LA MUERTE… ESA PUERTA DE ENTRADA.

junio 30, 2009

Porque torpe cosa es aun hablar de lo que estos hacen en oculto. Mas todas estas cosas cuando de la luz son impugnadas, son exhibidas; porque la luz es la que manifiesta todo. Por lo cual dice’: «Despiértate, tú que duermes, levántate de los muertos, y te alumbrará el Cristo». Mirad, pues, cómo andéis avisadamente; no como locos, sino como sabios; redimiendo el tiempo, porque los días son malos. [Eph 5:12-16]

Ante la expectativa de su fin físico, el ser humano jamás debe olvidar la Verdad de Jesús y su promesa de Victoria sobre esta etapa de tránsito en carne. Ni debe dudar sobre su real existencia humana en el siglo I, milagros, crucifixión, agonía, muerte, y resurrección. Su evidencia de Gloria sobre el Hades fue certificada por muchos testimonios históricos no solo de carácter cristiano, sino de origen cronista, salidos incluso de tinteros romanos y sellados con cuños romanos en informes oficiales, aunque la marea del tiempo no haya permitido que la evidencia física en sí misma llegara hasta nosotros.

En síntesis, lo escrito sobre Jesús, llegado hasta nuestras manos, es mucho más de lo que sabemos por fuentes alternativas, con respecto a personajes de la antigüedad que sin embargo son aceptados y programados en las clases de Historia en todas las aulas del planeta. ¿Por qué la ‘sapiencia humana’ se ha puesto de acuerdo para juzgar y considerar dudosa la trayectoria del Cristo hombre histórico? ¿Bajo qué argumentos ‘sapienciales‘ se escudan? Solo la maldad escondida en el corazón humano explica tanto interés por desacreditar a alguien que solo dio pruebas de bondad, misericordia, poder milagroso y capacidad de perdón.

Jesús y su Triunfo sobre la muerte debe ocupar su puesto en las aulas, desde las primeras edades, por una cuestión de principios. Pero, si se quisiera recurrir a la ética, entonces se hallarían aun más razones para hacerlo, porque no hay nada más ético, moralizador, y cívico, que las instrucciones que nos legó a todos, con respecto a cual debía ser nuestro comportamiento en vida dentro de la sociedad, al limitar los mandamientos de Dios a solo dos, puntualizando muy claramente el segundo:

Amarás a tu prójimo como a ti mismo

Algo que dicho de otra forma bien podría ser: ‘No hagas a tu prójimo lo que no quieres que te hagan a ti.’ ¿Es que alguien puede dar una enseñanza mejor que esa a un niño que comienza su andadura entre personas?

Pero en fin… volvamos a la muerte, el tema de hoy. Si se trata de un pobre, no es noticia; cada día mueren millones en el mundo, niños incluidos, cuya vida fugaz siempre transitó por el anónimo. Sin embargo, hay personas cuyo final físico genera un revulsivo alarmante, incluso a nivel internacional. Mikel Jackson es un caso; no el único ni mucho menos, sino otro más. La repercusión mediática de su muerte, adioses filmados en todo el planeta, ha activado en estos días las retinas de cada ser humano expectante frente a una TV.

He visto todas esas imágenes de estos días, desde Asia, América, Europa… prácticamente el mundo entero manifestándose en mayor o menor medida con un sentimiento de pérdida, que resulta incomprensible desde la elemental razón y lógica que debe mover siempre al sentimental, pero racional ser humano. La parte de la humanidad que llora, lo hace por alguien que lo único que hizo bien en su vida fue motivar desde escenarios, con video clips altamente elaborados a golpe de vientre y pies, y con una música pegajosa.

Si ha dejado a alguien con verdaderos motivos de tristeza, ha sido a todos aquellos comerciantes, hombres de negocios, y cirujanos plásticos que vivieron a su lado, siempre beneficiados y pendientes de sus gastos estrafalarios, sus caprichos y excentricidades derrochadoras. Ni una aldea; ni siquiera un aldeano en todo el mundo recibió del Rey del Pop algo que atenuara su pobreza o pudiera impulsarle en la vida, haciéndole concebir esperanzas por el amor, humildad, y justicia humana.

Si queremos darle alguna instrucción a nuestros hijos, es que, pese a su éxito efímero [no se lleva nada material a su muerte definitiva] fue un mal ejemplo: vivió egoísta y murió egoísta; al final, el mito se convirtió en un bufón de 50 kgs de peso, calvo, prácticamente momificado, y lleno de pinchazos, mostrando que hasta el último momento vivió más pendiente de su decadencia física que de su expectativa real.

Sé que algunos lectores se insultarán con lo que estoy planteando, mientras se muestran fríos en cambio ante el real insulto de su vida: sus injustificadas encamadas, día sí y día también, junto a distintos niños, en su nefasto ‘Rancho Neverland’ que tantas historias denigrantes escondió. Y eso hay que recordarlo en su final; no puede pasarse por alto… debe quedar como ejemplo de una mala actitud en vida.

Y como no deja de pasmarme que alguien tan vano pueda ejercer influjo tan grande sobre los sentimientos de tan enorme cantidad de seres humanos de todas partes, hoy decidí escribir sobre un hecho que se repite: la coincidencia en tiempo de la muerte de dos personas de importancia internacional, con trayectorias completamente confrontadas… y la respuestas que ambas muertes tuvieron por parte de la humanidad.

El 31 de agosto del 1997, Diana de Gales, la famosa Lady Di, falleció en un accidente de coche, dentro del Pont de l’Alma, un puente de París. Junto a ella murió también, su compañero de cama, que no el padre de sus hijos: Dodi Al-Fayed. La inmensa campaña publicitaria que acompañó su fin, intentando resaltar ‘sus bondades‘, no se hizo esperar: sus fotos junto a niños africanos, presentando a la humanidad la buena princesa de gran corazón que quizás quiso ser buena durante unos días, recorrieron al mundo. Supongo se pensó que con ello se neutralizaría ese amplio resto de su tiempo personal, en los que no lo había sido tanto, y que siempre le marcó pasos, en su agitada y adúltera vida sentimental.

Días más tarde, la Madre Teresa de Calcuta fallecía el viernes 5 de septiembre de 1997, víctima de un paro cardíaco. Contaba 87 años de edad y un espíritu inquebrantable, preso en un cuerpo frágil y perdido en el rincón más plebeyo de la India, donde dejó siempre de ser de ella misma, para pertenecer a quien hallara necesitado de amor, cuidado y solidaridad.

Mas, pese a que el mundo entero supo de su vida donada, de su activa consagración absoluta, auxiliando por décadas a los más desfavorecidos mientras le quedó un soplo de aliento, no se le rindió el homenaje que verdaderamente mereció y conquistó a base de sacrificio y entrega a los demás. Solo unos cuantos actos locales, la formidable noticia comercial de su muerte en todos los periódicos, algunas palabras de reconocimiento… y el olvido. Ese fue su premio humano.

En cambio, la agitación social provocada por la muerte de Diana, solo días antes, fue algo muy similar al espectáculo que hoy vemos manifestándose con el ‘Rey del Pop’. Como a un César la despidieron; y como a un César aun se le recuerda, ofreciendo lágrimas y evocaciones certificadas de múltiples maneras… al igual, que, como a un César caído, también despiden hoy al negrito que siempre renegó de serlo. He visto más lágrimas en ojos televisivos, provocados por su ausencia, que las que mi reflexión pueda comprender.

En contraste, solo unos días antes de la caída del rey del pop, fue otra la noticia óbito: también en India, también entregado a la causa de los más pobres y desfavorecidos, vio llegar su fin ese espíritu gigante enclaustrado en otra fragilidad: Vicente Ferrer. Un intrépido victorioso que con menos de 60 kilos de peso nos reveló a todos cuánta riqueza se puede generar aun siendo pobre, si se transita el camino instruido a todos por el Hijo de Dios, si nos entregamos a su enseñanza vital:

Más recibiremos, cuánto más damos‘.

Hoy, al igual que al confrontar el dueto ‘Teresa de Calcuta-Diana de Gales’, auscultando la reacción del mundo se puede percibir cabalmente el incremento de la decadencia espiritual humana en este otro pareo actual: Vicente Ferrer-Mikel Jackson. La muerte del famoso ha terminado velando el verdadero impacto; el fin del justo español que dedicó su vida a luchar contra la desigualdad social, ha quedado relegado a un segundo plano, ante la muy superior reacción social e ilógico abatimiento de una sociedad más identificada con el éxito transitorio de la egoísta y definitivamente apagada estrella Jackson.

Dos astros humanos, con trayectorias totalmente incongruentes. El primero en extinguirse, con todo un recorrido de abnegación y entrega a los más débiles; el segundo, con días de diferencia, apagado sin dejar tras de sí más que su éxito como el encandilador flautista de Hamelin, que realmente fue.

El menor de los Jackson Five, según avanzó en su tiempo, sin crecer, arrastró durante décadas a cientos de millones de fans en el mundo entero… no por sus condiciones morales, espirituales ni siquiera cívicas, sino por su comportamiento de showman, sus excentricidades, sus caprichos, y toda la parafernalia que siempre le precedió. Incluso en juzgados, pues casi al final llegó el terrible cargo de pedófilo que la ceguera humana llegó a perdonarle,  pese a los entuertos y las pruebas abrumadoras.

Y es que, al margen de la imagen ‘progre‘ que intentamos dar, no vemos más allá de los disfraces; somos víctimas de un método educativo erróneo que guía hacia un futuro sin más valores que los puramente materiales, convirtiéndonos en reos de la vanidad, la apariencia y el consumismo que nos guía por caminos erróneos y más peligrosos de lo que se puede entender.

Teresa de Calcuta, que vivió pobre, entró a la vida espiritual colmada de tesoros eternos; su contemporánea, aunque mucho más joven, y proveniente de la alta alcurnia, Diana de Gales, pasó el umbral de la 4ª Dimensión, sin poderse llevar a su nuevo mundo ningún tipo de riquezas. De la misma forma que lo acaba de hacer el menor de los Jackson. Vicente Ferrer, que prosperó a tantos desde su penuria, fue enriquecido por todo lo que entregó… y estoy convencido que también ha pasado su umbral inexorable en paz con quien nos espera a todos desde el otro lado, para entregarnos el tesoro que aspiramos, donde el orín no corrompe, ni el ladrón roba, ni el especulador triunfa, ni el mal prevalece.

Mike había hecho planes; vendió un millón de entradas en su relanzamiento. Eufórico, expectante y esperanzado, sus allegados le vieron convencido que resurgiría como Ave Fénix… sin embargo, todo acabó para él en un solo instante. Desaprovechó su tiempo, y traspasó la frontera de la vida; perdió su oportunidad de correr su carrera más importante: su reconciliación con Jesús, el único que podría haberle puesto en el camino con el Dios del Sión Eterno y Definitivo, el dueño del tiempo, que Inmutable, espera por todos.

Aprovechemos esta vida que se nos concede, cuyo final ninguno conoce, para reflexionar sobre lo que resulta verdaderamente importante, definitivo y definitorio para el hombre. Meditemos en el espíritu que mora en nuestro interior desde siempre, pues aunque muchos se empeñen en decir lo contrario, la instrucción bíblica resulta coherente con investigaciones científicas. La espiritualidad, el enigma de la mente, de los sueños, y la proyección en la pantalla mental de recuerdos desvelados sorpresivamente, como por una cortina, en distintos ensayos sobre mesas quirúrgicas, con olores, colores, y textos de diálogos incluidos, patentizan y acreditan la advertencia que hace más de dos mil años salió de la propia boca del Cristo:

«Así que, no los temáis; porque nada hay encubierto, que no haya de ser manifestado; ni oculto, que no haya de saberse.» [Mat 10:26]

Somos consecuencia de un diseño; el ADN programando toda vida desde sus inicios hasta su muerte, garantizando la perpetuación en cada especie, invoca la certeza de un Programador inteligente y previsor, antecediendo a todo tipo de vida. Y tal proyecto también comprende un sistema de grabación altamente eficaz e indeleble; no abriguen ninguna duda. Llegada la hora, su reproducción actuará como un resorte, y todos nuestros actos, palabras, intenciones, aparecerán ante nosotros mismos, dando testimonio nuestro.

En esos instantes, la mejor opción de defensa no será otra que la propia grabación de nuestro oportuno arrepentimiento por el mal que podamos haber hecho… si somos lo suficientemente inteligentes como para incluirlo antes de que se nos acabe el tiempo; ese lapso que ya se desintegró para Diana, para Mike, para tantos… y que también concluirá para todos los que crucemos el umbral, llegado el momento.

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