A lo largo de la historia han existido hombres y mujeres que siempre han sido admirados, ya sea en los perfiles sociales, militares, políticos, artistícos, deportivos… etc.
Es el caso, por ejemplo, del nadador Michael Gross, apodado ‘El Albatros’, campeón olímpico en los Juegos de los Ángeles, en 100 y 200 metros mariposa, con varios records mundiales, que cuando perdió en la final de los 100 ms, en los posteriores juegos de Seúl, recibió muchas ‘profecías’, anunciando que estaba acabado, y que ya no daba la talla en la alta competición.
Sin embargo, este formidable nadador demostró lo equivocado que estaban sus críticos, al ganar, pocos días más tarde, la medalla de oro en 200 ms, en su estilo preferido: el ‘mariposa’.
La gente es terrible; los que en un momento te alaban y te bendicen, más tarde te odiarán, aunque sigas siendo la misma persona. Salvando las enormes distancias, y solo a modo de nexo parafrasal, podemos establecer un vínculo con la situación de Jesús, a su entrada a Jerusalén. Con muy pocos días de margen, muchos malos judíos quisieron primero hacerle rey… y crucificarle después.
Cuando nuestro Señor entró triunfalmente en la ciudad que sería testigo poco después de un hecho que conmovería para siempre los cimientos de la civilización, todos le aclamaban. El grito de ‘Bendito el que viene en el nombre del Señor‘, estallaba en las gargantas de los individuos de la gran multitud que salió a su encuentro, poniendo hojas de palmas a sus pies, e incluso tendiendo sus propios mantos para que ‘Su Cristo’ no pisase tierra.
¡Querían hacerle rey! ¡Darían sus vidas por Él!
Días más tarde, esa misma muchedumbre (quizás con algunas pocas excepciones) chillaba tanto en su contra, que el gobernador romano apenas podía hacerse entender. Ya no querían coronarle y declararse sus súbditos incondicionales… ahora querían matarle.
Ya no ponían sus mantos en el camino para que Él no ensuciase sus pies en el polvo judío; sino que le quitaban el suyo al Maestro, para dejarle desnudo. Ya no estaban dispuestos a perder la vida por su causa, sino que gritaban exigiendo su crucifixión, y que en su lugar fuera liberado un asesino. ¿Por qué? ¿Cuál fue la razón de este cambio?
Solo una: el pecado de la humanidad. Que también es nuestro pecado, porque no hay ninguna evidencia que nosotros no hubiéramos hecho lo mismo de haber vivido en aquellos tiempos. La violencia actual en las calles lo confirma: hijos que matan a sus padres y hermanos, madres que matan a los propios hijos que llevaron en sus vientres durante nueve meses, maridos que matan a sus compañeras de vida…
Jesús dijo: «Si esto lo hacen en mí, ¿qué no harán en vosotros?»
Muchas veces pensamos que nuestra vida puede ser mejor que la de nuestro maestro. Pero es una gran equivocación; si a Él le persiguieron, lo mismo harán con nosotros. A menudo nos preocupamos sin razón, porque no hemos aprendido a vivir independientemente de las circunstancias; nos duele que nos rechacen y nos sentimos bien cuando nos admiran.
Pero esto no es sabio ni tampoco correcto. Debemos aprender a tratar el éxito y el fracaso como a dos impostores que quieren influir solapadamente en nuestras vidas. Si permitimos que los que nos alaban o nos critican tengan alguna influencia sobre nosotros, somos dignos de lástima. Dios nos enseña que debemos aprender a tener gozo, con independencia de los estímulos que nos rodean.
Tenemos un admirable ejemplo en Jesús: fue el mismo cuando quisieron hacerle rey, que cuando lo juzgaban para crucificarle. Supo seguir amando a sus amigos… y a sus enemigos; al punto que llegó a pedir perdón por ellos al mismo Dios que le envió, alegando:
«Perdónalos Padre, que no saben lo que hacen»
Hermanos, todo esto nos indica que si en nuestra vida cristiana buscamos las cosas de arriba, tal como nos enseña Col 3:1, Satanás intentará destruirnos para que la obra de Dios no prospere, y su nombre no sea glorificado. Por eso no debemos permitir que la obra de Dios sufra, ¡por nada ni por nadie! Ella es la razón de ser de nuestra propia existencia.
Quizás habrá momentos en nuestra vida cristiana, en los que seremos vitupereados y calumniados, sin ser verdad (Mt 5:11); no obstante, nuestra oración siempre debe ser la misma:
‘Señor, enséñame a amar a todos los que me rodean, tanto a los que hablan bien de mí, como a los que me critican, porque yo sé Señor, que el trabajo que realizo en tu obra, jamás resultará en vano.’
Siempre tuyo:El Pastor.
Querido Jolimu,
Esta entrada es simplemenyte preciosa. Es un llamado no a la alerta sino a la esperanza en Cristo. Regresaré, quiero comentar este muy buen y regocijante texto.
Cariños
Andrea