todas las iglesias sabrán que yo soy el que escudriña los riñones, y los corazones; y daré a cada uno de vosotros según sus obras.»
¡Es el quid de la cuestión: los pocos escogidos! Según se haya obrado en vida, la eternidad estará dividida en Infierno y un sitio de salvación donde morará la humanidad según la sentencia del juicio que Jesús hará contra todos. Y ese lugar apartado del infierno es el sitio al que el Señor se refirió siempre en plural como: ‘reino de los cielos’; tanto en la parábola de las bodas del Hijo del Rey que hemos analizado, como en el resto de la Biblia.
Y ese sitio plural, partiendo del principio básico: ‘a cada uno según sus obras’, implica que estará dividido en zonas, según la actitud humana. ¿Cuántas zonas? Pues vemos que Pablo dice, en 2Co 12:2-4:
‘Conozco a un hombre en Cristo, que hace catorce años (si en el cuerpo, no lo sé; si fuera del cuerpo, no lo sé: Dios lo sabe) fue arrebatado hasta el tercer cielo. Y conozco al tal hombre, (si en el cuerpo, o fuera del cuerpo, no lo sé: Dios lo sabe.) Que fue arrebatado al paraíso, donde oyó palabras inefables que al hombre no le es lícito decir.’
¡Tres zonas! El 3er cielo es el Paraíso, sitio de los ‘pocos escogidos’; el nivel máximo: la Exaltación de Dios y sitio donde Él mora junto a Jesús. Es la máxima paga a la que puede aspirar un ser humano. Y si habrá un 3º (Paraíso), es que también habrá un 2º y un 1º. Serán niveles diferentes y separados; dos reinos de gloria habitados según sentencia.
Al 2º irán los que no alcanzando la perfección en Cristo, pese a pecar, nunca le negaron; y también quienes, aun no habiendo oído hablar de él, sean halladas dignas de esa gloria por lo que el Señor vea en su corazón. Gente fallecida y resucitada para juicio, que, no pudiendo entrar al Paraíso, habrá tenido que esperar el regreso de Cristo purgando en cierto grado de dolor, en un sitio del infierno acorde a su pecado.
El 1º será el reino más numeroso de todos; habrá tantos como estrellas en el universo: todos los muertos desde Adán que, no hallados dignos en el juicio final de ocupar sitio en el 2º reino, tampoco habrán sido considerados tan malos como para ir al infierno eterno.
Por último, al infierno eterno irán satanás, sus ángeles… y el grupo humano que, pudiendo recibir el evangelio de salvación, jamás acató las leyes de Dios, negó a Jesús, y por propia elección decidió vivir su vida cavando trincheras antiCristo, blasfemando con regocijo. Por fortuna, no es mayoritario; lo nutre una pequeña porción de la humanidad.
Así, la 6ª capciosidad es anulada: la mayoría no acabará en el infierno; solo los que hayan decidido hacer campaña pro satanás, negando todo intento evangelizador de los enviados en su rescate, haciendo campaña proselitista contra Dios, su Hijo Jesús, y el Espíritu Santo. El resto resucitará del infierno luego de haber pagado un precio por sus pecados; la experiencia les hará ver que Cristo era una realidad, le aceptarán, y serán salvos en uno de los dos reinos, según su sentencia.
Así que, al final, la ley pondrá a cada uno en su sitio; y por fortuna, al diablo solo le acompañarán guías rebeldes que cavaron trincheras contra el juez anunciado, impidiendo no solo la propia salvación, sino la de los seguidores de sus dogmas. O sea: no por ser ateos, pues he conocido muchos que no son malas personas. No reconocer a Jesús desde el amor, implica que habrá que reconocerle en el dolor; mas luego de purgar un tiempo en el infierno, resucitarán para juicio, y ocuparán algún reino de gloria. Cavar trincheras contra el Evangelio de Cristo es otra cosa, y quien no se arrepienta de ello pagará el precio de la ofensa.
Está escrito en Isa 45:22-24 desde hace casi 3 milenios:
“Mirad a mí, y sed salvos todos los términos de la tierra; porque yo soy Dios, y no hay más. Por mí hice juramento: de mi boca salió palabra en justicia, la cual no se tornará: Que a mí se doblará toda rodilla, y jurará toda lengua. Y a mí dirá: Cierto, en Yaveh están la justicia y la fuerza; hasta él vendrá, y todos los que se enojan contra él serán avergonzados.»
El plan de Dios, para la mayoría, es y será éxito, no fracaso. No así para quienes elijan la trinchera opuesta y, creyéndose más listos, mueran siendo rebeldes, pues acabarán frustrados.
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