Noviembre 25/2011
«A los cielos y a la tierra llamo por testigos hoy contra vosotros, que os he puesto delante la vida y la muerte, la bendición y la maldición: escoge pues la vida, para que vivas tú y tu simiente…» [Deu 30:19]
España comienza una nueva etapa política; espero de corazón que el nuevo gobierno sea más racional con las leyes que se emitan a partir de ahora. Con mayor ilusión aun cuento horas y minutos hasta que se deroguen leyes erróneamente ‘sociales’, como la del matrimonio homosexual, la educación para la ciudadanía, y la del aborto.
Sin caer en política [para mí ninguna es efectiva si no se basa en la Moral y Cívica de Cristo o se avergüenza de Cristo], cuento con que el nuevo Consejo de Ministros sea más racional, y que a lo malo no le llame bueno, ni a lo incorrecto, correcto. ¡Ojalá la Regencia de España hincara sus rodillas y orara a Dios rogando sabiduría, antes de emitir alguna ley! Estoy seguro que mejor nos iría a todos.
La irracional ‘Educación para la Ciudadanía’, no educa, sino corona la impudicia; es un plan que, rigiendo la voluntad del niño, logra que ya adulto viole sin pudor cada ley instituida por Dios. Un estatuto creado en la propia caldera del antiCristo, con el fin de extirpar del hombre su sentido de compromiso con el Creador. Y el semen gestor fue la teoría atea por antonomasia: la evolución de las especies de Darwin.
Una vez amoldados a la idea del azar, el no-proyecto en la vida, y el ‘no hay Creador controlador’, se induce que lo racional es: ‘vive la vida según tú mismo’. Sin embargo, no hay azar en la mente del diablo; sino propósito: ¡Poseer el alma humana!
Satanás actúa con poder sobre seres del mismo sexo para que violen la ley de Dios que pena la homosexualidad. Es antinatura hablar de matrimonios Gays. El fundamento del matrimonio es la familia. Solo un padre, una madre, y los hijos garantizan la sociedad; sin partos, la raza humana deja de ser. Los 23 cromosomas aportados por el padre, son genéticamente distintos a los 23 de la madre; y los 46 invisten la impronta genética (imprinting), una característica química indispensable para la fecundación. El imprinting genómico expone la imposibilidad real de que dos seres de igual sexo generen hijos; así que, si quieren meter el jeep en el barro, llámenle unión concupiscente, lasciva o lujuria, pero no matrimonio.
La ley del aborto, exhibida como un logro, es en realidad brutal; su trasfondo es la maldad, pues no tiene en cuenta el derecho a nacer del nuevo niño. Y además egoísta, pues solo busca que predomine el placer sexual sobre el derecho infantil.
El término ‘masa informe’, usado por abortistas, para justificarse [que no médicos], es válido únicamente si en un matrimonio normal, por razón patológica, el cigoto solo contiene cromosomas masculinos o femeninos. En tal caso no hay embrión; el embarazo concluye en una mola o un teratocarcinoma, ‘una masa carnosa e informe’ que aparece a veces en la matriz, dando apariencia de embarazo. Pero en ese caso no hay aborto, pues no hay feto; solo se extirpa una anomalía orgánica.
En realidad, la genética desmiente la legalidad del aborto: El proyecto de individuo se manifiesta ya en cada embrión de ser vivo. El diseño para lograr la individualidad del hombre se palpa en el soplo mismo de la concepción. Desde que un espermatozoide fecunda un óvulo se fragua un nuevo ser, técnicamente llamado cigoto. Ese individuo microscópico ya contiene su genoma completo, distinto a sus padres. En cuanto contactan las membranas del espermatozoide y del oocito, corre el programa de la existencia diseñado por Su programador: Dios; se desencadenan una serie de eventos preconcebidos por el Creador para generar, desarrollar, y mantener vida.
Ese programa arranca y organiza los pronúcleos masculinos y femeninos, duplica los cromosomas, ordenándolos en un sitio específico, e inicia la difusión celular. Las 2 células iniciales o blastómeros, pasan a ser 4, luego 8, y así sucesivamente, hasta formar el embrión que seguirá desarrollándose hasta que nazca la criatura.
Y ya en ese cigoto en estado de pronúcleos hay expresión de genes propios del embrión. Ej: la expresión del gen SRY, cromosoma Y, inicia la determinación sexual masculina. A partir del día seis de desarrollo embrionario, otros dos factores; BMP4 y BMP8b, dan al ectodermo la capacidad de producir las células germinales que fijarán el sexo del nuevo ser. O sea: explosión de vida con identidad sexual.
El día 14 ya hay epiblasto, hipoblasto, y lámina precordial en la ‘ya’ porción cefálica, la cabeza del embrión. Al concluir la 2ª semana, hay un cráneo infantil en ciernes. La cresta neural dará lugar a células de Schwann, meninges, melanocitos, médula de la glándula suprarrenal y/o huesos. Al final del 1er mes se crean cavidades de órganos tales como pulmones; el cordón umbilical fijará el embrión infantil al saco vitelino, y se iniciará un proceso vertiginoso e imparable de órganos, y sistemas metabólicos del bebé. Es una conclusión científica del Manifiesto de Madrid, de marzo/2009, firmado por más de 3000 investigadores españoles.
Luego, no estamos ante una ‘cosa’, pues una cosa no tiene orden genético ni sexo. La ética médica, el conjunto de reglas y principios morales que regulan esa actividad profesional, fueron concebidos para la salvación de vidas, no para el asesinato.
El famoso genetista y pediatra francés, el Dr. Jerome Lejeune, descubridor de la trisomía 21 del Síndrome de Down, afirmó: «el embrión es la más indefensa de todas las criaturas».
Extirpar embriones no es propio de la ética médica, por mucho que obtusos políticos y depredadores clínicos se empeñen en justificarlo. Es asesinato, y todos sabemos que el crimen está penado por una Ley Orgánica; ningún apartado de esa Ley lo justifica.
Pero, aun más allá de eso, el aborto es antípoda a Dios; una ofensa directa al dador de la vida. Todo el que defienda o propugne la cruzada abortiva, puede estar convencido que tendrá que dar cuentas ante un Juez que no juzgará desde el estamento humano, sino desde una Legislatura vigente desde el principio de los tiempos.
Aun en los casos más críticos, debe aceptarse con resignación la nueva criatura. ¿Acaso algún padre contrata a un asesino para que mate a su hijo después de quedar tetrapléjico en un accidente? ¿No enfrenta la situación con valor y entereza? No hay ni una sola justificación para alterar el significado etimológico de ‘homicidio’.
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