13 de Marzo/2011
Japón se empapa en agua… bajo amenaza de fuego nuclear. En estos días todos hemos sido de alguna forma influidos por la noticia de la cadena de desgracias acaecidas allí; difícilmente alguien pueda resultar inmune a las horribles imágenes que han invadido todas las televisiones del planeta.
Lo real de la dantesca panorámica, similar a eventos virtuales llevados al cine en películas de ficción, gracias a la tecnología, superó en catástrofe al diseño humano. Ante los ojos de miles de millones de espectadores en el planeta, grandes rascacielos abanicaron el aire como si fueran de papel.
Luego del sismo, el mar empezó a engullir la costa. Coches, contenedores, casas, trenes, barcos y aviones, compartían un mismo territorio; en cuestión de minutos fueron convertidos todos en vehículos marinos: máquinas sin autonomía, cuya resistencia mecánica era violada por la poderosa fuerza destructora que los destrozaba como juguetes.
Y esa película de la naturaleza se pudo ver repetida dos veces: cuando la furia del mar decidió entrar a tierra firme, y cuando con igual violencia, bajo la succión de los abismos, regresó a su frontera instituida por Dios, restituyendo los límites impuestos por el Todopoderoso.
Lo peor es que el final de la agonía nipona aun está lejos; en los momentos en que redacto estas líneas, se contabilizan los desaparecidos para saber hasta cuánto puede ascender el número de muertos, y mientras millones de personas sufren de una manera u otra las secuelas de la desgracia, se confirma que debido a estos sucesos, varios reactores nucleares amenazan convertir a Fukishima en un tortuoso remake de Hiroshima.
Los cronistas televisivos se refieren a las imágenes de la hecatombe japonesa como ‘apocalípticas’. La destrucción se cebó en el archipiélago nipón con saña múltiple: inundaciones, ruinas de puentes, de ciudades enteras, incendios… y explosiones en una central nuclear.
El resto del mundo solo puede imaginar qué sucede allí desde lejos, frente a la TV, mientras se lleva a la boca un sabroso muslo de pollo, en la calma del hogar, junto a la familia. O disfrutando de su luna de miel en la habitación de un hotel, con el mando en zapping, para pasar del dolor asiático a la retransmisión de los carnavales del Brasil, con mujeres, hombres [y entidades físicas del tercer sexo virtual], mostrando el 99% del cuerpo, y mal ocultando su uno residual, en receta antiestrés que el enemigo de Dios facilita a cada humano que se le abra.
Pero, junto a carnavales, bodas, orgías y placeres sensuales de todo tipo y color, lo de Japón ocurre. Expone cuán vulnerables somos, pese al alto nivel tecnológico logrado. Muestra a nuestros ojos una imagen similar a la que podríamos ver todos, si el Creador decidiera que este es el tiempo de cumplir sus advertencias a la humanidad, habiendo dado a hombres y mujeres oportunidad múltiple para la reflexión personal, la contrición, y el reconocimiento de Jesús de Nazaret como la única vía para obtener su perdón y una vida eterna espiritual en SU paz.
Así, lo racional no es adoptar posturas tipo ‘eso no va conmigo’, sino mirar bien, interiorizar esos hechos con el espíritu que Dios ha puesto dentro de cada persona, e intentar verse a sí mismos en la situación por la que está pasando esa parte de la civilización que decidió confiar en la presencia del buda virtual, antes que el Cristo real… un comentario al margen; no hago ninguna alusión. O quizás sí; perdón si con ello ofendo a alguien.
Es útil reflexionar, no solo sobre la angustia presente y futura de quienes sobrevivan luego de perderlo todo, sino también sobre el futuro de cada difunto, pues la muerte solo es un tránsito. Su dolor acabó con su agonía, solo si vivieron su vida según los preceptos de Jesús, entregándose a Él antes de que llegara ese momento, pues el fin de la vida no es más que la entrada a un pasillo que conduce al tribunal de Cristo.
La muerte es una puerta que se abre a otros dos sitios: al reino eterno y perfecto, bajo el gobierno de Jesús… o al averno, feudo de confinación de los adeptos al enemigo de Dios, los seguidores del antiCristo.
Cuando Jesús habló sobre el fin del mundo, y la gente le preguntó por si habrían posibles señales, el Señor dijo, en Mat 24:6-12:
«…Y oiréis de guerras y rumores de guerras; mirad, no os turbéis, pues es necesario que todo eso acontezca; pero aún no es el fin. Pues se alzará nación contra nación, y reino contra reino; y habrá pestes, y hambres, y terremotos en diferentes lugares. Y todo esto será principio de dolores.
Entonces os entregarán a tribulación, y os matarán, y seréis aborrecidos de todas las gentes por causa de mi nombre. Muchos tropezarán entonces, y se entregarán unos a otros, y unos a otros se aborrecerán. Y muchos falsos profetas se levantarán, y engañarán a muchos; y por haberse multiplicado la maldad, el amor de muchos se enfriará. Mas el que persevere hasta el fin, ese será salvo.»
Jesús también dijo que Él era el Alfa y la Omega: primera y última letras del alfabeto griego. Mediante esa parábola instruyó sobre su acción desde los mismos inicios de la Creación del mundo. La omega es la letra que representa el veredicto apocalíptico contra la humanidad; descartar esa última advertencia suya sería cualquier cosa menos inteligente.
En energía nuclear también se usan letras griegas para designar radiación energética: alfa, beta, gamma. En centros nucleares, cada departamento de protección radiológica se ocupa de las señales que dan estas energías; para cada una existe un sistema de detección y conteo diferente. En los 70 yo trabajé en el control radiológico de un centro así; además de los radiómetros existentes en cada laboratorio, toda persona con acceso a zonas calientes portaba un dosímetro fílmico y otro electrónico. Al final de cada día, antes de fichar la salida, debían dejarse en casillas personales, habilitadas para la medición de dosis individual, garantizando la no contaminación o la descontaminación, según resultados.
Hagamos igual: midamos el grado de contaminación moral del dosímetro de alta eficacia que Dios ha puesto en el corazón de cada uno; tan invisible como indeleble, tan inmaterial como seguro. Hagámoslo mientras estemos a tiempo, antes que la radiación omega entre. Por favor, nadie insista en su indolencia; se juega qué puerta se le abrirá en su instante inexorable de caída vital, cuando se corra el video de su vida ante Cristo, el juez que viene.
“El que persevere hasta el fin… ese será salvo.», advirtió antes de ponerse la toga. Y tú que lees, lo aceptes o no, también estás incluido. Dios te bendiga con el discernimiento que lleva a Su salvación.
**********