LA NAVIDAD Y EL ‘CHRESTO’ HISTÓRICO. [I]

En estos días que las tiendas muestran todo tipo de adornos navideños, entremezclados con propaganda subliminal para que nos gastemos los ahorros, se obvia el verdadero espíritu que motiva la Navidad. Sería justo bucear un poco atrás en el tiempo, profundizando algo más de dos milenios, tras la verdad histórica de Jesús de Nazaret, el fundamento pascual; en específico, en documentos Romanos de los primeros siglos que autentifican la existencia milagrosa de Cristo.

Insisto: no son testimonios cristianos de seguidores y alumnos suyos, sino de quienes, de una forma u otra, se vincularon a los que crucificaron a Jesús; escritos romanos que garantizan Su realidad histórica.

Historiadores de los siglos I, y II [inmediatos y posteriores a Jesús]: Cornelio Tácito (54-119 dC), Suetonio (60-122 dC), Plinio el Menor (62-113), Luciano (90 dC), Celso, y el Príncipe de Bitinia, hablan de Jesucristo. También están los testimonios del historiador Flavio Josefo, (44 aC-II dC) judío y ciudadano romano, que en el año 64 fue a Roma con la intención de interceder ante Nerón, a favor de la liberación de sacerdotes judíos amigos en cárceles romanas. Hacia el año 93, escribe ‘Antigüedades Judías’, donde se menciona a Jesús de Nazaret, en el capítulo XVIII.

También aparece en el XX:

Ananías [sumo sacerdote que antes había apresado y exigido la crucifixión de Jesús], era un saduceo sin alma. Convocó astutamente al Sanedrín en el momento propicio. El procurador Festo había fallecido. El sucesor, Albino, todavía no había tomado posesión. Hizo que el sanedrín juzgase a Santiago, hermano de Jesús, llamado Cristo, y a algunos otros. Los acusó de haber transgredido la ley y los entregó para que fueran apedreados.”

En el capítulo XVIII, menciona la muerte de Juan el Bautista por orden de Herodes Antipas, en congruencia con los escritos del Nuevo Testamento cristiano; así como otras noticias de entonces. También aparecen referencias históricas al martirio del hermano de Jesús, Santiago, y al propio sacrificio de Jesús ‘en un Madero de Tormento o la cruz’, en tiempos de Poncio Pilato.

Veamos otras referencias romanas:

-“Como los judíos estaban provocando continuos disturbios bajo la instigación de Chresto, los expulsó de Roma.” (Suetonio, Biografía de Claudio XXV. 120DC)

-“Chresto, el fundador del nombre [nadie antes que Él fue llamado así], fue ajusticiado en el reino de Tiberio, pero la superstición perniciosa reprimida por un tiempo, volvió a hacer irrupción no solo en Judea donde inició este error.” (Cornelio Tácito, Documento: Annals XV. 112 dC)

-“Ahora bien, había en ese tiempo un hombre sabio, Jesús, un maestro tal que los hombres recibían con agrado la verdad que les enseñaba. Atrajo así a muchos de los judíos y gentiles, y cuando Pilato le condenó a ser crucificado, aquellos que lo amaban desde el principio no le olvidaron, y la secta cristiana, llamada de este modo a causa de Él, no ha sido extinguida hasta el presente.” (Flavio Josefo [37 d.C] . Antigüedades Judías. XVIII).

-“Les hice maldecir el nombre de Chresto, a lo cual no pude inducir a ningún crhestiano.” (Plinio el menor. Roma, Siglo II dC)

-“El hombre que fue crucificado en Palestina por haber introducido este nuevo culto en el mundo, aun mas, el primer legislador que ellos tuvieron, les persuadió de que todos ellos eran hermanos unos de otros después de haber transgredido de una vez por todas, negando a los dioses griegos y adorando a aquel sofista crucificado, y viviendo bajo sus leyes.” (Luciano, Grecia menor, Aprox. 90 dC).

*Sofista: Relativo a la sofística, corriente filosófica basada en pericia dialéctica, escéptica y relativista, cuyos integrantes vendían sus servicios intelectuales; que utiliza sofismas en su argumentación. El sofisma, partiendo de premisas auténticas o tenidas por tales, llega a una conclusión falsa o difícil de refutar, con la que se intenta engañar o confundir al interlocutor. [O sea, se intenta denigrar a Jesús.]

Los testimonios son escasos, pues a los romanos no les interesaban las discusiones doctrinales de los judíos, pero resultan suficientes para acreditar la verdad histórica. Veían a los cristianos como una simple secta judía, a la que prestaban una atención solo puntual, según sucesos. En el siglo II aparecen testimonios escritos referidos a sucesos del siglo I. Hablan directamente de Jesús:

-a) Plinio el Joven en carta a Trajano (62-113), año 112, da por sentado el origen histórico del cristianismo.

b) Cornelio Tácito (54-119) escribe en el 116 dC, en ‘Anales’, el incendio de Roma. Al hablar de los cristianos dice «Su fundador, llamado Crhesto, fue condenado a muerte por el procurador Poncio Pilatos, imperando Tiberio» (Anales 15, 44).

c) Suetonio, en su ‘Vida de los Césares’, refiere que Claudio «expulsó de Roma a los judíos, que, al impulso de ‘Chresto’, eran causa permanente de disturbios«. Aquila y Priscila, pareja cristiana conocida en Corinto por el apóstol Pablo, de quienes habla 6 veces en el NT, fueron echados de Roma por Claudio, en el 52 (Hch 18:2).

En el siglo II, nadie discute la existencia histórica de Jesús; ni amigos ni enemigos. Imposible asociar ese colosal cúmulo de evidencias históricas con un Cristo irreal. Quien propugne un Cristo mitológico, niega la memoria escrita de cronistas seculares, no cristianos, y hasta anticristianos, que prueban su Evangelio:

1-Carta del Primer Cónsul Plubio Lántulo (Lentullus), rector de la Judea cuando César Tiberio (reg. 14 – 37 AD). La epístola es una respuesta parcial a una pregunta directa del César. Se dice también que fue escrita por Lántulo al Senado Romano:

Allí vive a este tiempo en Judea un hombre de singular virtud cuyo nombre es Jesucristo, a quien los bárbaros estiman como un profeta, pero sus seguidores aman y lo adoran como el hijo del Dios inmortal..”

Él llama de regreso a los muertos de las tumbas y cura a toda suerte de enfermedades con una palabra o toque. Es un hombre alto, de buena forma, y de un aspecto amigable y reverendo; su cabello de un color que difícilmente se puede igualar, cayendo en agraciados rizos, ondulado alrededor y muy agradable, descansando sobre sus hombros, partiéndose en la coronilla de la cabeza, corriendo en un raudal al frente al estilo de los Nazaritas.

Su frente alta, grande e imponente; sus mejillas sin mancha o arruga, hermosas con un encantador rojo; su nariz y boca formadas con exquisita simetría; su barba, y de un color adecuado a su cabello, alcanzando abajo de su quijada y partiendo en la mitad como una horquilla; sus ojos de brillante azul, claros y serenos. De mirar inocente, dignificado, masculino y maduro. En proporción de cuerpo muy perfecto, y cautivante; sus brazos y manos deleitables al contemplar.

Él reprende con majestuosidad, aconseja con benignidad, Su dirección completa ya sea en palabras o acciones es elocuente y grave. Ningún hombre lo ha visto reírse; sin embargo sus maneras son excedidamente placenteras, pero ha llorado frecuentemente en la presencia de los hombres. Él es temperado, modesto y sabio. Un hombre con extraordinaria belleza y perfección, sobrepasando a los hijos de los hombres en cada sentido.»

Hay otra versión similar de la misma carta, en la biblioteca de Lord Kelly, tomada de un manuscrito, y que se afirma haber sido copiada de la carta original de Publio Lántulo. Difiere algo de la versión original, posiblemente a causa de la traducción. Por ej: sus ojos son descritos como azules en la versión de arriba, y como grises en la de Kelly. El texto fue tomado de:

 http://www.thenazareneway.com/likeness_of_our_saviour.htm):

Allí surgió en estos días un hombre, de la Nación Judía, de gran virtud, llamado Jesucristo, quien vive aun entre nosotros, y es aceptado por los Gentiles como un Profeta de la verdad, pero Sus propios discípulos le llaman el Hijo de Dios.

Él levanta a los muertos y cura toda suerte de enfermedades. Un hombre de estatura algo alta, y atractiva, con muy reverendo semblante, que quienes lo contemplan puede tanto amar como odiar, su cabello del color de la castaña bien madura, liso hasta las orejas, de donde hacia abajo es más orientado, rizado y ondulado alrededor de Sus hombros. En la mitad de la cabeza está una costura o partición de Su cabello, en la manera de los Nazaritas. Su frente clara y muy delicada; Su cara sin mancha o arruga, hermoseada con un encantador rojo; Su nariz y boca así de bien formadas que de nada pueden ser reprendidas; Su barba bastante espesa, en color como Su cabello, no muy larga, pero en horquilla; Su mirar inocente y a la vez maduro; Sus ojos grises, claros, y ligeros.

Al reprobar la hipocresía es terrible; al amonestar, corto, y equitativo al hablar; agradable en la conversación, mezclada con gravedad. No se puede recordar que alguno lo haya visto reír, pero muchos le han visto llorar. En proporción de cuerpo, muy excelente; Sus manos y brazos delicados al contemplar. Al hablar, muy temperado, modesto y sabio. Un hombre, por Su singular belleza, sobrepasando los hijos del hombre.»

¿Se puede permanecer impasible ante estos textos? Saber que se nos ha legado crónicas romanas confirmando la existencia histórica de Jesús de Nazaret, sus milagros, su instrucción basada en la justicia, así como el reconocimiento de sus contemporáneos, ajenos al debate actual, es otro indicativo más de la credibilidad de lo que propugnan los Evangelios. Solo desde la mala fe se puede negar la autenticidad histórica de Cristo.

¿Son necesarias más evidencias de la realidad histórica de Jesús? Yo creo que hay muchísimos más datos para creer en la existencia del Cristo crucificado por el perdón de la humanidad, quien habló de la Creación de Dios, de Adán y Eva, del diluvio en época de Noé, de Sodoma y Gomorra, de las señales antes del fin, [no quiten los ojos de Israel, Irán y Rusia, profecía bíblica del colofón de la humanidad], que en las fábulas que han entrado en las aulas a punta de calzador. 

Jesucristo es real; lo dicen testimonios de quienes le vieron, le tocaron, le escucharon y hablaron con Él. Lo que sí resulta intestimoniable e impensable son las homínidas híbridas que parieron humanos, o los híbridos lagartos alados que terminaron cantando como ruiseñores; sin embargo, se intenta a toda costa acallar la verdad de Cristo, mientras se llenan de fábulas bibliotecas, prensa, radio, TV, y hasta la gran pantalla del mundo entero.

Jesús es fiable; y esos irrefutables testimonios romanos son la garantía histórica que hace dirigir oídos hacia el aviso suyo que trasciende los siglos:

«Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí

Y ese camino viene a nuestro encuentro. O lo tomamos, o estaremos cogiendo el anticamino.

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